ERC aumenta la presión a Torra para que acepte un adelanto electoral tras la sentencia del procés
Sin tocar el acelerador pero con un poco sutil cambio de marcha, ERC ha puesto ya rumbo hacia un posible adelanto electoral en el próximo curso. Después de que hablasen de ello varias voces republicanas, este lunes ha sido el propio Oriol Junqueras quien ha vuelto a poner las urnas sobre la mesa, certificando que en la formación ven con buenos ojos disolver el Parlament como respuesta a la sentencia del juicio del procés.
Los republicanos aumentan así otro punto la presión sobre sus socios en el Govern, para quien las encuestas sonríen menos que para ellos. Como ya hizo la semana pasada el vicepresident de la Generalitat, Pere Aragonès, el líder de ERC desde la prisión ha evitado hacer una apuesta rotunda por finiquitar la legislatura. “Convocar elecciones es una opción que no se debe descartar nunca”, ha indicado Junqueras, censurando la posición del president Quim Torra, que aseguró hace un mes en Público no tener “ninguna intención” de convocar elecciones tras la sentencia.
Desde que el president se pronunciara con tal contundencia, los republicanos se han ocupado de demostrar que dentro del Govern hay diversidad de opiniones sobre las elecciones anticipadas. Joan Tardà y Gabriel Rufián, los 'rompehielos' de ERC, acabaron haciendo explotar en público el debate la semana pasada, cuando se posicionaron a favor de dar la puntilla a la coalición con JxCat y buscar otros pactos. Otros líderes, principalmente los que tienen cargos en el Generalitat, se ponen más de perfil, entre otras cosas para evitar ser acusados de deslealtad.
Pero, a la espera de lo que pueda pasar en el Congreso que la formación celebrará, en dos partes, entre septiembre y noviembre que viene, en Esquerra ha cundido la idea de que hay que ir a elecciones. Y no solo por los buenos pronósticos de la formación, aunque sean una cuestión central. También porque la distancia con el equipo del president se ha hecho cada vez más evidente según ha avanzado la legislatura. Unas divergencias que son tanto de gestión -cabe recordar la distancia entre los dos enfoques propuestos desde el propio Govern sobre el control del alquiler en la primavera pasada, uno apadrinado por ERC y el otro por JxCat- como de estrategia respecto a la independencia -Junqueras subraya su apuesta por el diálogo mientras Puigdemont insiste en la “confrontación” con el Estado-.
Sin respuesta unitaria ante la sentencia
Son también esas diferencias de fondo las que siguen impidiendo que las formaciones independentistas se pongan de acuerdo en qué respuesta unitaria deben dar a la sentencia. Más de dos meses después de que Torra comenzara una ronda de reuniones para buscar puntos en común con el conjunto de los partidos soberanistas, la manoseada “unidad estratégica” no llega.
Fuentes de los partidos reconocen que se ha avanzado poco y la desconfianza mutua es palpable entre bambalinas. JxCat reprocha a ERC que anteponga sus intereses electorales de partido reclamando elecciones, mientras los republicanos aseguran que el binomio Torra-Puigdemont no ha logrado salir del esquema de la lista única inventado por Artur Mas ya hace cinco años. Esta falta de consensos es, precisamente, uno de los pretextos a los que Esquerra alude para decantarse por los comicios. Si no hay acuerdo ni ante un momento tan trascendental como la sentencia, viene a decir el argumento republicano, más vale partir peras.
Poco se sabe de la propuesta de JxCat tras la sentencia. En el entorno de Torra se limitan a indicar que el president está tomando nota de las diferentes sensibilidades independentistas. En público, la lista de opciones expresada es larga. Además del avance electoral, sectores de ERC han hablado de un gobierno de concentración, mientras que la ANC se reclamado la publicación de la declaración de independencia en el Diario Oficial. La movilización callejera se da por supuesta aunque, tras las diferencias mantenidas entre entidades y partidos sobre la Diada de este año, incluso el formato de la manifestación en rechazo de las condenas podría generar disputas.
JxCat, marca para la reunificación
Si la presión de ERC sobre el avance electoral hace mella en sus aliados es porque la máquina electoral del espacio postconvergente está cada vez menos engrasada. La ensalada de siglas surgida de las cenizas de la antigua Convergència, entre PDeCAT, JxCat y Crida Nacional, no ha sido capaz de configurarse como una sola organización en todo este tiempo, pese a que las candidaturas presentadas conjuntamente entre estos actores, siempre han evitado naufragar.
El último periodo electoral, con generales, municipales y europeas, acabaron consolidando Junts per Catalunya como marca. Por eso, a inicios del verano, el cículo más cercano a Puigdemont pareció retomar el proceso de unificación orgánica tras este paraguas. Se preveía que este fuese el último escalón de una refundación que se venía eternizando desde hace más de tres años. Agruparse bajo JxCat es además una opción que avala el expresident Artur Mas, última cara visible de la antigua Convergència. Sin embargo, la Crida que dirige Jordi Sànchez sigue pujando por tener vida propia, y ha anunciado que celebrará una nueva asamblea tras la Diada.
El brazo pactista del espacio también se resiste a diluirse. Tal y como ha adelantado El Confidencial, el grupo que lidera la exsenadora Marta Pascal o el exdiputado en el Congreso Carles Campuzano, ambos expulsados de las listas electorales, se reunirán en el monasterio del Poblet el próximo 21 de septiembre, cuatro días después de que lo haga la Crida y en vísperas de los movimientos de reunificación que pacten Puigdemont y Mas. Los moderados se recolocan para tener una voz propia ante el nuevo mapa político catalán y con todas las opciones abiertas, desde integrarse bajo la marca de JxCat, si consideran que tienen espacio, hasta lanzarse a otras aventuras.
Que Junts acabe resultando un paraguas cómodo para todos requerirá que los líderes hilen fino. Algo que Mas sabe hacer pero que, desde Waterloo, se antoja más complicado para Puigdemont. El expresident siempre ha mostrado cierto desdén por la vida orgánica de los partidos y, en este momento está más enfrascado en la batalla judicial europea por su escaño en el Parlamento Europeo. Es esta la guerra en la que consume sus esfuerzos, entre otras cosas, porque solo con una nueva victoria en terreno europeo podría justificar volver a presentarse a unas elecciones catalanas con la credibilidad reparada. Una carambola que, como todo el espacio posconvergente sabe, es la única que hiela la sonrisa de ERC.