Las patrullas ciudadanas irrumpen en Barcelona: “Al final acabas sospechando de todo el mundo”
“Llevo una semana de locos, con mucho trabajo y necesito bajar al metro”. Para Eliana Guerrero, 47 años, bajar a patrullar al subsuelo de Barcelona en busca de carteristas es una vía de escape. “Es como una valvulilla, suelto adrenalina y se te queda el cuerpo genial”, explica mientras controla desde dentro de un vagón que no haya carteristas en el andén de la estación de Arc del Triomf.
Guerrero, propietaria de una agencia inmobiliaria, lidera un grupo de unas 40 personas que se llama Patrulla Ciudadana. Se organizan por Whatsapp y rondan a diario en pequeños grupos buscando ladrones en el metro de Barcelona. Llevan una camiseta con el escudo de su organización, walkie–talkies y esprays de pimienta.
En el equipo participa gente de todo tipo. Está Jennifer N., una vietnamita de 36 años que tiene una coctelería en el centro de Barcelona. También Daniel S., un musculoso buzo profesional que vigila a diario los pasillos del suburbano. En el grupo también hay un disc jockey de renombre que no quiere ser citado y asegura que patrulla unas 7 horas diarias. Recientemente se les ha unido Nicole O., una mujer estadounidense de 40 años que trabaja en una agencia de marketing.
Buscan carteristas, pero también adrenalina. Localizar un ladrón supone un premio en un juego del gato y el ratón que tiene los sofocantes pasillos del metro como escenario. La mayoría reconoce que están enganchados a esta práctica. “La tensión cuando encuentras a uno, los aplausos de los viajeros cuando echamos a un carterista… es adictivo”, reconoce Nicole, que dedica unas 10 horas semanales a patrullar el suburbano. “Cuantos más encuentras, más quieres”, añade Guerrero. “Hay días que nos hemos pasado más de 6 horas dando vueltas por el metro”.
Durante el primer trimestre de 2019, los robos violentos en Barcelona aumentaron un 29,5% y los hurtos un 10,8%. Los delitos en general crecieron un 13,2% mientras que en el resto de Catalunya subieron un 6,9%, según datos de los Mossos d’Esquadra del pasado mayo. Las cifras deben sumarse al incremento de 2018, cuando se registraron un 20,3% más de delitos en la ciudad respecto a 2017. En el metro, se denuncian de media 1.000 delitos cada semana.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, reconoció a principios de esta semana que los hurtos y robos se han “disparado” en la ciudad y ha convocado para este viernes la Junta Local de Seguridad para tratar de afrontar el aumento de los delitos, el 90% de los cuales son hurtos y robos. A partir de septiembre, 180 mossos más patrullarán por las calles para hacer frente a la inseguridad, que ya es el principal problema de la ciudad para los barceloneses.
La patrulla que lidera Guerrero es una más de las iniciativas ciudadanas que proliferan en Barcelona para luchar contra la delincuencia. No todas son iguales, pero comparten el hartazgo de los vecinos ante el aumento de los delitos. Algunas tienen como objetivo denunciar los robos, otras son más proactivas y apuestan por la acción directa.
En el barrio de Sant Antoni, los comerciantes se han organizado para concienciar a todos los vecinos de la necesidad de llamar al 112 cada vez que vean alguna ilegalidad. “La gente está asustada y hemos dicho basta”, sostiene Vicenç Gasca, 74 años, presidente de la asociación de comerciantes. “La seguridad es un problema de todos”.
Otras iniciativas han generado más polémica. Es el caso de Helpers Bcn, una cuenta de Twitter que informa y sitúa en el mapa de la ciudad agresiones, robos y delitos de todo tipo. La cuenta suele informar del origen de los presuntos delincuentes así como del acento que usan. La cuenta es anónima y nadie responde por ella. Contactados por eldiario.es, sostienen que son un “grupo transversal” de 70 vecinos que “pretenden combatir el aumento de la inseguridad” en Barcelona.
También el grupo de Facebook BROAR (Barcelona Residents Against Robberies) usa una técnica similar. En los últimos cuatro meses el grupo ha pasado de tener 65 miembros a más de 14.000. Los usuarios cuelgan en él imágenes de los presuntos delincuentes para crear una especie de base de datos de ladrones y así poderlos evitar o reprender cuando se los encuentran en los vagones.
La última organización surgida de este tipo se llama Salvalona y pretende aunar a muchos de los colectivos mencionados. Es la suma de la Patrulla Ciudadana, los vigilantes de seguridad de la playa, comerciantes de distintos barrios y el sindicato de taxistas Élite Taxi. “Somos un grupo de presión”, sostiene por teléfono Tito Álvarez, portavoz de Élite Taxi. “No puede ser que Eliana [Guerrero] y la Patrulla Ciudadana tengan que estar persiguiendo carteristas jugándose la vida”.
El objetivo de estos colectivos es convocar una gran manifestación en septiembre para presionar a las instituciones y que se cambie la legislación para que se penalice más a los carteristas reincidentes. Según Álvarez, Salvalona también quiere impulsar un “112 ciudadano” a través de una app para que los taxistas y vecinos se puedan socorrer mutuamente cuando sufran un delito.
