Ilustrísima señoría: En los últimos días y semanas estoy seguro de que habrá escuchado o leído la opinión de importantes juristas que, con argumentos jurídicos fundamentados, han considerado errónea o desproporcionada su decisión de dictar prisión incondicional para ocho ex consejeras y ex consejeros de la Generalitat. Yo querría hacer lo mismo, si bien prefiero apelar a argumentos que nada tienen que ver con la interpretación de la ley.
Señoría, les queremos en casa porque el 21 de diciembre hay elecciones al Parlament de Catalunya y tenemos dos posibilidades: o nos pasamos la campaña oyendo hablar de usted y del martirologio de Estremera, o nos la pasamos revisando colectivamente las decisiones tomadas a partir del retorno de vacaciones.
Para que me entienda, necesitamos que el hasta ahora vicepresidente económico dé explicaciones en campaña y en persona sobre la huida de más de 2.200 empresas catalanas a otras ciudades del Estado. Como ciudadanos y como electores, el señor Junqueras nos tiene que decir si continúa pensando que este éxodo empresarial sin precedentes es fruto de las presiones de la Moncloa o del camino emprendido por el ejecutivo catalán a partir del día 1 de octubre. Y necesitamos confrontar su opinión sobre las consecuencias de esta fuga masiva con la del resto de actores políticos y económicos.
También a quienes están en Bruselas les queremos en casa, porque tenemos que saber qué pasó exactamente la mañana del 26 de octubre, cuando el presidente Puigdemont anunció a las personas de su entorno que convocaba elecciones autonómicas y cuatro horas más tarde se echó atrás. Algunos ya nos hacemos una idea con lo que vimos aquel día, lo que ha dicho el ex consejero Santi Vila y lo que indirectamente ha explicado el lehendakari Urkullu, pero necesitamos volver a esas horas claves. ¿Nos habrían aplicado igualmente el 155? En realidad, esto nunca lo sabremos, pero sí nos merecemos que el presidente Puigdemont, en caso de ser candidato, justifique y confronte el acierto o fracaso de aquella decisión con el resto de candidatos en un debate televisado.
Lo mismo sobre su retirada a Bruselas. Nos tiene que precisar en qué se basa para afirmar, como hace unos días en Catalunya Ràdio, que lo hizo porque sabía que el Gobierno central preparaba una nueva oleada de violencia. Debe regresar y explicarse. Muchos ciudadanos que le consideran un presidente en el exilio –puntualizo que no es mi caso– necesitan entender por qué no se ha hecho una candidatura unitaria del independentismo si todo un presidente en el exilio así lo ha pedido. Seguro, pues, que desearán ver a Puigdemont y Junqueras debatiendo frente a frente sobre este punto.
También les queremos en casa para hablar del día después de la supuesta proclamación de la República catalana. Alguien tendría que rendir cuentas a todos aquellos ciudadanos que con tanta felicidad vivieron la tarde del viernes 27 de octubre sobre el hecho de que todo se fuera al garete en unas horas porque más allá nada se había previsto. Es posible que se pregunten por qué nadie les dijo jamás que sin tener el control del espacio aéreo no había nada a rascar, o que con la simple publicación en el BOE del cese de todo el Govern se perdería el control de la estructura de estado denominada Mossos d'Esquadra. A alguien tendrán que pedir explicaciones por haber celebrado una declaración simbólica, como declaró la presidenta del Parlament ante el juez del Supremo, cuando en aquel momento la ofertaron como real. ¿Fue simbólica, folclórica o psicótica?
Debemos recuperar temas sobre los que apenas ha habido debate, como la conversación intervenida a Lluís Salvadó (ex secretario de la Hacienda catalana y presumible número 1 de la lista de ERC por Tarragona), en la que reconocía que la independencia económica era inviable, entre otras razones porque ni se tenía el control aduanero ni banco central propio, pero que estos detallitos se tenían que esconder a Puigdemont por si acaso al PDeCat se le ocurría acusar a Junqueras de no hacer los deberes.
Los máximos responsables del Govern cesado también tendrían que explicar a los ciudadanos si suscriben aquello que el lunes siguiente, en un ataque de sinceridad, soltó la postconvergente Marta Pascal en una entrevista en Tv3: “Lo que nos ha pasado es que hemos dado por muy fácil una cosa que quizás no era tan fácil, pero que era posible”. ¿O sea que era esto? O aquella otra magistral sentencia del cupero Benet Salellas pronunciada poco más o menos en las mismas horas: “Lo cierto es que en este país no hay estructuras de Estado preparadas ni medidas de efectividad republicana que se estén desarrollando”. De hecho, señoría, su decisión de encarcelar a los ex consejeros ha sido extremadamente contraproducente, no sólo porque ha crispado (perdóneme, con razón) los ánimos de mucha gente, sino porque cortó de raíz los primeros síntomas de autocrítica y los ataques espontáneos de sinceridad.
