La reciente creación de la plataforma 'Sobiranistes' podría llevarnos a creer que dentro de los 'comuns' hay unas voces que son soberanistas y otras que no lo son; del mismo modo que el espacio de los 'comuns federalistes' induce a pensar que sólo una parte de los 'comuns' bebe de la tradición federalista.
Si aceptáramos esta premisa llegaríamos a la conclusión que la propuesta política de los 'comuns' debe encontrar un equilibrio entre estas dos posiciones, que, por otra parte, no hay duda de que se tienen que escuchar y deben dialogar. Pero los equilibrios a menudo son inestables. Entenderlo de esta manera, además, sería reproducir hacia dentro el error que, en mi opinión, se cometió en las pasadas elecciones catalanas, cuando terminamos jugando un rol de mediadores entre el bloque de la DUI y el del 155.
Creo que éste no debe ser nuestro papel, sino que debemos ser capaces de defender una propuesta propia que genere unidad dentro del espacio político. El momento es complejo y difícil, pero debemos ser conscientes de que seguimos siendo la única formación política que, por el carácter inclusivo de lo que proponemos, puede conseguir vertebrar unas mayorías de país lo suficientemente amplias como para convertirse en solución al actual conflicto político.
La propuesta política recogida en el ideario de Catalunya en Comú es plenamente soberanista. Concebimos Catalunya como una nación con derecho a decidir libremente su futuro. Entendemos el soberanismo desde el progresismo y la radicalidad democrática. Poniendo a las personas en el centro de la acción política, creemos firmemente que somos los ciudadanos los que debemos poder decidir sobre todas las cuestiones. Ser soberanista no es sinónimo de ser independentista. De hecho, el soberanismo progresista que defendemos se opone frontalmente al nacionalismo conservador y excluyente que podemos ver en una parte del independentismo actual.
Del mismo modo, la propuesta de los 'comuns' bebe indudablemente de la tradición federalista. El principio fundamental del federalismo radica en concebir la soberanía como divisible y entender que una comunidad política soberana –una nación– puede decidir compartir o ceder parte de su soberanía. Esto es lo que hacen, por ejemplo, todos los estados miembros de la UE. Pero también es el que hace el estado de Nueva York cuando dota a la ciudad de Nueva York de capacidad para regular el precio de los alquileres.
Cuando los 'comuns' proponemos una República Catalana en el marco de un Estado Plurinacional, pero también cuando apostamos por el municipalismo del bien común estamos diciendo justamente eso: la soberanía es divisible y se puede compartir. Nuestra propuesta, pues, pretende articular soberanías a diferentes escalas, respondiendo a las características de una nueva época en que el papel de los estados–nación está fuertemente cuestionado.
La propuesta del PSOE, en cambio, subordina el federalismo al nacionalismo de Estado, pues implica que es la nación dominante la que se apropia del Estado. Esta visión es totalmente antagónica a la propuesta plurinacional de los 'comuns'. En síntesis, los 'comuns' proponemos una relación de carácter confederal entre Catalunya y el Estado español. Esto implica reconocer que Catalunya es un nación soberana que tiene derecho a decidir cómo comparte esta soberanía, y también cómo la acerca a los problemas reales de la gente a través de los ayuntamientos. Esta propuesta es soberanista, es municipalista, bebe de la tradición federalista y es solución.
La reciente creación de la plataforma 'Sobiranistes' podría llevarnos a creer que dentro de los 'comuns' hay unas voces que son soberanistas y otras que no lo son; del mismo modo que el espacio de los 'comuns federalistes' induce a pensar que sólo una parte de los 'comuns' bebe de la tradición federalista.
Si aceptáramos esta premisa llegaríamos a la conclusión que la propuesta política de los 'comuns' debe encontrar un equilibrio entre estas dos posiciones, que, por otra parte, no hay duda de que se tienen que escuchar y deben dialogar. Pero los equilibrios a menudo son inestables. Entenderlo de esta manera, además, sería reproducir hacia dentro el error que, en mi opinión, se cometió en las pasadas elecciones catalanas, cuando terminamos jugando un rol de mediadores entre el bloque de la DUI y el del 155.