La avalancha de tuits antisemitas por la derrota del Real Madrid en baloncesto ante el Maccabi de Tel Aviv, por el fondo y la forma, no son diferentes de otros tuits en Twitter referentes a otros temas o personas físicas. Es decir, se trata de dejarte ir y insultar sin freno y a ver quién la dice más gorda. Se ha convertido ya en un tópico el hecho de asimilar el uso del Twitter a la actitud que se muestra en una supuesta barra de bar.
Como si todos tuviéramos la misma idea de este lugar o, si lo que se dice, a veces supuestamente, a lo loco, en una barra de bar, fuera muy diferente de lo que se dice, por ejemplo, en una comida multitudinaria o tras tomar unas copas, en la celebración de una boda. Y aquí, quiero hacer una defensa de las barras del bar. La pobre barra no tiene la culpa. Ha de vivir y ver cada día situaciones de todo tipo. Por otra parte, no todos los que quieren arreglar el mundo desde esta tribuna privilegiada lo hacen de una manera tan grosera y en el fondo, tan ignorante.
Se dan grandes discusiones y bien profundas, en las barras del bar. De hecho, en una barra de bar se junta lo mejor y lo peor de cada casa, desde los más imbéciles hasta los más inteligentes. Si el ministro Fernández quiere perseguir legalmente a los idiotas de twitter, también debería ponerse a perseguir a los imbéciles de las innumerables barras de bar existentes. Imposible.
Lo único cierto es que si, tal como se ha reproducido en varios medios, diecisiete mil quinientas personas han hecho Tweets antisemitas, entre las cuales, un tal Víctor Guerrero Fer, con un twitt donde dice “Judios cámara de gas. Hala Madrid”, de entrada, el club en cuestión debería manifestarse de alguna manera. Recordemos que el Barça acaba de despedir fulminantemente a una trabajadora de su Museo por las acciones racistas efectuadas durante el partido del Llagostera de promoción a segunda división A. Una persona así no puede trabajar para el Barça. Bien. Y si el Madrid no dice nada, ni que sea por desmarcarse, mal.
Pero es que, aparte de eso, un individuo que se expresa públicamente así ni siquiera está haciendo un acto de banalización del horror. Está mostrando su miseria, su inanidad como persona, su profunda imbecilidad (un hebreo no es un judío, por ejemplo). Banalizar el mal, el nazismo, el holocausto, necesita un poco más de nivel intelectual. No mucho más, un poco. Y estos tweets no lo dan.
Algo bueno de Twitter es que puedes identificar a los usuarios. En este sentido, la sufrida barra de bar absorbe todo. Todo se lo queda para ella. Cuando alguien suelta una gorda apoyado en la barra, no lo firma o ni cede sus datos. En Twitter, sí. Y estará bien, a este fin que a Víctor Guerrero y a los otros diecisiete mil quinientos madridistas se les explique un par de cosas. Pero, como siempre, el problema es de fondo y no se arregla sólo con simple represión. O con la denuncia que han hecho ante la justicia varias entidades judías o de relaciones catalanojudías.
No sabemos donde terminará la cuestión, pero, desgraciadamente, el problema está tomando un carácter claro de pérdida de memoria histórica. Cuanto más tiempo pase, sobre el holocausto, sobre el exterminio de judíos, se irá depositando una capa de polvo que pondrá distancia entre el hecho y el sentimiento de repugnancia causado por el recuerdo. El tiempo es implacable. Y, salvo Alemania, el holocausto acabará convirtiéndose en un tema de películas bajadas de Internet. Es lo que habría ocurrido con las víctimas sin nombre de la dictadura franquista asesinadas y enterradas en los márgenes de las carreteras. Las asociaciones que velan por la memoria histórica, en realidad, conducen su batalla contra el tiempo y el olvido, los peores enemigos.
España -incluyendo Cataluña- es uno de los Estados donde hay más bares de Europa. Y en cada bar suele haber una barra. Da miedo pensar que al final resultará que, sin saberlo, chupamos educación primaria de barra de bar. Da miedo pensar que al final resultará que todos somos unos hijos de barra.
Miedo y vergüenza.
La avalancha de tuits antisemitas por la derrota del Real Madrid en baloncesto ante el Maccabi de Tel Aviv, por el fondo y la forma, no son diferentes de otros tuits en Twitter referentes a otros temas o personas físicas. Es decir, se trata de dejarte ir y insultar sin freno y a ver quién la dice más gorda. Se ha convertido ya en un tópico el hecho de asimilar el uso del Twitter a la actitud que se muestra en una supuesta barra de bar.
Como si todos tuviéramos la misma idea de este lugar o, si lo que se dice, a veces supuestamente, a lo loco, en una barra de bar, fuera muy diferente de lo que se dice, por ejemplo, en una comida multitudinaria o tras tomar unas copas, en la celebración de una boda. Y aquí, quiero hacer una defensa de las barras del bar. La pobre barra no tiene la culpa. Ha de vivir y ver cada día situaciones de todo tipo. Por otra parte, no todos los que quieren arreglar el mundo desde esta tribuna privilegiada lo hacen de una manera tan grosera y en el fondo, tan ignorante.