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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Pongámonos en la piel de la mujer

Mireia Vehí

Diputada de la CUP – Crida Constituent —

La compañera Maria Rovira, concejala de la CUP – Capgirem Barcelona, hizo público el pasado viernes una agresión sexual que sufrió por la noche, en la calle, en la ciudad. Y las reacciones no se han hecho esperar. De apoyo pero también de cuestionamiento. En las redes y en los medios. Tertulianas. Políticos. Escritoras. Éstos, hombres y mujeres, han sido la bandera de la puesta en cuestión. Y no han puesto en duda ni la agresión ni la víctima, pero sí el núcleo central de lo que denunciamos.

Que si no podemos vincular una acción de un tarado con el patriarcado. Que si los Mossos d’Esquadra harán nuestra la noche. Que si esto que si aquello. Pero otra vez poniendo en duda. Dudando de la agredida desde el punto en el que se atreven a poner entre comillas a la agredida, a su relato y a sus quejas.

En primer lugar, la violencia machista ni es casual ni es cosa de locos. Los agresores, también los tarados, son los hijos aventajados del patriarcado, en la medida en la que ponen en práctica de manera exagerada lo que sustenta el sustrato cultural del heteropatriarcado. Que el cuerpo de las mujeres es un campo de batalla. Que somos trozos de carne al servicio del deseo. Que podemos ser madres, hijas, trabajadoras sexuales, hermanas. Que podemos tener un cargo si nos esforzamos. Que podemos tener casa y coche, incluso opinión política. Pero nunca, jamás de los jamases, podemos poner en duda lo que, de fondo, somos: mujeres, con un rol de género asociado que establece deseos, prácticas y funciones.

No hay tarados. Hay violencias. Si no hubiera violencias, si no hubiera patriarcado no tendríamos expresiones como “la maté porque era mía”. Patriarcado también es poner en duda toda esta complejidad. Y patriarcado también es que se ose cuestionar el relato de Maria, aunque se condene la agresión sexual que sufrió.

En segundo lugar, cuando Maria expone que le dan ganas de cerrar la puerta cuando aparece el agente de policía y se responde que los Mossos “también harán nuestra la noche”, Maria no está cuestionando el cuerpo de seguridad (que podría hacerlo, por múltiples razones). Está cuestionando el tratamiento público de las situaciones de agresiones machistas. Está visibilizando que ya es bastante complicado denunciar, correr y salir adelante como para que, cuando se hace, el trato recibido se haga de cualquier forma.

Y esto no es nuevo. Las instituciones catalanas han desarrollado servicios brutales de atención a las violencias llevados por mujeres potentes y expertas en el tratamiento de estas situaciones. Y la primera atención, el tono, la forma y la persona son una de las claves. Y de eso es de lo que hablaba Maria.

Maria está poniendo en cuestión que no nos tomamos en serio las agresiones cuando el dispositivo que se pone en marcha no tiene en cuenta esto. Maria está visibilizando que muchas agresiones no se denuncian porque las mujeres no quieren verse cuestionadas, humilladas. No quieren explicar ante gente que las mira inquisitivamente que han sido agredidas. Que tienen miedo. Que quieren hacerse tan pequeñas que nadie las vea, para desaparecer, para borrar la pesadilla.

En tercer lugar, ustedes, los tertulianos, las políticas, los escritores, tienen una responsabilidad añadida en la configuración de la opinión pública. Y cuestionando la dimensión patriarcal de la agresión, incluso si no fueran conscientes, están (re) victimizando y dando oxígeno a la criminalización de las mujeres que denuncian agresiones machistas.

Les pedimos, si es que podemos pedir algo, que se pongan en el lugar de la persona que denuncia, que piensen por un momento en el miedo y la vergüenza cuando llega a casa un señor uniformado, en las explicaciones que deberá dar a sus vecinos el día siguiente por la mañana. Y como, en el caso concreto de Maria y una vez hecha la denuncia pública, se ve permanentemente asociada a una agresión.

Les pedimos, si es que podemos algo, que asumamos colectivamente la responsabilidad de acabar con las violencias, que pasa también por reconocer que queda mucho trabajo por hacer, también en los servicios públicos.

Les pedimos, si es que podemos algo, que utilicen su posición de altavoz para condenar y visibilizar, pero no para cuestionar que el patriarcado está muy enraizado en todas las estructuras institucionales y que hay que combatirlo sin que ello suponga cuestionarlas.

En cuarto lugar, es de responsabilidad apuntar que en este país llevamos muchísimos feminicidios desde principios de año, incontables agresiones, eternas situaciones de acoso. Es de responsabilidad asumir que necesitamos un posicionamiento unánime de condena, sin un ápice de duda. Es de responsabilidad entender que Si nos Queremos Vivas, debemos estar dispuestas a cortar de raíz el patriarcado. También en los artículos, tertulias y opiniones.

Finalmente, y sin venir a cuenta pero aprovechando el espacio, señor Sarri, dimita. Gracias Maria por la valentía. Gracias compañeras de Mallorca para entrar en la iglesia a defender el derecho al aborto. Gracias compañeras del Caso Bershka para denunciar la dictadura de las tallas y la violencia. Gracias compañeras feministas para poner el cuerpo, el corazón y la vida en esta lucha cotidiana contra el patriarcado.

La compañera Maria Rovira, concejala de la CUP – Capgirem Barcelona, hizo público el pasado viernes una agresión sexual que sufrió por la noche, en la calle, en la ciudad. Y las reacciones no se han hecho esperar. De apoyo pero también de cuestionamiento. En las redes y en los medios. Tertulianas. Políticos. Escritoras. Éstos, hombres y mujeres, han sido la bandera de la puesta en cuestión. Y no han puesto en duda ni la agresión ni la víctima, pero sí el núcleo central de lo que denunciamos.

Que si no podemos vincular una acción de un tarado con el patriarcado. Que si los Mossos d’Esquadra harán nuestra la noche. Que si esto que si aquello. Pero otra vez poniendo en duda. Dudando de la agredida desde el punto en el que se atreven a poner entre comillas a la agredida, a su relato y a sus quejas.