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CRÓNICA

Aragonès se cobra la cabeza de su vicepresidente y complica la supervivencia del Govern

29 de septiembre de 2022 00:17 h

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Ha habido otras crisis, pero esta ha sido la más grave desde que Pere Aragonès fue investido como president en mayo del año pasado. ERC y Junts se han peleado desde el primer día por la mesa de diálogo, por los primeros presupuestos que aprobaron o por la ampliación del aeropuerto de El Prat. Pero la suspensión de Laura Borràs como presidenta del Parlament, ratificada a principios de este mes, agravó unas diferencias que han llegado al límite con la petición de Junts para que Aragonès se sometiese a una cuestión de confianza. Tras una jornada de reuniones encadenadas se tomó una decisión cuyas consecuencias aún nadie ahí dentro se atreve a calcular. Junts entrega la cabeza del vicepresidente, Jordi Puigneró, a quien el president acusaba de desleal por no haberle informado antes de los planes de su partido. Pero los posconvergentes tildan de “error histórico” la decisión de Aragonès y está por ver si en las próximas semanas acabarán rompiendo definitivamente la baraja. 

Todo se aceleró el martes por la noche. Eran pasadas las once, el president salía del hemiciclo del Parlament tras un pleno maratoniano y no disimuló su enfado, el enésimo, con sus socios. “Están jugando con nuestra paciencia”, le dijo a la portavoz de ERC, Marta Vilalta. Junts le había conminado a presentar una cuestión de confianza, algo que solo depende del presidente y que suponía un nuevo giro de guion en el serial que ambas formaciones protagonizan desde el inicio de la legislatura. 

Que desde dentro del propio Ejecutivo se solicite al presidente que se someta a una votación del Parlament para decidir sobre su continuidad es algo que ERC considera una “deslealtad” inaceptable. Por eso Aragonès y su núcleo de máxima confianza, que ya llevaban semanas dándole vueltas a cómo plantar cara a Junts, entonaron este miércoles su particular ‘hasta aquí hemos llegado’.  

Los republicanos no tenían ni idea de que sus socios iban a dejar caer en el debate de política general la opción de una cuestión de confianza. No eran los únicos que no lo sabían. También había muchos diputados y consellers de Junts que no habían sido informados de que soltarían esa bomba. Quien sí estaba al corriente era Carles Puigdemont, al que Jordi Turull visitó el pasado fin de semana. El expresident no ocupa cargo alguno en el partido pero influye como pocos.

La división en las filas posconvergentes se constató en tiempo real este miércoles por la mañana cuando Aragonès estaba encerrado con su equipo estudiando todas las opciones, incluida la de expulsar a los consellers de Junts. Mientras la expresidenta del Parlament Laura Borràs seguía con sus críticas a ERC en una entrevista en la ACN, el conseller de Economía, Jaume Giró, firme defensor de la continuidad en el Govern, explicaba a los medios que a primera hora había enviado a los distintos departamentos sus respectivas asignaciones para los Presupuestos de 2023. “El Govern tiene que gobernar”, resume Giró cada vez que se le pregunta desde que dio el salto a la política.

Pese a las divergencias, la dirección de Junts, con Jordi Turull, Borràs, el presidente del grupo parlamentario, Albert Batet, y uno de los vicepresidentes, Josep Rius, almorzó con sus consellers, todos menos Giró porque aún no estaba en Barcelona. Después, cuando faltaban 10 minutos para las cinco de la tarde y ya con el titular de Economía presente, entraron juntos en el Palau de la Generalitat para ofrecer imagen de unidad. 

La instrucción que recibieron durante la comida fue que en la reunión extraordinaria del Govern convocada por Aragonés para trasladarles su malestar había que insistir al president en que el acuerdo que alcanzaron para facilitar su investidura no se está cumpliendo. El argumento resumido es que fallan los mecanismos de coordinación tanto en Barcelona como en Madrid. Respecto a la falta de lealtad, en Junts señalan que tampoco Presidencia tuvo en cuenta su opinión a la hora de apostar por un “acuerdo de claridad” inspirado en la vía canadiense para negociar un referéndum pactado con el Estado. 

