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Pere Portabella y Metromuster: de dónde venimos y por qué estamos aquí

Marcelo Expósito

diputado en el Congreso por En Comú Podem —

La velocidad de las informaciones políticas en estos días hace parecer que las noticias de mañana dejan atrás, muy lejanas, las de ayer. Resultan por eso importantes los relatos que nos permiten tomar perspectiva desde atrás, impidiendo que olvidemos quiénes somos y de dónde venimos. Para que una revolución democrática siga abierta es vital que se multipliquen las narraciones que la empujan. Los relatos en forma de imágenes, de músicas, de canciones y de películas, son imprescindibles a la hora de contar los procesos sociales de cambio, al mismo tiempo que funcionan como un motor que los impulsa.

He asistido en estos días pasados al estreno de dos películas que nadie debe perderse, ambas producidas en Barcelona. Una es 'Informe General II. El nuevo rapto de Europa', de Pere Portabella; la otra, 'Tarajal. Desmontando la impunidad de la frontera Sur', del colectivo Metromuster. Son dos películas que tienen precisamente la virtud de recordarnos los malestares y también las emociones de las que surgen nuestros procesos colectivos recientes.

Pere Portabella es el más grande de nuestros cineastas históricos vivos. En 1976 realizó un documental que exponía las diversas opciones políticas tras el Franquismo y en puertas de la Transición. Lo tituló 'Informe general sobre algunas cuestiones de interés para una proyección pública'. Justo 30 años después, la segunda parte de estos 'informes' nos muestra los prolegómenos de una nueva transición: la que está impulsada por un nuevo protagonismo ciudadano surgido de la doble crisis económica y de régimen. La nueva película de Portabella es valiosísima porque se sitúa sin dudarlo del lado de la gente: el salto desde la calle y las plazas a las instituciones se muestra como inevitable, ante la crisis de la representación política y la extensión de la corrupción. Frente a quienes consideran los resultados electorales de los meses pasados como una anomalía democrática que habría que enmendar, Portabella está convencido de que el protagonismo de la gente en las instituciones democráticas resulta imprescindible y ha venido para quedarse.

Metromuster son conocidos por haber logrado la proeza de abrir con una película, 'Ciutat Morta' (2014), un debate público extensísimo, a propósito del montaje policial conocido como '4F', que condujo al encarcelamiento de personas inocentes y un doloroso suicidio. Si lo lograron, fue por la manera preciosa e incansable en que Metromuster saben tejer su trabajo —investigación, producción y difusión— en la propia trama movimentista con la que la ciudadanía organizada ha hecho frente en todos estos años a la crisis de las instituciones, instrumentalizadas por el interés privado y la corrupción de las élites. 'Tarajal' busca ahora reabrir otro caso de represión con resultado de muerte: la de 15 inmigrantes africanos en Ceuta. Estas muertes se produjeron en una situación nunca del todo aclarada, hace ahora dos años. La película arroja serias dudas sobre la actuación de las fuerzas de seguridad en la frontera entre España y Marruecos, y muestra con detalle la opacidad impuesta por una trama institucional coronada por el Ministro de Interior —Jorge Fernández Díaz— y el gobierno del Partido Popular.

Ambas películas son documentos, informes; aunque operan en sentidos opuestos. El modelo del cine de Portabella es la poesía: la asociación metafórica de elementos, pero manejando materiales documentales, extraídos de la realidad (entrevistas o declaraciones de Ada Colau en su época de portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Iñigo Errejón y otros miembros de Podemos, mareas y ocupaciones de plazas del 15M...). El modelo del cine de Metromuster es la prosa y el relato, oscilando entre el ensayo (ponen en circulación una teoría) y la novela negra (todos sus vídeos evolucionan como la investigación en torno a un crimen no esclarecido, y en el desarrollo del caso investigado se desvela el estado de una sociedad). Pero con un tratamiento poético de las imágenes muy expresivo, donde los silencios y los paisajes musicales y geográficos resultan fundamentales. Partiendo de extremos opuestos, ambos films se cruzan en el camino con un interés común: no permitir que caigamos en la indiferencia, facilitando herramientas audiovisuales con las que interpretar el presente.

Hay algo más que comparten. Las temáticas que tocan no se tratan como anécdotas. Ambos hablan de diferentes aspectos de la crisis sistémica, en sus dimensiones políticas, económicas, territoriales, ecológicas, securitarias... Los temas que plantean son síntomas de un estado de cosas general grave, y apelan al protagonismo de la gente para buscar salidas. El mismo tipo de solidaridad colectiva que estas películas retratan, es la solidaridad que buscan con sus públicos: ambas películas, diferentes entre sí, invitan a trabajar conjuntamente con sus espectadoras y espectadores. No se limitan a retratar una realidad: nos exigen modificarla. De hecho, nos dicen claramente que hemos llegado hasta aquí porque nosotros y nosotras somos nuestra propia esperanza.

La velocidad de las informaciones políticas en estos días hace parecer que las noticias de mañana dejan atrás, muy lejanas, las de ayer. Resultan por eso importantes los relatos que nos permiten tomar perspectiva desde atrás, impidiendo que olvidemos quiénes somos y de dónde venimos. Para que una revolución democrática siga abierta es vital que se multipliquen las narraciones que la empujan. Los relatos en forma de imágenes, de músicas, de canciones y de películas, son imprescindibles a la hora de contar los procesos sociales de cambio, al mismo tiempo que funcionan como un motor que los impulsa.

He asistido en estos días pasados al estreno de dos películas que nadie debe perderse, ambas producidas en Barcelona. Una es 'Informe General II. El nuevo rapto de Europa', de Pere Portabella; la otra, 'Tarajal. Desmontando la impunidad de la frontera Sur', del colectivo Metromuster. Son dos películas que tienen precisamente la virtud de recordarnos los malestares y también las emociones de las que surgen nuestros procesos colectivos recientes.