Llegir versió en català
Hace unos veinticinco años tuve el placer y el privilegio de conocer a Ignasi Riera. En aquel momento era concejal de cultura del Ayuntamiento de Cornellà de Llobregat en representación del PSUC. Lo fue muchos años (1979-1994) y cada vez que, en aquella época, le oía hablar por la radio o por la tele, o leía algún escrito suyo, recordaba el día que lo conocí. Porque ese día, en una comida confraternal después de la entrega de un premio literario (él era jurado como representante del ayuntamiento de Cornellà) nos explicó la dificultad que le representaba tener que rechazar regalos continuamente. Eran de todo tipo y le llegaban por las vías más diversas, más claras o más indirectas. Él lo rechazaba todo por sistema. Incluso, nos explicaba, lo hacía en casos delicados, como los de gitanos y otras minorías culturales en los que la oferta de un presente no es necesariamente espuria sino, simplemente, una muestra de respeto. Siempre me he acordado. Y me acuerdo cada vez que se habla de corrupción. Y pienso que hay que ser muy listo -además de íntegro- para no caer en ellas. Yo mismo, no me daría cuenta y ya habría caído. Por eso también pienso que ser hijo, hermano, cuñado, etc. de un político de primera línea te carga una gran responsabilidad aunque no quieras. A menudo debe de ser una putada, y perdonen la expresión, querer abrirte paso en la vida siendo hijo del presidente del Gobierno español, catalán, francés o lo que sea, y a la vez ser honesto. Debe de ser terrible que, en un momento dado, no tengas claro si lo que has obtenido después de luchar mucho (un trabajo, un negocio, etc.) Haya sido gracias a ti o por ayudas interesadas que uno ni siquiera conoce. Si tu cuñado te anuncia que irá en las listas electorales de un partido con posibilidades de ser elegido, ya estás perdido: Ves haciendo las maletas para irte a la Antártida. Te ha jodido la vida. Si te quedas, cualquier cosa que hagas se pondrá en relación con la situación de tu cuñado (que ya es concejal, diputado provincial, diputado autonómico, diputado español ...). Y en ambos sentidos: Le podrán acusar de haberte ayudado o te podrán acusar de haberte aprovechado. Aquí, al hijo de un político conocido no se le presupone inocencia. Y, como decía antes, hay que ser muy íntegro, pero también muy listo para salirte con éxito. Los hijos de los dictadores africanos acumulan poder y riqueza durante la vida de sus padres. No se esconden. Los hijos de los presidentes de la democracia deberían recibir cursillos para saber distinguir las trampas de la corrupción y así poder evitarlas. ¿Tienen derecho a hacerse ricos los hijos de un presidente? Claro que sí, como todos. Pero sólo cuando su padre ya no sea presidente. Es una putada, pero es así. O debería ser así.
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Hace unos veinticinco años tuve el placer y el privilegio de conocer a Ignasi Riera. En aquel momento era concejal de cultura del Ayuntamiento de Cornellà de Llobregat en representación del PSUC. Lo fue muchos años (1979-1994) y cada vez que, en aquella época, le oía hablar por la radio o por la tele, o leía algún escrito suyo, recordaba el día que lo conocí. Porque ese día, en una comida confraternal después de la entrega de un premio literario (él era jurado como representante del ayuntamiento de Cornellà) nos explicó la dificultad que le representaba tener que rechazar regalos continuamente. Eran de todo tipo y le llegaban por las vías más diversas, más claras o más indirectas. Él lo rechazaba todo por sistema. Incluso, nos explicaba, lo hacía en casos delicados, como los de gitanos y otras minorías culturales en los que la oferta de un presente no es necesariamente espuria sino, simplemente, una muestra de respeto. Siempre me he acordado. Y me acuerdo cada vez que se habla de corrupción. Y pienso que hay que ser muy listo -además de íntegro- para no caer en ellas. Yo mismo, no me daría cuenta y ya habría caído. Por eso también pienso que ser hijo, hermano, cuñado, etc. de un político de primera línea te carga una gran responsabilidad aunque no quieras. A menudo debe de ser una putada, y perdonen la expresión, querer abrirte paso en la vida siendo hijo del presidente del Gobierno español, catalán, francés o lo que sea, y a la vez ser honesto. Debe de ser terrible que, en un momento dado, no tengas claro si lo que has obtenido después de luchar mucho (un trabajo, un negocio, etc.) Haya sido gracias a ti o por ayudas interesadas que uno ni siquiera conoce. Si tu cuñado te anuncia que irá en las listas electorales de un partido con posibilidades de ser elegido, ya estás perdido: Ves haciendo las maletas para irte a la Antártida. Te ha jodido la vida. Si te quedas, cualquier cosa que hagas se pondrá en relación con la situación de tu cuñado (que ya es concejal, diputado provincial, diputado autonómico, diputado español ...). Y en ambos sentidos: Le podrán acusar de haberte ayudado o te podrán acusar de haberte aprovechado. Aquí, al hijo de un político conocido no se le presupone inocencia. Y, como decía antes, hay que ser muy íntegro, pero también muy listo para salirte con éxito. Los hijos de los dictadores africanos acumulan poder y riqueza durante la vida de sus padres. No se esconden. Los hijos de los presidentes de la democracia deberían recibir cursillos para saber distinguir las trampas de la corrupción y así poder evitarlas. ¿Tienen derecho a hacerse ricos los hijos de un presidente? Claro que sí, como todos. Pero sólo cuando su padre ya no sea presidente. Es una putada, pero es así. O debería ser así.