Resulta inmoral, cínico y provocativo presentar como un progreso que en la última Encuesta de Población Activa del segundo trimestre el paro haya bajado por debajo del 20% (14,6% en Catalunya) por primera vez desde el inicio de la crisis de los recortes y no añadir a continuación que se debe a la precariedad laboral en el sector turístico o que seguimos siendo el primero de los 27 países de la Unión Europea (después de Grecia) en cantidad de parados forzosos. En el conjunto de España están registrados 1,4 millones de hogares con todos sus miembros en paro y no sé si también debe considerarse como un avance que hayan disminuido en 55.500. La llamada tasa de temporalidad (contratos a tiempo parcial o de duración limitada) alcanza actualmente el 27% del total, la cifra más alta desde 2008.
La reforma laboral del gobierno del PP no ha aportado solución alguna al problema estructural del paro más elevado de Europa (después de Grecia), un drama disimulado de proporciones agudas que solo puede resolverse con otro tipo de política económica, otra fiscalidad y otra gestión de las oficinas de empleo. En las actuales condiciones, ni siquiera tener un puesto de trabajo precario garantiza escapar de la pobreza.
El pasado año el gobierno del PP ya tuvo la desfachatez de anunciar un cambio de ciclo por haberse creado durante el primer trimestre 434.000 puestos de trabajo (solo la mitad con contrato indefinido), a pesar de que el paro se mantenía dentro del récord histórico de 23,7% de la población activa (19,9% en Catalunya). Diez años antes, en 2005 el paro es situaba en España en un 8,01%.
Hablar de reducción del paro o de cambio de ciclo económico es un espejismo estadístico tramposo. La ínfima recuperación económica es frágil y mal repartida, penaliza a los jóvenes y favorece los sueldos bajos y la precariedad laboral. La crisis no ha abierto camino a políticas efectivas de recuperación, sino a una durísima ofensiva de “reajuste a la inversa” de la distribución de la riqueza.
Catalunya ya no es la desarrollada “fábrica de España”. Su legendaria modernidad soporta actualmente casi el doble de paro que la media europea. En las demás regiones de los llamados pocos años atrás Cuatro Motores de Europa, de los que Catalunya pretendía formar parte, el paro es del 3,5% de la población activa en Baden-Würtemberg, del 8,1% en la Lombardía italiana y del 8,4% en la de Ródano-Alpes francesa.
La descomunal tasa de parados es una de les secuelas más punzantes de la crisis de la desigualdad y encubre en Catalunya situaciones límite que pocas veces se ven tratadas por la actualidad general, dentro de un hecho diferencial desconocido hasta ahora en comparación con la Europa desarrollada. Se trata de una taza de paro antidemocrática y quizás deberíamos empezar por ahí.
Resulta inmoral, cínico y provocativo presentar como un progreso que en la última Encuesta de Población Activa del segundo trimestre el paro haya bajado por debajo del 20% (14,6% en Catalunya) por primera vez desde el inicio de la crisis de los recortes y no añadir a continuación que se debe a la precariedad laboral en el sector turístico o que seguimos siendo el primero de los 27 países de la Unión Europea (después de Grecia) en cantidad de parados forzosos. En el conjunto de España están registrados 1,4 millones de hogares con todos sus miembros en paro y no sé si también debe considerarse como un avance que hayan disminuido en 55.500. La llamada tasa de temporalidad (contratos a tiempo parcial o de duración limitada) alcanza actualmente el 27% del total, la cifra más alta desde 2008.
La reforma laboral del gobierno del PP no ha aportado solución alguna al problema estructural del paro más elevado de Europa (después de Grecia), un drama disimulado de proporciones agudas que solo puede resolverse con otro tipo de política económica, otra fiscalidad y otra gestión de las oficinas de empleo. En las actuales condiciones, ni siquiera tener un puesto de trabajo precario garantiza escapar de la pobreza.