Llegir versió en català
Los hermanos Coen podrían rodar una película con este título en Cataluña y el papel de “malo” deberían encargárselo no a Javier Bardem sino a Oli Rehn, un actor finlandés, de cincuenta años, que ha acumulado méritos suficientes para que se lo adjudiquen. El último en reconocer que éste, el nuestro, no es un país para jóvenes ha sido el secretario de Ocupación de la Generalitat, Ramon Bonastre. En unas declaraciones que apenas ningún medio de comunicación ha destacado, Bonastre dijo, textualmente, que “el problema del paro no se resolverá hasta que no cambien las políticas económicas europeas”.
Oli Rehn es el comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios. Hace semanas que ha perdido los nervios. Él y su equipo (que, por cierto, incluye al catalán Amadeu Altafaj), porque la receta que ha aplicado (voluntariamente u obedeciendo órdenes llegadas desde Berlín) a Europa para hacer frente a la crisis económica se ha demostrado equivocada y contraproducente. En lugar de mejorar, la economía ha caído en recesión y continuará empeorando hasta que no cambie esa medicina compulsiva de austeridad a granel que nos lleva a la catástrofe.
El economista Paul Krugman hace años que lo viene diciendo. Mucho antes de que el responsable de Ocupación del Gobierno catalán cayera en la cuenta de ello, el premio Nobel de Economía ya apuntaba al corazón europeo como culpable del drama que estamos viviendo. Incluso en forma de libro: “¡Acabad ya con esta crisis” (Editorial Crítica, mayo de 2012).
Ahora, el portavoz holandés de Rehn se ha soltado en su Twitter contra las acusaciones de Krugman: “¿Qué será lo siguiente? ¿Escupirnos?”. Rehn, sus portavoces y sus superiores jerárquicos e ideológicos en Bruselas y Berlín deberían saber que un escupitajo no es la peor de las amenazas que pende sobre sus cabezas. Quizás lo saben. Y de ahí los nervios de los últimos tiempos y los tweets destemplados.
Catalunya tiene que volver a ser un país para jóvenes. Y para viejos. Y estos que tienen miedo de los escupitajos tienen en sus manos el futuro de esos jóvenes y ancianos. En Cataluña, España, Grecia, Italia... en el conjunto de Europa.
Rectificar es de sabios. Y hay que hacerlo antes de que en setiembre la señora Merkel pase su particular examen en las urnas.
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Los hermanos Coen podrían rodar una película con este título en Cataluña y el papel de “malo” deberían encargárselo no a Javier Bardem sino a Oli Rehn, un actor finlandés, de cincuenta años, que ha acumulado méritos suficientes para que se lo adjudiquen. El último en reconocer que éste, el nuestro, no es un país para jóvenes ha sido el secretario de Ocupación de la Generalitat, Ramon Bonastre. En unas declaraciones que apenas ningún medio de comunicación ha destacado, Bonastre dijo, textualmente, que “el problema del paro no se resolverá hasta que no cambien las políticas económicas europeas”.