Cuando ERC se decantó por dar la presidencia del Parlament a Junts, sabían que lo más complicado, la decisión sobre si investir o no a Salvador Illa, estaba por llegar. Por si fuera poco, y en pleno proceso de renovación de sus liderazgos, los republicanos han subido un grado la dificultad y han convocado este jueves una votación entre su militancia barcelonesa para entrar en el gobierno municipal de Jaume Collboni.
La decisión, que desde la federación de Barcelona de ERC insisten en que se ha tomado de forma autónoma, añade tensión a un partido que afronta dividido la negociación para la investidura catalana. Por un lado, están los afines a Oriol Junqueras. Del otro, los de Marta Rovira, que incluye a Pere Aragonès y su equipo presidencial. Estos últimos consideran que las prisas para pactar con Collboni debilitan la posición negociadora de los republicanos frente a los socialistas en el Parlament.
Las voces internas contrarias a un pacto con los socialistas para investir a Illa han empezado a expresarse públicamente este miércoles tras el anuncio de preacuerdo en Barcelona. Antes incluso de que el partido plantee la consulta sobre la investidura catalana, la sección local de ERC en Lleida –una de las importantes territorialmente– ha rechazado pactar con el PSC al considerarlo “incompatible” con el ideario republicano. Y las juventudes del partido han puesto una condición inasumible para el PSC a cambio de investir a Illa: el referéndum.
Aunque las negociaciones con el PSC en el Ayuntamiento se venían gestando desde hacía meses, y permitieron un acuerdo de presupuestos el pasado mes de febrero, el consenso en la dirección nacional de ERC parecía ser el de esperar a que se resolvieran las carpetas abiertas que tiene el partido. No solo por no condicionar la investidura, sino por no perjudicarles tampoco en una eventual repetición electoral que, según insisten en el partido, no temen.
Pero la federación de Barcelona, capitaneada por su presidenta, Eva Baró, y la líder del grupo municipal, Elisenda Alamany, decidió acelerar las conversaciones y cerrar este martes preacuerdo con los socialistas. Algunas fuentes de ERC se muestran muy sorprendidas de que ambas dirigentes municipales no asistieran el lunes a la reunión de la ejecutiva nacional del partido, en el que aseguran que no se llegó a abordar el acuerdo barcelonés.
Baró ha respondido este miércoles que si no fueron a la ejecutiva fue precisamente porque estaban negociando con los socialistas en ese momento. Y ha insistido en que el proceso de conversaciones con el PSC ha sido “impecable” y que se ha mantenido al partido informado con un “minuto y resultado”.
Pese a las palabras de Baró, el anuncio del acuerdo ha sembrado discordia entre varios cuadros del partido. Algunas fuentes consideran que detrás de esa precipitación estaría Junqueras, que se ha retirado de la presidencia de ERC pero aspira a revalidarla en noviembre, y que apostaría claramente por investir a Illa. Otras voces consultadas, en cambio, reconocen que Junqueras sí llevó al principio la iniciativa del pacto en Barcelona, pero no en los últimos meses.
Junqueras ha sido el único cargo destacado de ERC fuera de Barcelona que se ha pronunciado sobre esta cuestión, entre una falta generalizada de entusiasmo. El ya expresidente de los republicanos se ha limitado a dar por bueno el principio de acuerdo si lo validan las bases. “Conozco poco el pacto alcanzado”, ha dicho ante los micrófonos de Catalunya Ràdio.
Votación este jueves
La federación de Barcelona de ERC siempre ha tenido fama de ir por libre, y la oposición municipal no permite la misma proyección que en el Parlament. Retirado Ernest Maragall, y con la sección local en manos de Eva Baró, la nueva presidenta Alamany decidieron centrarse en entrar en el Ejecutivo con el respaldo de Junqueras.
La decisión, en cualquier caso, estará en manos de los militantes de ERC en Barcelona, que deberán votar a partir de las 19.00 de este jueves. Sobre la mesa, se espera que tengan más detalles de los que ha desvelado el grupo municipal de ERC, alineado a favor del acuerdo. A la espera de confirmarse cuántas tenencias de alcaldía y concejalías de distrito tendrán, han avanzado que gestionarán áreas como turismo, comercio, lengua catalana y una parte de derechos sociales, como gente mayor y juventud.
Si se acaba dando el gobierno de coalición PSC-ERC, contarán con 15 concejales, todavía lejos de la mayoría, que está en 21. Lo que sí parece claro es que se aleja por ahora la opción de incorporar a los Comuns de Ada Colau en el Ejecutivo. Ni los socialistas ni los republicanos tienen interés en gobernar con Colau, aunque los segundos han asegurado que no cierran la puerta a revisar el pacto bipartito en el futuro si es necesario.
Los Comuns, que no mantienen conversaciones con Collboni desde su no a los presupuestos, se muestran contrariados. “Elisenda Alamany apuesta por apuntalar un gobierno servil con los lobbies y los intereses privados en lugar de responder a las problemáticas reales de los vecinos”, apuntan fuentes del partido de Colau.
Por su parte, desde el Junts de Xavier Trias, que en su día alcanzó un pacto con ERC para ser investido alcalde –que Collboni desbarató a última hora con los votos de Colau y el PP–, no han tardado en cargar contra el acuerdo. En una crítica que bien podría serles útil a los neoconvergentes de cara a una repetición electoral de las autonómicas, le han echado en cara a ERC que se haya puesto en manos del mismo partido que evitó por dos veces –en 2019 y en 2023– que accedieran al gobierno municipal.
Además, este movimiento condiciona otra de las eventuales opciones para investir a Illa. Si no prospera el tripartito, el socialista podría aspirar a alcanzar la presidencia con la abstención de ERC y el sí de los Comuns y del PP, igual que Collboni en Barcelona. Esta vía está hoy más lejos si cabe, puesto que los populares consideran que el PSC les ha traicionado en el Ayuntamiento de Barcelona.