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ANÁLISIS

Se acabó la falacia de la unidad independentista

Puigdemont, durante la manifestación para conmemorar el aniversario del 1-O

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Nueva temporada en la política catalana. Junts rompe con ERC y se finiquita la falacia de la unidad independentista. Siempre fue impostada y se fue trampeando hasta que este viernes las bases posconvergentes votaron a favor de salir del Govern, un gesto inédito para un partido clásico pero no para este, donde han triunfado la tesis de aquellos que consideran que lo que deben ser es “un movimiento de liberación nacional” cuyo único propósito sea lograr la independencia. Ya no se podrá apelar de nuevo al mantra de la mayoría del 52% que tenía más de mito que de realidad, como tantas cosas en el procés. 

Carles Puigdemont y Laura Borràs son los grandes vencedores de este proceso. Ambos están pendientes de la justicia: él por su proceso de extradición y ella por su caso de corrupción. Desde Waterloo y desde fuera del Parlament defienden que hay que ir a la confrontación con el Estado aunque es un enfrentamiento que habrá que ver cómo se concreta desde la oposición. Cuando este sector ha dispuesto de los resortes de poder, en la pasada legislatura, con uno de los suyos, Quim Torra, en la presidencia, no se pasó de colgar una pancarta en el Palau de la Generalitat. 

La decisión de las bases es un revés para los dirigentes más pragmáticos y en especial a Jaume Giró y Victòria Alsina, que se habían desgañitado para hacer ver que desde la oposición no estarán más cerca de llevar Catalunya a la independencia y repetían que el Govern era un instrumento imprescindible para llevar a cabo políticas que ayuden a ampliar su base electoral.

Giró ya ha explicado que su intención es quedarse como militante pero salir de la ejecutiva y uno de los interrogantes que se abren es saber si su partido apoyará ahora desde la oposición los Presupuestos que él ha dejado ya diseñados y con una negociación avanzada con los comuns. ERC, en este nuevo escenario, tendrá que llamar a la puerta de Salvador Illa. 

El líder del PSC ha reiterado en las últimas horas que los socialistas son muy conscientes de las dificultades económicas actuales y están por la labor de aprobar las cuentas del 2023. Los socialistas han convocado una reunión extraordinaria de su cúpula para este lunes en la que analizarán el nuevo escenario. Quien también puede estar satisfecho es Pedro Sánchez puesto que ahora, en el juego de vasos comunicantes para disponer de mayorías en el Parlament y el Congreso, los votos de ERC en Madrid para leyes como los Presupuestos se abaratan. Sus primeras palabras, tras conocer la noticia desde la cumbre de Praga han sido para decir que su partido arrimaría el hombro.

Uno de los nombres claves en esta etapa será Jordi Turull. Antes de darse a conocer el resultado de la consulta interna llamó a Pere Aragonès para informarle del resultado. El secretario general de Junts pasó de defender la necesidad de seguir en el Govern a intuir que podía imponerse la otra opción y que llegados a este punto lo que le convenía era ponerse de perfil para poder gestionar el día después. No podía ni quería enfrentarse a Puigdemont y seguramente fue una jugada hábil para poder sobrevivir. Otra cosa es que su propósito era construir un partido con capacidad de negociar con los republicanos (lo ha hecho en distintas etapas de su larga carrera política) y una estructura territorial que permitiese recuperar el peso que tuvo en su momento Convergència. Ahora tanto su proyecto como él quedan debilitados. Debe evitar una escisión interna o una fuga de dirigentes que rechazan el unilateralismo retórico. Las municipales, aunque siempre se repita que importan más los candidatos que las siglas, serán el primer examen.

Una de las plazas que Junts aspira o aspiraba a recuperar era la de Barcelona, de la mano de Xavier Trias. Pero el exalcalde ya les había avisado que no quería líos internos y ahora falta saber si aceptará igualmente ser su candidato. Turull asegura que Trias les ha trasladado su “máxima colaboración”. El grupo municipal de Junts en la capital catalana había hecho campaña para seguir en el Govern porque como otros representantes municipales y altos cargos del Ejecutivo tenían claro que les convenía que el partido no renunciase al poder y al presupuesto que se gestiona desde las consellerias de la Generalitat. 

Desde las primeras elecciones autonómicas, hace 42 años, Convergència o sus posteriores mutaciones han estado 35 en el Gobierno de Catalunya. De ahí que algunos como Artur Mas avisasen estos días del error que podía ser quedarse fuera por voluntad propia. Él sabe, como pocos, el frío que pasó los siete años que estuvo en la oposición.

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