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Cuixart defiende el “pacifismo” del procés: “En Catalunya el descontento se canaliza sin el 'a por ellos'”

Jordi Cuixart, en el Supremo.

Oriol Solé Altimira / Pedro Águeda

Una defensa cerrada del pacifismo del proceso soberanista, buscando el cuerpo a cuerpo con el fiscal y sin olvidar alegatos de calado político. Así se desarrolla la declaración como acusado del presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, en el Tribunal Supremo. “En Catalunya el descontento se canaliza sin violencia y sin el 'a por ellos'”, ha proclamado Cuixart.

El interrogatorio del fiscal Jaime Moreno se ha centrado en la protesta del 20-S frente a Economía, uno de los ejes de la rebelión para las acusaciones. El presidente de Òmnium Cultural ha repelido las preguntas del fiscal con una defensa del “pacifismo” de la protesta. “Si hubiéramos visto indicios de violencia, el 20 de septiembre habríamos desconvocado”, ha afirmado.

Ha insistido Cuixart en que Òmnium y la ANC siguieron el plan previsto, esto es, desconvocar la protesta frente a la conselleria a media noche. “El 20-S no me sorprendió la actitud de la ciudadanía, estoy convencido de que si volviera a ocurrir pasaría lo mismo a excepción de los destrozos de los coches”, ha afirmado Cuixart, para a renglón seguido instar al fiscal, con ironía, a preguntarle “por los destrozos de la Policía el 1-O, porque los votantes no tiraron ni una papelera”.

No ha sido la única comparación con el 1-O lanzada por Cuixart para quitar hierro a los vehículos de la Guardia Civil destrozados. “Los daños están, pero son meramente anecdóticos y lo digo con todo el respeto, al igual que los daños que hicieron en los colegios el 1-O los policías y los guardias civiles”, ha aseverado.

Al igual que Jordi Sànchez, Cuixart ha lamentado los daños en los coches, pero se ha desvinculado de los mismos. “Que se rompa algo me molesta porque soy así, los coches de la Guardia Civil también son parte de la sociedad catalana y no me gusta ver daños”, ha lamentado.

“No hubo violencia, lo dijeron todos los medios de comunicación al día siguiente”, ha defendido. Ha alegado que su defensa ha presentado una pericial con medios de todo tipo de ideología que hablan únicamente, al día siguiente, “de una concentración muy grande”. “El 21 de septiembre, Jordi Sànchez y yo éramos dos perfectos desconocidos para la sociedad española. Son ustedes los que nos han hecho famosos encarcelándonos porque la gente por la calle no nos conocía”, ha remachado.

El fiscal ha preguntado a Cuixart si detectó algún “alborotado” en la manifestación y si cree que hubo pocos incidentes “por lo que podía haber pasado”. La respuesta de Cuixart vuelve a ser un alegato pacifista. “La actitud de la gente era pacífica, serena y cívica, pero con un descontento muy grande. En Catalunya el descontento se sabe canalizar sin violencia y sin el 'a por ellos'”, ha proclamado en referencia a los gritos con los que algunos policías desplazados a Catalunya fueron despedidos de algunas comisarías.

No se reconoce ante Llarena

Al igual que otros acusados como Oriol Junqueras o Jordi Sànchez, Cuixart se ha reivindicado como “preso político”. Sin embargo, Cuixart ha sido el primero en no reconocerse en las declaraciones que prestó en fase de instrucción ante el juez Pablo Llarena. Según ha argumentado Cuixart, su prioridad ante Llarena era “salir de la cárcel al precio que fuera”. De ahí que responsabilizara a un empleado de Òmnium como el encargado de tuitear el 20-S desde la cuenta oficial de la entidad un mensaje que llamaba a la movilización frente al departamento.

Pero en el juicio, tras permanecer en prisión preventiva desde el 16 de octubre de 2017, su objetivo es otro. “Ahora mi prioridad es denunciar vulneraciones de derechos y libertades en el conjunto de Estado español. Quier salir absuelto, pero mi prioridad también es la resolución del conflicto entre Catalunya y España”, ha explicado.

Este giro de Cuixart se explica por la convicción interna del presidente de Òmnium de que nada de lo que hizo en el otoño soberanista catalán es delito. Y en el banquillo del Tribunal Supremo no ha tenido problema para decir que lo volvería a hacer. “El 1-O es el ejercicio de desobediencia civil mas grande que ha habido nunca en Europa y todos tendríamos que estar orgullosos”, ha reivindicado.

Al igual que otros acusados como Jordi Turull, Josep Rull o Dolors Bassa, Cuixart ha reconocido el “dilema” del soberanismo el 1-O: acatar la suspensión del Tribunal Constitucional del referéndum o “ejercer derechos fundamentales”. Su elección es clara: “Òmnium va a ejercer siempre el derecho a manifestación y reunión. Nosotros asumimos el papel que tenemos el 1-O como agente movilizador en defensa de los derechos fundamentales, y nunca vamos a renunciar a ellos”.

Y citando al exsecretario general de CCOO Marcelino Camacho, quien dijo que el derecho a huelga se gana haciendo huelga, Cuixart ha reivindicado que el “derecho a votar se gana votando”.

Todo el soberanismo de público

Cuixart ha insistido, sin recibir ningún reproche por parte del tribunal, en enmarcar el 20-S no como un mero registro o protesta, sino como un fenómeno político de más profundidad que, a su juicio, ponía en cuestión el conjunto del autogobierno catalán. “El sentimiento a favor del autogobierno en Catalunya va más allá del soberanismo y el independentismo”, ha sostenido.

El propio Cuixart ha liderado desde prisión los esfuerzos de Òmnium para coser los distintos sectores del soberanismo, tal y como él mismo explicó en una entrevista en eldiario.es. En este sentido, el público que arropa a Cuixart en la sala de plenos del Supremo reúne a todos los partidos: están presentes el president de la Generalitat, Quim Torra (JxCat); la consellera de Salut, Alba Vergès (ERC), el diputado de la CUP en el Parlament Carles Riera y el diputado de En Comú Podem en el Congreso, Joan Mena.

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