Desde su nacimiento hace 4 años la Assemblea Nacional Catalana (ANC) se ha convertido en la principal organización ciudadana que ha empujado el movimiento independentista catalán. Uno de los rasgos característicos de la asociación ha sido su unidad de acción, que se ha proyectado tanto hacia dentro de la organización como en una demanda hacia los partidos independentistas. Pero esta cohesión interna se ha descosido a lo largo de los últimos meses y, ahora, el proceso electoral anual para la renovación de su secretariado ha dibujado dos claros sectores, uno partidario de la actual dirección y otro opuesta a ella, que mantienen una guerra abierta con acusaciones cruzadas de partidismo.
Este sábado acaba el proceso electoral abierto el pasado martes, en el que los 33.800 socios de la ANC han tenido oportunidad de votar la composición del nuevo Secretariado Nacional, el organismo encargado de elegir un nuevo presidente. Pese a que el reglamento de la entidad impide presentar candidaturas en bloque, de facto se han acabado formando dos grandes grupos, oficialistas y opositiores. Tanto es así que en la tarde del sábado, cuando se comiencen a conocer los resultados, todos los ojos estarán puestos en cuál de los dos grupos ha conseguido colocar más nombres en el grupo de los 77 secretarios nacionales.
El de Sànchez ha sido un mandato convulso para una organización que nació apartidista. La formación de la lista conjunta de Junts pel Sí, su papel en la campaña electoral abierta el 9-N con la tradicional manifestación convocada por la ANC, las complicadas negociaciones posteriores entre JxSí y la CUP para pactar la investidura o la posterior rebaja de la hoja de ruta por parte del Govern, han dejado a la ANC inmóvil y con una muy mermada capacidad de presión a los partidos independentistas.
El liderazgo de Jordi Sànchez es ya ampliamente cuestionado entre buena parte de las bases de la ANC, que consideran que ha puesto a la organización al servicio de Convergència en capítulos como la presión ejercida sobre ERC para que se plegara a la lista conjunta que deseaba Mas, o en el de la presión sobre la CUP para que invistiera a Mas. Estas críticas han ido ganando peso en la organización hasta el punto que, en la última asamblea general, las bases rechazaron una enmienda que proponía que la ANC propiciara una lista conjunta para las generales, como pretendía Convergència.
El malestar ha cuajado con la formalización del grupo considerado como la oposición a Sànchez, que está compuesto por una variada colección de militantes independentistas con pocos puntos de unión fuera de cambiar la dirección. Esta candidatura de facto se presentó con un manifiesto publicado la semana pasada, en el que llamaban a recuperar la tensión positiva y a reorientar la organización para salir del inmovilismo. Entre los firmantes, nombres conocidos como quien fuera número uno de la CUP, Antonio Baños, el expresidente de Òmnium, Quim Torra, o la última ganadora de las elecciones de la ANC, Liz Castro.
A la salida de este manifiesto respondieron dos de los miembros del grupo oficialista y que mejor se han movido entre las bambalinas de la organización hasta ahora: Pere Puguès y Jaume Marfany. Ambos publicaron respuestas en Vilaweb, en las que acusaban al grupo opositor de estar “sometidos a estrategias partidistas” y de estar “echando un pulso a la Junta Electoral” de la ANC, en relación a la prohibición expresa de presentar candidaturas conjuntas.