Formamos parte de una generación que observa cómo el poder se reparte la ciudad. Algunos políticos y técnicos han gestionado la ciudad priorizando los intereses del capital, por no mencionar los suyos, en detrimento de los de la mayoría. En paralelo, se ha exacerbado la desconfianza y la decepción hacia las instituciones, dando lugar a movimientos sociales y de reflexión urbana, que pretenden recuperar estos espacios físicos y de poder mediante el empoderamiento y la gestión comunitaria.
Nos identificamos con esa búsqueda de modelos de hacer ciudad y defendemos esa reapropiación, en la cual participan activamente la ciudadanía, técnicos, movimientos sociales y políticos conjuntamente para plantear nuevas formas de entender y vivir nuestras ciudades. Entendemos que el espacio público debe convertirse en un verdadero lugar común donde las personas puedan desarrollar su derecho a la ciudad.
Los espacios públicos deben ser lugares de encuentro, visibilización, tensión y negociación constante entre los diversos agentes, dimensiones que se escondían o se obviaban pero que eran latentes en las ciudades. Por un lado, la construcción física y social de los vecinos y vecinas, por otro, la visualización de colectivos que hasta el momento habían sido invisibles o expulsados de los espacios comunes (como las mujeres, los jóvenes, los niños y niñas, los homosexuales e inmigrantes, por mencionar algunos). Todo esto ha supuesto la reinterpretación de los espacios, generando nuevas paradojas y nuevos conflictos. Es nuestra responsabilidad transformar colectivamente el espacio público, creando nuevos lugares inclusivos en los que todos los colectivos tengan representación.
Cualquier ciudadano, que esté dispuesto a dedicar esfuerzo, a formarse y a reflexionar, puede ser agente que trabaje en o para el espacio público, fiscalizando al poder político en la gestión y planificación de la ciudad presente (y futura). Hablamos de ejercer la democracia verdaderamente participativa. Nuestro papel como agentes técnicos involucrados, es el de aportar las herramientas de transformación de espacios prediseñados a lugares comunes, donde lo cotidiano sea la forma natural de generar flujos y ritmos, y donde lo impredecible permita usos variables en el tiempo, evitando de esta forma los espacios hegemónicos, imperturbables en su forma y uso. Además, debemos fomentar la recuperación del sentimiento de pertenencia a la comunidad, reeducando las nuevas generaciones en la búsqueda del bien común responsabilizándonos con y para nuestro entorno.
En primer lugar, el rol de los técnicos debe ser horizontal, equilibrando las voces de los diversos colectivos, para generar negociaciones simétricas entre todos los agentes. Mediante la interlocución y la gestión de la participación de todos los actores sociales, dotando de herramientas a los ciudadanos para crear dinámicas de convivencia para la autorregulación. En segundo lugar, deberán comprometerse en ejercer un nexo de verticalidad respecto los gestores de poder, transfiriendo las negociaciones y acuerdos entre los diversos colectivos que afectan directamente en el diseño del espacio público. Buscarán, además, ejercer un seguimiento y control del cumplimiento de dichas demandas y necesidades a los gestores de poder público. Finalmente, deberán actuar como transmisores e intérpretes de la información que la administración define en los diferentes ámbitos de cada espacio para garantizar la igualdad de acceso y oportunidades de todos los colectivos e individuos.
Todos estos procesos implican nuevas formas de trabajo y de gestión, los cuales sólo se podrán abordar desde un grupo técnico multidisciplinar donde cada profesional aporte diferentes puntos de vista y herramientas trabajando en red, compartiendo experiencias y aportando nuevas visiones en la resolución de los procesos. Un nuevo paradigma político social parece que se está abriendo donde es posible repensar la función de los técnicos. Lejos de ser y actuar como expertos, debemos re-direccionarnos hacia un nuevo marco de cooperación y trabajo en común, integrando todas las visiones y experiencias que sean visibles o no, y que estén participando, consciente o inconscientemente, en los espacios públicos para conseguir una ciudad común.
Formamos parte de una generación que observa cómo el poder se reparte la ciudad. Algunos políticos y técnicos han gestionado la ciudad priorizando los intereses del capital, por no mencionar los suyos, en detrimento de los de la mayoría. En paralelo, se ha exacerbado la desconfianza y la decepción hacia las instituciones, dando lugar a movimientos sociales y de reflexión urbana, que pretenden recuperar estos espacios físicos y de poder mediante el empoderamiento y la gestión comunitaria.
Nos identificamos con esa búsqueda de modelos de hacer ciudad y defendemos esa reapropiación, en la cual participan activamente la ciudadanía, técnicos, movimientos sociales y políticos conjuntamente para plantear nuevas formas de entender y vivir nuestras ciudades. Entendemos que el espacio público debe convertirse en un verdadero lugar común donde las personas puedan desarrollar su derecho a la ciudad.