En septiembre del año 2011 llamé a la puerta de la oficina que Òmnium Cultural tiene en la calle Diputació de Barcelona. Aquel año era especial para la entidad porque llegaba al 50 aniversario de vida y por lo tanto, habían organizado una serie de actos conmemorativos de los que valía la pena hablar. Recuerdo que en la calle hacía calor y yo me sentía impaciente por iniciar la entrevista que Muriel Casals, presidenta de la entidad, me había concedido.
Me condujeron a su despacho, luminoso, cálido, con un cierto toque femenino y lleno de libros, presidido por una mesa robusta alrededor de la que nos sentamos ambas. Saqué la grabadora del estuche y empezamos a hablar, de una forma amable y respetuosa. Yo la trataba de usted, estableciendo así una cierta distancia en el trato y mostrando la consideración que me merecía. De repente, Muriel me dijo: “¿Y si nos tratamos de tú? No hagas caso de eso” y se pasó las manos por el pelo blanquísimo, dejando claro que aunque sus cabellos fueran blancos, podía tratarla con la confianza de un tuteo que nos haría sentir, seguro, más cómodas a las dos. Me hizo sonreír y de inmediato, cualquier barrera que se pudiera interponer entre nosotros, se evaporó.
La entrevista se convirtió en una conversación en la que ella sonrió, gesticuló de una forma espontánea, habló con franqueza y yo veía como sus ojitos, de un azul intenso, se apasionaban por lo que me explicaba. Estaba contenta porque, que una entidad como Òmnium, nacida en 1961, que se dedicaba a dar clases de catalán y “salvar las palabras” desafiando la amenaza del franquismo, hubiera llegado a este aniversario de oro tan bien asentada socialmente y merecedora de un más que probado prestigio, a ella la satisfacía y la enorgullecía. Y sobre todo, con el trabajo que los fundadores se habían propuesto, hecho. “Òmnium Cultural no es un grupo político -me dijo Muriel-, pero tratamos de temas humanos, de cuestiones humanas, porque el hombre es un animal político. La cultura va ligada a las relaciones humanas y estas, a menudo, son políticas. Cuando hablamos de la lengua, del uso de la lengua en la escuela, esto tiene que ver con la política”.
Mantuvimos una conversación muy agradable, sobrepasando incluso, el límite de tiempo que establecía nuestro compromiso, y aunque Muriel tenía una agenda bastante llena, no le supo mal que habláramos otros asuntos, más allá de la celebración que me había llevado a iniciar la conversación. Más bien fue una excusa para seguir tratando otras cuestiones, que con el tiempo se han convertido en históricas. Òmnium celebraba su cumpleaños el 11 de julio de 2011, pero exactamente un año y un día antes, el día 10 de julio de 2010, cuando los catalanes supieron la sentencia del Tribunal Constitucional e interpretaron que iba directamente contra el Estatuto de Catalunya, con el entonces presidente de la Generalitat al frente, José Montilla (que no se nos pase por alto este detalle que quizá más de uno, ya ha olvidado), más de un millón y medio de catalanes salieron a calle para manifestar, sin rodeos y sin manías, la indignación y el rechazo que esta sentencia los despertaba. En aquella manifestación se escuchó por primera vez, un grito del todo nuevo pero decidido, a favor de la independencia de Catalunya.
Òmnium Cultural, con Muriel Casals a la cabeza, hizo un papel aglutinador de diferentes sensibilidades, fue lugar de reunión, porque según explicaba Casals, “aquella manifestación no podía salir bien si no se sumaban fuerzas muy diferentes y teníamos entre los convocantes a los sindicatos, las organizaciones patronales, los partidos políticos, grupos extraparlamentarios, grupos no políticos, colegios profesionales, tanta y tanta gente”. Òmnium tuvo la capacidad de poner estas entidades, no por encima unas de otras, sino una al lado de la otra, exactamente en el mismo nivel de importancia. Por eso aquella manifestación salió bien. Muriel hablaba con entusiasmo: “Un año después, también los políticos hablan diferente a como lo hacían porque los hemos empujado a poner en su agenda, prioridades en dirección a la libertad del país. El futuro de Catalunya está en manos de los ciudadanos, pero los políticos deben ponerse al frente y la gente debemos exigir a nuestro gobierno que haga los pasos que tiene que hacer”.
Aquella fue la primera de todas las manifestaciones que posteriormente, junto con la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y un buen número de entidades sociales, se organizaron en nuestro país. No sabría decir cuál fue más emocionante, participativa, festiva y, en cuanto a la organización, compleja. Familias enteras participaron, año tras año, sin perder el aliento ni las ganas, en la inolvidable Vía Catalana, en la V de Barcelona, en la manifestación de la Meridiana, y más allá de todo esto, en los múltiples, variados y diversos actos culturales y políticos que regularmente y con una terca frecuencia, se han ido celebrando en todo el territorio. Campañas como “Quiero un país”, el gran Concierto por la Libertad celebrado en el Camp Nou, tenían a Òmnium Cultural y Muriel Casals delante, firme, decidida, valiente, trabajadora, dispuesta a caminar siempre adelante y a no ceder ni un paso mirando atrás, con un liderazgo femenino y transversal de una eficacia increíble.
La segunda vez que la entrevisté fue el mes de octubre de 2014. Como ya nos habíamos tratado antes y ella se acordaba, me recibió con un beso en cada mejilla. Habían pasado tres años pero ella mantenía intacto su entusiasmo, su convicción de que el país se saldría del gran reto que significa conseguir la independencia. Me repetió lo que ya me había dicho con anterioridad: “Los catalanes lo hemos conseguido hasta ahora porque somos muy tercos”. No le faltaba razón. El apoyo de la gente manifestándose en la calle tenía que demostrarse con otro gran reto, con cifras concretas, en las urnas. Òmnium y Muriel no desfallecen, ni la ANC ni la sociedad civil y el 9-N fue un gran éxito. Otro momento de emoción y lágrimas, que se afianzaron cuando un año después, la formación Junts pel Sí, conseguía ganar las elecciones del 27-S y por tanto, Muriel Casals, que formaba parte de las listas, dejaba su lugar en Òmnium para pasar a ser diputada en el Parlament de Catalunya.
En esa segunda ocasión le pregunté: “Si llega, como será el día que se proclame la independencia de Catalunya?” Y ella me respondió: “Será un día luminoso. Será un día que, por el bien de nuestro pueblo está por venir. Yo en lo que pueda, haré lo posible para que así sea”.
Muriel, será un día claro y luminoso, sin lugar a dudas. Las campanas de todos los campanarios sonarán con tanta fuerza que sentirás su música desde allí donde estés. Y la gente celebraremos una victoria que es también, no lo dudes, tuya.