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La papelería centenaria que se niega a convertirse en un comercio turístico: “Me ofrecían 5.000 euros por el alquiler”

Isabel Devant y Josep Bramón, propietarios de la papelería Hija de J. Batlle Horta

Marta Aresté Mòdol

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La papelería Hija de J. Batlle Horta es un negocio de Barcelona de toda la vida. El comercio abrió en 1917 como una pequeña fábrica de libros de contabilidad y en 1925 se trasladó a donde está ahora, en Via Laietana, la concurrida calle que atraviesa el distrito céntrico de Ciutat Vella. La propietaria, Isabel Devant, es la quinta y última generación al frente del negocio. Ahora, con 61 años, ha decidido jubilarse, por lo que, después de casi un siglo, la papelería cerró este viernes 30 de junio.

Las últimas semanas, el escaparate estaba lleno de carteles amarillos que avisaban de “liquidación por jubilación”, algo que no ha pasado desapercibido entre la clientela del barrio. Lápices de colores, rotuladores, bolígrafos, cuadernos, cartulinas… Todo al 50%. Los propietarios han vendido hasta el 80% del stock de la tienda y en el almacén ya no queda casi nada. “El material restante lo daremos a una ONG para que lo entregue a la gente y las escuelas que lo necesiten”, cuenta la propietaria. 

El negocio no tiene relevo generacional, por lo que Devant y su marido, Josep Bramón, muy a su pesar, han decidido poner el local en alquiler. “Soy contraria a vender, me costó mucho comprarlo y no quiero deshacerme de él”, explica Devant. Aun así, no quieren que en el establecimiento se instale un negocio cualquiera, mucho menos uno enfocado al turismo como abundan en toda la zona. Después de estudiar diferentes opciones, la papelería se convertirá en una zapatería italiana. “Aunque gane menos dinero, cuando pase por delante de la papelería, no habrá ningún negocio relacionado con el turismo”, celebra.

Con todo, Hija de J. Batlle Horta se suma esta semana a la lista de comercios centenarios desaparecidos de la ciudad, como la reciente mercería Casa Gallofré, del barrio del Eixample. La familia ha recibido ofertas muy atractivas por parte de supermercados de veinticuatro horas, tiendas de ropa, de productos derivados del cannabis y salas de manicura. “Me ofrecían unos 5.000 euros al mes por el alquiler”, confiesa Devant. “La gente no es tonta y sabe que un local aquí tiene muy buen rendimiento”, añade. Pero, a pesar de la alta cifra, la propietaria de este local histórico y familiar, no quiere rendirse y ha decidido mantener, aunque sea un poco, la esencia de esta calle barcelonesa.

Devant reconoce que hay cierta preocupación entre los comercios tradicionales por los gastos y el precio de alquiler que tienen que pagar cada mes. “Una venta en nuestra papelería puede ser de un 1,15 euros o 1,20 y con esto no te haces millonario, vas viviendo el día a día”, aclara la propietaria. A pesar de esto, Devant espera con ganas la nueva etapa que está a punto de empezar: “Lo dejamos aquí y ¡a vivir, que también nos toca!”.

“El comercio da identidad y Barcelona la está perdiendo”

La Via Laietana está actualmente en plena transformación. Inmersa en unas obras legado del gobierno encabezado por Ada Colau, va camino de ser una calle más pacificada y con menos carriles de coche. Pero sea como sea, mantener la esencia del comercio tradicional en el centro turístico de la capital barcelonesa es ir a contracorriente. “Estoy harta del turismo y no me gustan los negocios que venden toros y sevillanas como si eso nos representara”, apunta la propietaria con indignación.  

Las palabras de Devant son una descripción fidedigna del centro de Barcelona, sobre todo las zonas del barrio Gótico y el de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera. Las calles estrechas entre la basílica de Santa Maria del Mar y la catedral de Barcelona están llenas de tiendas de souvenirs, restaurantes exclusivos con terrazas al sol y muchos turistas. Sobre todo, turistas. Estos utilizan la via Laietana como calle de paso para llegar al casco histórico o incluso a la playa y aprovechan el trayecto para hacer fotos de los edificios más emblemáticos de la ciudad como, por ejemplo, el Palau de la Música Catalana, situado a escasos metros de la papelería.

Isabel Devant no está nada satisfecha con la gestión del Ayuntamiento. La propietaria cree que es inevitable que los comercios centenarios cierren porque dice que no se ha hecho nada para impedirlo. “Se ha premiado a los negocios turísticos que cuentan con todas las facilidades del mundo a la hora de solicitar las licencias”, afirma desde el mostrador de la tienda. De hecho, la propietaria del negocio histórico cree que si todos los establecimientos se convierten en supermercados exprés o tiendas para extranjeros la ciudad será indistinguible de cualquier otra. “El comercio local da identidad a una ciudad y Barcelona está perdiendo su esencia”, lamenta. 

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