Y en este debate que debemos tener también habrá que regresar, por supuesto, a los días 6 y 7 de septiembre, que es cuando en dos sesiones parlamentarias se cruzó definitivamente el Rubicón. ¿Fue aquello el golpe de estado o lo fue el posterior 155? O habrá que volver al día de julio en que unos cuantos miembros del Govern (Neus Munté, Jordi Baiget, Jordi Jané y Meritxell Ruiz) se bajaron del tren a conciencia porque no querían estar ahí montados cuando llegara el momento del choque frontal.
También nos merecemos alguna explicación del ex consejero de Exteriores, Raül Romeva. ¿Cómo explica este fracaso en el reconocimiento internacional de la república catalana? Le queremos libre y en casa para que nos diga si no sabía antes que ningún gobierno importante (o incluso insignificante) apoyaría a la presunta república. De hecho, señoría, ahora mismo tendríamos que estar revisando la hemeroteca para recuperar cuántas veces se nos aseguró que cuando fuéramos independientes habría una cadena de reconocimientos, o que Europa nos acogería con los brazos abiertos, o cuántas otras se nos dijo que la vía del referéndum acordado era imposible (ahora empiezan a decir el contrario), o que en Madrid nunca entienden nada de nada (¿seguro que no es a la inversa?). Tendríamos que estar rescatando de la audioteca aquellos míticos gimoteos radiofónicos de Junqueras, “hagámosla, hagámosla ya”, pero nos lo impide el hecho de que los protagonistas de todo esto no puedan despertarse cada día en su casa.
A la ex consejera Bassa, por ejemplo, la quieren en casa una multitud de entidades sociales porque necesitan escuchar de su boca qué ha sucedido con esa partida de 10 millones de euros en subvenciones que está bloqueada y sobre la cual hay versiones contradictorias, puesto que no queda claro si es debido a la intervención de la Generalitat o a una desidia anterior en la tramitación de estos pagos o ambas cosas. Hay muchas entidades ahogadas, con nóminas sin abonar (la situación de la federación de personas sordas es dramática), a causa de un dinero con el que contaban y que no llega ni se sabe si llegará, y que se suma a la deuda eterna de la Generalitat. También hay otras líneas de ayudas sociales y de salud que no se han convocado en los primeros nueve meses del año a pesar de estar presupuestadas, y no será porque la ex consejera Bassa y el ex consejero Comín no pudieran intuir que en el mes número diez las cosas se pondrían verdaderamente feas, o porque algunas entidades no les hubieran pedido expresamente que por este motivo agilizaran las convocatorias.
Y puesto que hablamos del ex consejero de Salud, Toni Comin, también le queremos en casa para que nos asegure que todo lo sucedido en las últimas semanas nada tiene que ver con el hecho de que Barcelona haya quedado prácticamente descartada como sede de la Agencia Europea del Medicamento, cuando hace unos meses era una de las ciudades favoritas para acogerla. O, volviendo a Junqueras, querríamos que nos anticipe cómo se lo hará para reconquistar los corazones de la gente del Mobile World Congress y del Mobile World Capital a fin de que no se larguen de Barcelona tras la edición de 2018.
Ya lo ve, señoría, les necesitamos en casa por muchas razones extrajurídicas. Queremos una campaña electoral en la que se hable abiertamente de todo lo que ha ocurrido, y de todo lo que prometieron, y esto no pasará si en esta campaña no pueden participar personalmente aquellos que hicieron y prometieron. Necesitamos saber quién considera que Cataluña es una república intervenida y quién considera que es autonomía intervenida. Y que unos y otros nos digan de quién es culpa que esté intervenida en cualquiera de los casos y qué piensan hacer de ahora en adelante, sabiendo, claro está, que la justicia también hará su camino.
Señoría, si realmente quiere ayudar, no nos encarcele el debate. Intervenga los pasaportes y ponga las fianzas que hagan falta, pero libere hoy mismo a los ex consejeros, libere también a Sànchez y Cuixart, facilite el regreso de los que quedan en Bruselas, y permita de este modo que tengamos una campaña electoral política y no religiosa.