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¿Ya ha terminado la crisis?

El relato sobre la actualidad socioeconómica que nos quieren hacer creer la derecha catalana, la española y la europea pasa, estratégicamente, para manipular cifras y datos económicos que nos indiquen que la llamada crisis está llegando a su fin. Ahora bien, no deja de ser eso: una manipulación estadística de indicadores que son fácilmente manipulables y de una lectura manifiestamente volátil.

Dicho esto, en el trasfondo ideológico de las afirmaciones del Presidente Mas y del Presidente Rajoy está su verdad: esta crisis ha terminado desde el punto de vista de sus objetivos de clase. Y me explicaré. Los trabajadores cada vez tenemos más claro que esta coyuntura (acertadamente llamada timo por las corrientes de pensamiento económico alternativo) ha sido diseñada por la derecha con el único objetivo de desprotegernos de nuestros derechos y acabar con los logros de la clase trabajadora de los últimos cincuenta años: lo que habíamos acordado denominar el estado del bienestar. Hoy, siete años después del inicio de la crisis económica que se convirtió en financiera, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. El hecho de que el Estado español -Cataluña incluida- es el segundo país de Europa con más desigualdades después de Letonia así lo confirma. Y, además, hemos atravesado la etapa política donde el conjunto de las clases populares hemos perdido más derechos sociales, laborales e individuales. Estamos en un momento tan complejo que es altamente revolucionario defender la democracia. Evidentemente, entendiendo democracia como poder popular para poder decidir todo.

De esta fase de desprotección de derechos hay ejemplos bien claros: la reforma laboral tenía por objetivo desprotegernos de nuestro derecho a un trabajo digno, fomentar la precariedad y cargarse la negociación colectiva como herramienta de poder de la clase trabajadora frente a la patronal. La privatización de la educación y de la sanidad ha buscado desprotegernos de nuestro derecho a los servicios públicos que nos igualan a todos, independientemente del peso del bolsillo de nuestras familias. La nueva ley de seguridad ciudadana, si se aprueba, conseguirá desproteger-nos de un elemento que es vital para mantener la conciencia de clase: el derecho a manifestación. La retrógrada y fascista ley del aborto del ministro Gallardón también persigue sustraer los derechos de las mujeres que tantos años y tantas luchas han costado. En definitiva, esta crisis ha servido con claridad los objetivos de la derecha y la oligarquía política de Europa: eliminar todo lo que huele a público, mercadear con nuestros derechos y atacar la organización colectiva de la clase trabajadora. Y, con dignas y honrosas excepciones provocadas por las luchas sociales, se están saliendo con la suya.

Así pues, es evidente que los trabajadores y trabajadoras siempre estaremos en crisis si quien gobierna y ejerce el poder es la derecha. Una derecha cada vez más arrodillada ante los mercados y los monopolios financieros. Para acabar con la crisis de nuestra clase hay echarlos, democrática y pacíficamente, del poder y reconquistar la democracia como poder popular.

¿Aún estamos a tiempo de detener esta situación que se ha convertido un auténtico proceso deconstituyente de nuestros derechos? Claramente sí. Debemos ser conscientes de que hoy ya no tiene sentido una organización (política, social, sindical o vecinal) que no lucha, pero tampoco tienen sentido las luchas sin la organización de quienes las conformamos. Organizarse significa tomar conciencia colectiva, coordinar acciones para garantizar intereses públicos y dejar atrás disputas de las izquierdas que han ayudado a la hegemonía de la derecha. Ejemplos como la lucha de las PAH, las mareas amarillas de la educación o los acontecimientos de Gamonal en Burgos son indicadores del camino político y social que deberíamos hacer, pero haciéndolo juntos. Hay que convertir la resistencia en alternativa y la alternativa en poder popular. Sólo así saldremos de la asfixia a la que las derechas nos han llevado para mantener los privilegios de unos pocos en detrimento de los derechos de todos.

Las izquierdas no necesitamos más siglas, más desencuentros ni más Mesías salvadores. Ahora es el tiempo de la propuesta, de la unidad y de construir una alternativa plural llamada a construir nacional, social y democráticamente Cataluña, el estado y Europa. La gente de EUiA y de ICV lo tenemos claro y por eso hemos convocado una Asamblea Abierta el 1 de febrero en Fabra y Coats de la que no queremos ser propietarios sino que queremos compartirla con el activismo político, social y sindical que hoy está llamado a jugar un papel sustancial en nuestro país. ¿Nos ponemos a ello?

El relato sobre la actualidad socioeconómica que nos quieren hacer creer la derecha catalana, la española y la europea pasa, estratégicamente, para manipular cifras y datos económicos que nos indiquen que la llamada crisis está llegando a su fin. Ahora bien, no deja de ser eso: una manipulación estadística de indicadores que son fácilmente manipulables y de una lectura manifiestamente volátil.

Dicho esto, en el trasfondo ideológico de las afirmaciones del Presidente Mas y del Presidente Rajoy está su verdad: esta crisis ha terminado desde el punto de vista de sus objetivos de clase. Y me explicaré. Los trabajadores cada vez tenemos más claro que esta coyuntura (acertadamente llamada timo por las corrientes de pensamiento económico alternativo) ha sido diseñada por la derecha con el único objetivo de desprotegernos de nuestros derechos y acabar con los logros de la clase trabajadora de los últimos cincuenta años: lo que habíamos acordado denominar el estado del bienestar. Hoy, siete años después del inicio de la crisis económica que se convirtió en financiera, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. El hecho de que el Estado español -Cataluña incluida- es el segundo país de Europa con más desigualdades después de Letonia así lo confirma. Y, además, hemos atravesado la etapa política donde el conjunto de las clases populares hemos perdido más derechos sociales, laborales e individuales. Estamos en un momento tan complejo que es altamente revolucionario defender la democracia. Evidentemente, entendiendo democracia como poder popular para poder decidir todo.