El amigo Josep M. Vallés justifica en un artículo su voto por Catalunya Sí que es Pot sobre los tres ejes que considera son los tres dilemas de este momento histórico. Uno, es la respuesta a la crisis económica que es global y local. Hay quieren volver al pasado reciente (hace unos pocos años escuché en un acto público a uno de los principales dirigentes de la Caixa decir que era necesario volver a la situación de 2005). Otros queremos promover reformas radicales del sistema actual especialmente en lo que se refiere al control público del sistema financiero y a la recuperación de los bienes y servicios“comunes”. Esto haría posible recuperar y ampliar los derechos sociales. El segundo eje corresponde a la regeneración política, al modelo de democracia representativa y jerárquica frente a la democracia basada en la deliberación y la participación y en la asunción del conflicto como un medio de progreso. Es la democracia colaborativa como alternativa al binomio privatización o burocratización. Y el tercero se refiere al Estado como aparato soberano y centralizador, que no admite pluralidad de poderes autónomos y contrapoderes. Es decir pone en cuestión el modelo clásico de Estado soberano. Con razón: el concepto mismo de soberanía resulta hoy muy anacrónico. Hay que agradecer que el artículo de Vallés es bastante más que una toma de posición. Es también una lúcida reflexión sobre los tres ejes.
Vaya por delante pues que coincido con el artículo citado. También soy votante de Catalunya Sí que es Pot y me parece que a su manera, no en los mismos términos de Vallés, la candidatura que encabeza Rabell creo que tiene en cuenta los tres ejes expuestos. Pero hay algo falta que no está en el artículo. Lo cual no es criticable pues no hay porque tratar todos los aspectos de una cuestión y su planteamiento va más allá de las elecciones. Pero la omisión es grave en el caso de la campaña de CSQP pues se refiere al tema central. Ni más ni menos que la cuestión nacional y el dilema independencia de Catalunya o dependencia del Estado español. Es un dilema que en estos términos no nos gusta. Por dos tipos de razones. La primera incomodidad se refiere a la hegemonía del catalanismo representado por Convergència que se ha precipitado, con un alto riesgo de no conseguir otra cosa que frustrar las expectativas generadas a cambio de mantenerse en los próximos años al frente de la Generalitat. Es un argumento muy insuficiente pues ni está claro quién hegemonizará el proceso post 27S ni se puede prever los efectos del resultado, previsiblemente favorable al independentismo, sobre el Gobierno español. La otra incomodidad es más de fondo.
En las izquierdas catalanes hay los que consideran el independentismo como solución a los tres ejes señalados y que es ahora el momento de forzarla. Estan en la CUP y en parte de Junts pel Sí. También hay que los que consideran la independencia como posible e incluso deseable, debido a la persistencia españolista de monopolizar el Estado, pero consideran que el proceso será lento y gradual y que precipitarlo es, o puede ser, abortarlo. El excelente artículo de Jaume Bosch en Crític lo expone muy bien. En las izquierdas populares y obreristas es una opción bastante aceptada. Y los hay que creen más factible negociar el referéndum y un nuevo encaje de Catalunya que le permita desarrollarse como Nación, en lo económico, en lo cultural y en su organización política, en un marco federal (asimétrico) o confederal.
¿Qué ha pasado en la campaña de CSQP? Era de prever que esta candidatura compitiera con Junts pel Sí para ser la más votada o en todo caso fuera la segunda fuerza sin discusión. Pero Ciudadanos, cuyos votos vienen del PP principalmente, parecía destinado a moverse en un espacio secundario, con el PP y con un PSC abocado hacia el precipicio. Las últimas encuestas indican que Ciudadanos aparece como la segunda fuerza, lejos de Junts pel Sí pero bastante por delante de CSQP, PP, PSC y CUP, que a pesar de la fuerza de atracción de Junts pel Sí aparece como una candidatura en proceso ascendente. Hay pues un tercer bloque de estas 4 candidaturas. Es difícil no considerarlo como un relativo fracaso pues si se confirman las previsiones es probable que Catalunya Sí que es Pot sume muy pocos más electos que los que tuvo ICV-EUiA en 2012. A pesar de haber construido una coalición que reúne a los herederos del PSUC con Podemos y con una destacada presencia de líderes de los movimientos y organizacions sociales com Rabell (presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona hasta hace dos meses) y Coscubiela (ex secretario geneal de CCOO y destacado diputado).