Una actividad controvertida
La actividad de algunos de estos grupos no está exenta de polémica. Tanto la Patrulla Ciudadana como BROAR y Helpers han sido acusados de racistas por destacar el origen o el color de piel de los presuntos ladrones que denuncian. Los críticos también creen que se toman la justicia por su mano sin que nadie les haya atribuido autoridad alguna.
“Volver a la concepción de que la ciudadanía puede administrar la justicia por su mano supone una regresión histórica”, opina el jurista y criminólogo Iñaki Rivera, director del Observatorio del Sistema Penal y Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona. “No debería permitirse la actuación de estos grupos que reafirman las actitudes más racistas y clasistas”.
“Hay un buenismo dañino que es muy perjudicial”, se defiende Guerrero, que explica que ella es colombiana y que la mayoría de los 40 miembros de la Patrulla Ciudadana son extranjeros, algunos sin permiso de residencia. “Yo bajo cada día al metro y puedo decir que la mayoría de los ladrones viene de países del Este”, prosigue. “El fenómeno de la inseguridad, nos guste o no, viene de gente de fuera”.
Desde Helpers se defienden de manera similar. “La descripción física es el dato más importante al hacer una denuncia”, explican a través de un mensaje, en el que insisten en desvincularse de cualquier acusación de racismo. Por contra, Alba Cuevas, directora de SOS Racisme, ve con preocupación el fenómeno. “Es muy peligroso y un elemento más para seguir criminalizando a los migrantes”, cuenta.
Mery Peña, una de las administradoras de la página de Facebook BROAR, insiste en que eliminan del grupo todos los comentarios racistas y bloquean a sus autores, a pesar de que este periódico ha podido leer decenas de comentarios con contenido xenófobo en su página. “Controlar los comentarios de 14.000 personas es muy difícil”, explica esta médica colombiana de 38 años, “pero te aseguro que tenemos tolerancia cero con los comentarios racistas”.
Los Mossos también ven con recelo el auge de estas iniciativas. Fuentes de la policía catalana señalan que agradecen que la gente dé la alerta y denuncie comportamientos sospechosos, pero consideran un “fenómeno peligroso” que estos colectivos se tomen la justicia por su mano y echen a los carteristas del metro cuando los encuentran por los pasillos o los vagones. Ni el Ayuntamiento de Barcelona ni TMB, la empresa pública que gestiona el metro, han querido hacer comentarios para este reportaje.
El 'modus operandi' de la Patrulla Ciudadana
Se citan por Whatssap y van en equipos de 6 o 7 personas. Cada sesión está liderada por alguien del grupo, llamado jefe de patrulla, que decide qué recorrido tomar y las estaciones que vigilarán. Las más calientes son las de Sants, Barceloneta, Plaça Espanya, Passeig de Gràcia y Urquinaona, según relatan los miembros de la patrulla. Todos los trabajadores y conductores del metro los reconocen y los saludan a su paso.
El objetivo del grupo es encontrar carteristas in fraganti, pero sobre todo localizar a los que ya conocen y echarlos de las instalaciones, por mucho que en ese momento no estén cometiendo ningún delito. Para ese cometido, Guerrero cuenta en su móvil con un vasto archivo fotográfico con centenares de carteristas. Cuando ve en el vagón alguien sospechoso, rápidamente consulta su teléfono para comprobar si está en su lista negra.
Escudriñan los vagones, los andenes y las escaleras, vigilan a todos los pasajeros con una desconfianza contagiosa. “Al final acabas sospechando de todo el mundo”, reconoce Daniel S., el buzo profesional que participa a diario en las patrullas. Cuando no encuentran a ningún carterista, se dedican a recorrer los vagones alertando a los viajeros de que la ciudad está “llena de ladrones” y de que probablemente en ese vagón hay alguno. Las reacciones de los pasajeros son instantáneas: se protegen su bolsa, miran a sus espaldas y empiezan a desconfiar.
El grupo le dedica horas a encontrar algún ladrón. “Es curioso porque no quiero que haya carteristas, pero si no los encuentro, me frustro”, reconoce Guerrero tras más de tres horas de patrulla sin encontrar a ningún presunto delincuente. Con los ánimos un poco bajos, deciden acudir a la estación de Arc del Triomf para hacer el último intento. Cuando ya parece que no encontrarán ningún carterista, sobre las 21 h del miércoles localizan a dos mujeres que tienen fichadas en su archivo.
No están robando, pero la patrulla saca sus silbatos y empieza a hacer ruido. “¡Fuera de aquí!”, les gritan. “¡Ladronas!”. Las dos mujeres, que acababan de entrar en la estación, desfilan rápidamente hacia fuera del metro. La Patrulla Ciudadana aplaude y las caras de cansancio, tras horas patrullando, se convierten en sonrisas de satisfacción. “Ya está”, resume Guerrero. “Solo por eso la tarde de hoy ha valido la pena”.