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Cuatro ideas para que el nuevo sujeto político catalán no vuelva a estrellarse

Alejandro Pérez Polo

El pasado mes de noviembre se dio el pistoletazo de salida a la construcción definitiva de un nuevo partido capaz de aglutinar a los diversos actores del espacio de ruptura en Catalunya. El próximo domingo 29 de enero empezará el proceso participativo.

Tras todo lo conseguido hasta el momento y ante un procés que muestra signos claros de agotamiento, el nuevo sujeto político catalán es la oportunidad para dar el salto adelante necesario para poder disputar la victoria en Catalunya.

Un Pais En Comú –el nombre del proceso participativo que desembocará en la consolidación de ese nuevo sujeto- tendrá el difícil reto de revertir las tendencias adversas que las encuestas están trasladando. De momento, parece que no se ha roto el espacio electoral tradicional de ICV (entre 10 y 15 escaños).

Una de las claves para afrontar con éxito esta nueva etapa es aprender las lecciones que se pudieron extraer de la derrota de Catsiqueespot.

En clave constructiva, me gustaría poder lanzar cuatro ideas para animar el debate entre los compañeros y compañeras que luchan por el cambio en Catalunya:

1- Mantener el nombre y la estética de En Comú Podem: Uno de los principales problemas del nuevo espacio político catalán es que se halla en una búsqueda continuada de nuevos nombres, reproduciendo de esta forma un eterno llamamiento a la irrupción ciudadana.

El momento político de esa irrupción fue en las europeas del 2014 y las municipales del 2015. Precedidas, en el caso catalán, de la iniciativa Procés Constituent en 2013. No se puede estar constantemente regresando a un momento anterior al que nos encontramos en la actualidad: ya existen referentes y traducciones políticas del ciclo de movilizaciones 2011-2014. Éstas son: Podemos y el morado y En Comú en la arena municipal. Las fórmulas y la consolidación de esas referencias son el punto de apoyo sobre las que lanzar el nuevo sujeto: el momento político actual ya no es el de buscar traducciones políticas. Ahora Ada Colau ya gobierna Barcelona y En Comú Podem tiene muchísimos diputados y senadores en las Cortes generales así como en el Parlament.

Los retos tienen más que ver con la gestión institucional, la capacidad de demostrar ser útiles a la ciudadanía sin perder la calle y la movilización social.

Continuar creando nuevos nombres solo provoca más confusión entre los votantes e impide socializar y determinar claramente los referentes. El morado es ahora mismo el color del cambio para la ciudadanía catalana, española y europea y, en el caso de En Comú Podem, la adaptación de ese morado a un degradado en el que todos se sientan cómodos fue un acierto.

Un País En Comú, al menos en su lanzamiento, hace abstracción tanto de Podemos como del morado e intenta instalar nuevos colores, el negro y el blanco, que parecen obviar todo lo que ha sucedido del 2014 a 2017.

2- Romper el encajonamiento del debate territorial. La segunda idea es que en la política catalana, el debate territorial es en el que el nuevo sujeto se mueve peor. La insistencia en reproducir y ubicarse en el terreno que el adversario quiere –referendum y procés- sólo trabaja en favor de la hegemonía convergent existen y otra es quedarse fijado en un debate que no es la prioridad del votante de En Comú/Podemos y que nos impide generar categorías y marcos de sentido nuevos y propios.

El principal desafío es volver a colocar aquellos temas que realmente preocupan a las clases populares catalanas: transparencia (lucha contra la corrupción), derechos humanos (incorporando los derechos socioeconómicos), democracia (participación e inclusión voces excluidas) y soberanía (frente a la UE). Mantener la frescura y la naturalidad propias a los nuevos partidos políticos es una tarea prioritaria.

3- Marcar el horizonte en las municipales 2019 y las generales 2020. Al processisme todavía le queda una bala: las próximas elecciones autonómicas. Aún puede imponer un relato propio sobre el fracaso del nuevo 9N y puede mantener una confrontación con España en las coordenadas del 2012. Lo complicado para ellos será mantenerlo tras la incapacidad, una vez más, de conquistar nada para la ciudadanía catalana.

La poca centralidad de las municipales 2019 en los discursos y proyectos de Un País En Comú no deja de ser sorprendente ya que es el terreno de juego idóneo para avanzar posiciones en la construcción de una nueva hegemonía. Será mucho más sencillo ganar muchas más alcaldías y revalidar el trabajo realizado en las que ya se gobiernan que no progresar con claridad en los próximos comicions de 2018, pese a que no hay que renunciar de ninguna manera éstos.

El rumbo y el camino podría focalizarse más en esa construcción desde abajo –desde el avance de posiciones en lo local- pero prefigurando ese asalto a los cielos que podría producirse en el futuro. Sobre todo, poder dibujar una carrera de obstáculos en la que se va avanzando progresivamente: 2018, 2019 y luego generales 2020, allanando así el camino para una victoria en unas hipotéticas elecciones autonómicas en 2022.

4- Superar las dinámicas de la vieja izquierda y de los viejos académicos catalanes. En Catalunya, los actores clásicos de la izquierda catalana no han sido tan reacios como en el resto de lugares del estado español a impulsar, promover e incorporarse a la nueva ola política. Esto tiene sus puntos positivos y sus puntos negativos.

Entre los positivos, está la apuesta inequívoca por la unidad ciudadana en esta coyuntura histórica. Entre los negativos, está la ausencia de la autocrítica necesaria para poder ser instrumento útil y al servicio de la victoria de las clases populares.

En este sentido, que todavía exista la necesidad de reivindicar la gestión del Tripartit o de hablar continuadamente de sí mismos –los logros de la izquierda en los municipios que han gobernado o del buen desempeño institucional acompañando y llevando las demandas de los movimientos sociales- es un paso atrás y un obstáculo para lanzarse de lleno y de forma comprometida en la construcción de una nueva herramienta capaz de ganar.

Hablar a la gente, sentir como la gente, teniendo memoria pero con la mirada puesta en el futuro. No podemos volver a la vieja lógica de segmentación de luchas de los 80–ecologismo, feminismo, sindicalismo- sino intentar incluirnos en el nuevo ciclo, la nueva época política en el que el objetivo reside en resignificar los consensos sociales rehaciendo una única cadena de equivalencias.

Por último, está el reto de planificación, participación y objetivos políticos claros que puedan poner encima de la mesa con nitidez que existen dos modelos y dos proyectos para Catalunya: el de CDC, al servicio de una minoría y el de ECP, al servicio de la mayoría. Construir nuevas identidades que permitan “patear” el tablero.

Pese a todas las dificultades encontradas a lo largo del camino, poco a poco y aprendiendo de los errores cometidos, tenemos la oportunidad de construir la herramienta definitiva para la conquista de la victoria. Adelante y fuerza.

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