La fusión de diferentes partidos y grupos de ideología socialista dio lugar al inicio de la democracia a la creación del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE). Los dos grupos principales, sin embargo, fueron el PSC-Congrés y la Federación Catalana del PSOE. También participaron en ese proceso el PSC-Reagrupament, de tendencia más moderada.
A esta suma de potencial político se le atribuyó el éxito electoral en los posteriores comicios municipales y generales. Las elecciones autonómicas, de todos modos, siempre se le resistieron a este partido unificado. El acceso a la presidencia de la Generalitat en dos ocasiones cabe imputarlo más bien a la capacidad para pactar con ERC i ICV que al predominio socialista entre el electorado.
Los últimos 35 años se ha convertido en habitual que CiU gane las elecciones autonómicas y los socialistas, las municipales y las españolas. Pero, ahora, el panorama político ha cambiado. En Catalunya, el eje central del debate –se quiera o no, sea acertado o no- és, más que nunca, el catalanismo, devenido independentista. Ante esta circunstancia, el PSC ha visto renacer dos de las almas que se unificaron en 1978: el socialismo federado con el PSOE y el socialismo de raíz autóctona, catalanista.
Mientras dure el debate sobre la independencia, el PSC vivirá dividido entre esas dos almas. Y, como es sabido, vivir con el “corazón partío” no es sano ni recomendable. Por lo tanto, quizás no sería ninguna locura plantearse la división del PSC en dos partidos diferentes. Pere Navarro se ahorraría tener que estar navegando siempre entre las aguas de unos y otros. Se evitaría, de este modo, que los militantes cercanos al independentismo acabasen formando un partido propio ellos solos o pasándose a otro, encantado de recibirles con los brazos abiertos, o a cambio de algún cargo o prebenda. No hace falta que mencionemos los ejemplos de algunos “socialistas” a los que ha faltado tiempo para correr a poner sus nóminas a buen recaudo con la excusa del “españolismo” de sus hasta entonces compañeros de toda la vida. Y también se evitaría que los medios de comunicación y los partidos rivales sigan sacando provecho de las lógicas discrepancias internas permanentes en el PSC.
Dos partidos socialistas, uno catalanista y el otro, vinculado al PSOE. Uno, decantado en favor de la causa soberanista y el otro, criticando sin tapujos las expresiones independentistas impulsadas por el Gobierno catalán y sus aliados políticos y mediáticos. Uno cercano a CiU i ERC, en temas identitarios, y el otro, más coincidente con los planteamientos del PP o Ciudadanos en ese ámbito.
Muchos socialistas recuperarían, así, su referente claro. El PSC catalanista no debería esconderse en Vic y el “no catalanista” triunfaría en L’Hospitalet. Quizás la ley de Hondt perjudicaría el recuento de escaños socialistas, pero sus simpatizantes tendrían más claro qué votan cuando elijan una papeleta con las siglas PSC.
Y siempre tendrán la oportunidad de volver a presentarse juntos cuando baje la fiebre patriótica. ¡Si es que baja algún día!
Otra cosa sería ver en cuál de los dos partidos se queda Navarro.
La fusión de diferentes partidos y grupos de ideología socialista dio lugar al inicio de la democracia a la creación del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE). Los dos grupos principales, sin embargo, fueron el PSC-Congrés y la Federación Catalana del PSOE. También participaron en ese proceso el PSC-Reagrupament, de tendencia más moderada.
A esta suma de potencial político se le atribuyó el éxito electoral en los posteriores comicios municipales y generales. Las elecciones autonómicas, de todos modos, siempre se le resistieron a este partido unificado. El acceso a la presidencia de la Generalitat en dos ocasiones cabe imputarlo más bien a la capacidad para pactar con ERC i ICV que al predominio socialista entre el electorado.