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Rumbo de colisión

El pulso entre el Gobierno central y la Generalitat acerca el escenario de conflicto de legitimidades y agita el espectro de las elecciones anticipadas.

J. Ramón González Cabezas

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La impugnación de la declaración de soberanía aprobada por el Parlament el pasado 23 de enero ha consumado el “rumbo de colisión” del proceso político lanzado por Artur Mas hace ya seis meses ante el estupor general. La decisión del Consejo de Ministros de apelar al Tribunal Constitucional no ha pillado a nadie por sorpresa, a pesar de las contradicciones del propio Gobierno, pero no por ello el suceso es menos significativo y trascendente.

La teoría de la profecía autocumplida, según la cual las predicciones se convierten por sí mismas en la causa de que se hagan realidad, cobra cuerpo de nuevo ante la pasmosa previsibilidad del mecanismo de acción/reacción que caracteriza la crisis generada por el giro independentista de la Generalitat y la bunkerización legalista del Gobierno español.

Hasta el fiscal superior de Catalunya, Martín Rodríguez Sol, se ha atrevido a sugerir alguna vía de urgencia para salir de este fenomenal atolladero, mediante una consulta adaptada en formo y fondo al marco legal. La pregunta sería la clave de la cuestión.

El escenario crítico del choque de legitimidades está servido, sin que hoy por hoy nadie pueda aventurar el desenlace de este sombrío desafío en un contexto de crisis social extrema. Mientras crecen los estragos de la Gran Recesión, el país asiste atónito al intercambio ritual de amenazas y soflamas entre los portavoces del Gobierno central y de la Generalitat, entregados a una extenuante guerra de desgaste los martes y viernes en riguroso horario prime time, al termino de la habitual reunión ministerial.

Soraya Sáenz de Santamaría y Francesc Homs rivalizan en este tensa esgrima semanal, en la que la vicepresidenta exhibe su musculatura de estricta gobernanta y el influyente consejero e ideólogo del pinyol (hueso) soberanista de CDC acredita su vocación de político de morro fort, buen conocedor de los gustos y clichés de las audiencias de TV3. Para el común de los mortales, el discurso de ambos resulta ya poco menos que indescifrable o, cuando menos, redundante.

El frente interno

El clima de fatalismo y erosión acelerada atañe también al convulso frente interno, donde las predicciones de implosión de las dos grandes fuerzas transversales del país, alimentadas por los resultados del 25-N, cobran cuerpo de forma incontenible según revelan los sondeos de intención de voto.

Con el añadido de los demoledores efectos del estallido de la burbuja de la corrupción, CiU y PSC parecen adentrarse en la senda de la fractura y la descomposición a medio plazo: en el caso de la federación nacionalista, por su conversión al independentismo de la mano de ERC como nuevo socio necesario; en cuanto al PSC, por su no menos espectacular desmarque de sus socios-hermanos de los últimos treinta y cinco años, a cuenta del derecho de autodeterminación de Catalunya.

Estaba escrito que el brusco giro independentista de CDC abriría una grieta imprevisible con UDC, su socio de federación al mando del omnipresente e incombustible Duran i Lleida. Pero también era una obviedad que el órdago soberanista de Mas agudizaría al límite las tensiones internas del PSC en un momento de interinidad tras el improvisado ascenso del gris Pere Navarro a la jefatura del partido.

La audacia de Pere Navarro

Aunque el líder de CiU erró de modo clamoroso en su estrategia de ocupar todo el espacio central del espectro político de Catalunya, la polarización del debate entre soberanistas y constitucionalistas hundió al PSC en las urnas y consumó el cisma del sector más catalanista del partido.

El desconcertante y neófito Pere Navarro ha tenido la doble audacia de sacar al PSC de su incómodo alineamiento con las posiciones del PP y Ciutadans, y de poner fin a más de tres décadas de diván a cuenta del complejo de sucursalismo. Sin embargo, su osadía difícilmente salvará su atropellada gestión como líder del partido ni garantizará la unidad y fortaleza del socialismo en Catalunya en el futuro.

De hecho, su decisión de desobedecer al PSOE y apoyar en el Congreso la autodeterminación de los ciudadanos/as de Catalunya ha sido el primer triunfo de peso de Artur Mas en su órdago soberanista, aunque éste lo haya celebrado con más malicia que entusiasmo o convicción.

El stablishment agoniza

El caso es que el viejo stablishment de la socioconvergencia, que durante décadas vertebró Catalunya y gestionó a sus anchas la res publica catalana desde ambos lados de la Plaza de Sant Jaume, agoniza lentamente a la espera de que unas nuevas elecciones no tan lejanas den paso a un nuevo puzzle político de perfil y rumbo desconocidos.

El horizonte de unas elecciones plebiscitarias ya no es una elucubración, sino una posibilidad manejada actualmente por la propia cúpula de CDC, según su secretario de organización, Josep Rull. De nuevo, las profecías autocumplidas.

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