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Una placa para Miguel, Lidia o Souleyman: estudiantes de Barcelona homenajean a 554 sintecho fallecidos en la calle

Rabab, estudiante de 18 años, cuelga el cartel que homenajea a Souleyman, muerto en las calles de Barcelona

Mariona Jerez

Barcelona —
24 de octubre de 2024 22:53 h

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Ronda Universitat, Plaça de Catalunya, la Rambla y la Catedral de Barcelona. La lista puede parecer una ruta turística por el centro de la capital catalana, pero para los estudiantes del Grado Superior de Integración Social del centro de estudios CEDESCA hoy es algo más. Para estos jóvenes se trata de los lugares en los que vivieron y murieron ciudadanos sin hogar pero con nombres e historia, a los que han homenajeado este jueves con la colocación de placas.

La iniciativa la han llevado a cabo un total 14 centros educativos de la ciudad y forma parte de una campaña de la Fundació Arrels, que estos días recuerda a las personas sintecho fallecidas durante la última década en las calles de Barcelona. Se trata de un total de 554 hombres y mujeres.

Rabab, estudiante de 18 años, era la encargada este jueves de colocar las placas de Lidia, de 47 años, y de Souleyman, que tan solo tenía 20 cuando falleció. Ambos nombres lucen en la pared de la entrada de la parroquia de Santa Anna, en el centro de la ciudad, junto a dos nombres más: Haroldo, de quien no se sabe la edad, y Abdessamal, que tenía la misma edad que la estudiante, 18 años. Cada lámina va acompañada de un lema: “Vivir en la calle mata”. 

“Es habitual, siempre las vemos en la calle [a las personas sin hogar]”, explica Rabab, “no nos ha sorprendido el lugar donde han muerto, pero sí la edad, que sean gente tan joven”. 

“A veces se relaciona a la gente sin techo con la gente mayor y al ver personas de 20 o 30 años impacta”, explica Carme Larrosa, la profesora de Rabab. Ella enseña al grupo del ciclo de FP de Integración Social y, dentro de su temario, ya investigan sobre sinhogarismo, pero asegura que a través de esta actividad consiguen que los alumnos comprendan mejor la situación de estos colectivos en riesgo y también dan a conocer el trabajo de la Fundació Arrels. “Pocos se paran a pensar que son personas y tienen sus historias detrás”, reflexiona la docente. 

La campaña de Arrels persigue denunciar los riesgos para la salud de quedarse sin hogar, una realidad que sufren en Barcelona más de 3.000 personas, según el último recuento de la entidad de 2023. El trabajo en colaboración con los institutos comienza en las aulas, donde previamente los alumnos abordan con sus profesores el fenómeno del sinhogarismo. Luego continúa en las calles, donde los estudiantes colocan las placas de cartón negro con el nombre, la edad y la fecha de defunción de cada persona. 

Además, los alumnos realizan también una ruta por los lugares marcados para conocer la historia de cada persona sin hogar fallecida y finalmente, el día 30 de octubre, en un evento abierto a todo el público en la plaza de la Catedral de Barcelona, la Fundació Arrels recordará a aquellas personas que malvivían en la calle y que han muerto durante el 2024. 

Durante la ruta para colocar las placas, la última parada de la clase de Rabab es en la Rambla, donde queda colgada la de Miguel A. Este hombre, nacido en Teruel, tenía 74 años. A pesar de no ser muy hablador, siempre apreciaba compartir un café o un helado con las personas de la Fundació Arrels. Nunca quiso aceptar las propuestas que le hacían para ir a un albergue. Ya de mayor, se conformaba con fumar unos puros de la marca Victoria y dejar pasar las horas viendo pasar turistas por el centro de Barcelona, hasta el pasado agosto de 2023 falleció. 

Vivir en la calle quita esperanza de vida

A pesar de que las placas conmemorativas son de cartón y fácilmente serán retiradas de la calle por la lluvia, el viento o por las mismas personas que pasean, la Fundación Arrels juntamente con otras entidades hace ya nueve años que homenajean a los fallecidos, impidiendo que caigan en el olvido. “Las personas que mueren en la calle tienen derecho al recuerdo”, explica Beatriz Fernández, directora de la Fundació Arrels. Este es el tercer año que el proyecto incorpora además a los centros educativos.

“En las cifras de este año que se publicarán próximamente vemos un leve aumento [en el número de fallecidos]”, apunta la directora de Arrels. Explica que esto se debe, en parte, a que las entidades hacen un trabajo cada vez más atento y meticuloso de seguimiento de las personas sin hogar. Aun así, poder explorar las causas reales de las defunciones es un gran reto, puesto que las fundaciones y plataformas que colaboran con los sintecho no tiene accesos a sus autopsias ni a ningún informe médico de su muerte.

“La media de vida de una persona que vive en la calle es de entre 42 a 52 años”, explica Fernández. Esa cifra queda más de 40 años por debajo de la media de la población general de Barcelona, que está en 83 años. Estas personas, que tienen una alta movilidad debido a no tener donde vivir, difícilmente se vinculan a un centro de atención primaria y, por tanto, en caso de estar enfermos o tener alguna condición crónica, no pueden ir a revisiones, lo que lleva a un más fácil deterioro de su estado. “Vivir en la calle provoca un empeoramiento de la salud y en muchos casos una muerte prematura”, concluye la directora de la fundación.

Los datos también revelan un aumento en los grupos de edad más jóvenes, reduciendo la media de edad a los 43 años, según los resultados el informe de 2023 Viure al carrer a Barcelona. Radiografia d’una ciutat sense llar. Además, la directora de la fundación explica que salir dejar atrás la calle es muy complicado, porque incluso si su situación mejorara “no podrían acceder al mercado privado de la vivienda de Barcelona o Catalunya, que requiere una situación económica estable”. La Renta Garantizada de Ciudadanía, que ahora complementa el Ingreso Mínimo Vital, no llega para un alquiler.

“Por temas de salud o de edad no pueden acceder al mercado laboral y, sin un soporte detrás, es muy difícil que puedan salir adelante, porque no hay un sistema de vivienda pública adecuado”, insiste Fernández.

Nadie duerme en la calle porque quiere

“Cuando alguien imagina su futuro de pequeño, no sueña en ser una persona sinhogar”, explica la directora de la fundación. El sinhogarismo es un problema que se interrelaciona con varios factores de riesgo. Problemas familiares, perdidas emocionales o despidos pueden llevar a una persona a no tener una red de soporte y a acabar durmiendo en las calles. Ella recuerda a un antiguo colaborador de la entidad que solía defender que “estamos más cerca de acabar en la calle que de tener un yate”

A pesar de que es una realidad tan cercana, la ciudad de Barcelona se ha vuelto gradualmente más hostil hacia estas personas sin lugar a donde ir. Según denuncia la entidad, con la implementación del ‘Pla Endreça’, la capital catalana se ha vuelto más rígida a la hora de aplicar las leyes de convivencia, impidiendo a las personas sin hogar tener dónde dejar sus pertinencias, así como siendo sancionadas más frecuentemente. Desde la fundación defienden que vivir en la calle no es un problema de convivencia, sino una vulneración del derecho a la vivienda, y, por tanto, no debería ser regulador de la misma forma.

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