El periódico digital Crític publicó recientemente un interesante artículo de Roger Palà sobre la candidatura de Catalunya Sí que es Pot. Su argumento es cierto: CSQP se ha encontrado en una posición muy difícil, entre dos fuegos o dos extremismos, un bloque poderoso y transversal por una parte y el aparato del Estado español en el otro. Han sido objeto de un linchamiento político y mediático de unos y otros. Y sobretodo han sido “invisibilizados” por los medios. Pero una candidatura no puede asumir ser una “víctima”. Debe definir una campaña que le permita marcar una posición propia, que obligue a los medios a tenerla en cuenta y que las candidaturas adversarias se sienten provocados y deban confrontarse con ella. No me parecen válidos los argumentos personalizados. Lluis Rabell a priori no era un mal candidato. Pero ha debido plegarse a una línea política que supongo comparte y que considero equivocada: una campaña “social”. Es decir mear fuera de tiesto. Pues, guste o no, las elecciones se situan en el eje Catalunya-España. Tampoco me vale aducir el silencio de Barcelona en Comú y Ada Colau, que no han dado un apoyo explícito a la candidatura. Por su transversalidad era difícil que se volcaran a CSQP y por ser gobierno de Barcelona no podían permitirse apoyar una candidatura sin perfil ganador o por lo menos competitivo. El problema ha estado en haber optado por un perfil bajo y marginal.
Un bloque de izquierdas debía presentarse como una fuerza con vocación hegemónica, con una propuesta para Catalunya y en su relación con España, no podía mantenerse al margen de las movilizaciones del catalanismo como el 11 de setiembre. No se trataba de apuntarse a la independencia, pero sí a la autodeterminación, al derecho a decidir, a dejar claro que el adversario principal es el gobierno del PP, que seríamos beligerantes si las actuales instituciones del Estado pretenden reprimir al independentismo, que rechazamos al bloque del NO, que no renunciamos a la independencia si no hay un gobierno dispuesto a reconocer a Catalunya como nación y a una relación pactada de tu a tu. Había que introducir épica, no discursos propios de un Comité Central partidario, había declamar consignas tan fuertes o más que los otros. Y a partir de ser un pueblo, catalán, que piensa y habla en catalán y en castellano, y que tiene cuentas y derechos pendientes , se plantean las reivindicaciones sociales. En cambio se ha centrado el discurso de la campaña más propia de la periferia de Madrid que de Catalunya, se ha hecho el ridículo con populismo primario y paternalismo viejo refiriéndose a “los guetos invisibles”, a los orígenes étnicos y a los que nunca han sido escuchados. Hace 50 años no nos hubiera pasado por la cabeza este tipo de campaña. Las clases populares no se merecían este discurso parroquial. Mala cosa cuando los que se unen se sienten débiles de entrada. Como decía un verso de Garcilaso “el caballero que va herido a la batalla perecerá en ella”. En fin, mejor pensar en el 28 de setiembre y juntar de nuevo las izquierdas, sean independentistas a tope, a medias, o muy poco o nada. Pues a todos nos debe unir la exigencia del referéndum, la propuesta permanente de negociar con el gobierno español y la impulsión de políticas avanzadas para todos los ciudadanos de Catalunya
El amigo Josep M. Vallés justifica en un artículo su voto por Catalunya Sí que es Pot sobre los tres ejes que considera son los tres dilemas de este momento histórico. Uno, es la respuesta a la crisis económica que es global y local. Hay quieren volver al pasado reciente (hace unos pocos años escuché en un acto público a uno de los principales dirigentes de la Caixa decir que era necesario volver a la situación de 2005). Otros queremos promover reformas radicales del sistema actual especialmente en lo que se refiere al control público del sistema financiero y a la recuperación de los bienes y servicios“comunes”. Esto haría posible recuperar y ampliar los derechos sociales. El segundo eje corresponde a la regeneración política, al modelo de democracia representativa y jerárquica frente a la democracia basada en la deliberación y la participación y en la asunción del conflicto como un medio de progreso. Es la democracia colaborativa como alternativa al binomio privatización o burocratización. Y el tercero se refiere al Estado como aparato soberano y centralizador, que no admite pluralidad de poderes autónomos y contrapoderes. Es decir pone en cuestión el modelo clásico de Estado soberano. Con razón: el concepto mismo de soberanía resulta hoy muy anacrónico. Hay que agradecer que el artículo de Vallés es bastante más que una toma de posición. Es también una lúcida reflexión sobre los tres ejes.
Vaya por delante pues que coincido con el artículo citado. También soy votante de Catalunya Sí que es Pot y me parece que a su manera, no en los mismos términos de Vallés, la candidatura que encabeza Rabell creo que tiene en cuenta los tres ejes expuestos. Pero hay algo falta que no está en el artículo. Lo cual no es criticable pues no hay porque tratar todos los aspectos de una cuestión y su planteamiento va más allá de las elecciones. Pero la omisión es grave en el caso de la campaña de CSQP pues se refiere al tema central. Ni más ni menos que la cuestión nacional y el dilema independencia de Catalunya o dependencia del Estado español. Es un dilema que en estos términos no nos gusta. Por dos tipos de razones. La primera incomodidad se refiere a la hegemonía del catalanismo representado por Convergència que se ha precipitado, con un alto riesgo de no conseguir otra cosa que frustrar las expectativas generadas a cambio de mantenerse en los próximos años al frente de la Generalitat. Es un argumento muy insuficiente pues ni está claro quién hegemonizará el proceso post 27S ni se puede prever los efectos del resultado, previsiblemente favorable al independentismo, sobre el Gobierno español. La otra incomodidad es más de fondo.