En la reunión del Govern, Aragonès preguntó a cada uno de los consellers de Junts si conocían de antemano la petición de una cuestión de confianza y si avalaban esa exigencia que el president considera una deslealtad. Aunque muchos no lo sabían antes de que el portavoz del partido lo soltase desde la tribuna en el Parlament, fuentes republicanas afirman que no todos los consellers la avalaron con claridad cuando Aragonès les interpeló. En cambio Junts emitió un comunicado para asegurar que se habían manifestado de forma “unánime” en un mismo sentido, el de respaldar la posición oficial del partido exigiendo que se cumpla el acuerdo de gobierno “para garantizar la estabilidad y lealtad” entre los socios.

La reunión Turull-Aragonès

Tras el Consell Executiu, que duró dos horas, Aragonès se reunió con Jordi Turull, que a diferencia de Borràs era de los que defendían que hay que preservar el Govern porque es consciente de que fuera de las instituciones es mucho más complicado sobrevivir, aunque ha ido virando su posición en las últimas semanas. No era partidario de romper con ERC pero ahora considera que, pese a las advertencias reiteradas, Aragonès no ha ejercido de presidente y que tanto él como ERC se han escudado en las divergencias internas de Junts cuando el problema, en su opinión, es que no se está cumpliendo lo prometido. Una fuente cercana a Turull señalaba antes del encuentro en el Palau de la Generalitat que solo el secretario general de Junts podía resolver esta crisis con los republicanos. Se conocen, compartieron grupo parlamentario en la etapa de Junts pel Sí, cuando Turull y Marta Rovira eran los encargados de calmar las broncas habituales entre ambas formaciones, y tiene tablas más que suficientes para negociar en situaciones extremas. 

Aragonès y Turull estuvieron encerrados tres horas y, aunque Laura Borràs se acercó al Palau a última hora, no participó del encuentro. La decisión que adoptó finalmente el president no es una solución. Se cobra la cabeza de su vicepresidente, a quien Aragonès acusa de no haber sido leal por haberle escondido los planes de su partido, pero ha enervado aún más a sus socios. Puigneró es próximo a Puigdemont y con un perfil más técnico que político. Los posconvergentes, que este jueves por la mañana reunirán a su ejecutiva, expresaron su enfado en un comunicado en el que consideran que este cese es “un error histórico que pone en peligro la continuidad del proyecto independentista”. Turull trasladó a Aragonès que su decisión vulnera el acuerdo de gobierno firmado entre ambos partidos, y, según su interpretación, defrauda el mandato electoral de las autonómicas.

Que las discrepancias entre ERC y Junts son insalvables, tanto si deciden seguir compartiendo Gobierno como si no, lo prueba el hecho de que en este debate de política general han sido incapaces de pactar antes ninguna propuesta de resolución conjunta que haga referencia al proceso independentista. ERC quiere que el Parlament manifieste el compromiso “inequívoco” por alcanzar la república a través del “ejercicio democrático”. Junts, por su parte, insta al Govern a desplegar “planes específicos” para reducir la “dependencia” del Estado. Los posconvergentes, coincidiendo con el quinto aniversario del 1-O, y sabiendo que el papel lo aguanta todo, defienden que esa votación fue “un referéndum legal y legítimo”. Pese a no haber sido acordadas antes, los republicanos apoyarán finalmente las propuestas de Junts.

Uno de los propósitos que se fijó Aragonès cuando accedió a la presidencia fue dotar al cargo de una mayor institucionalidad porque en ERC consideran que en la etapa con Quim Torra al frente se devaluó. Pese a que ya en las negociaciones para su investidura comprobó que las tensiones no serían menores, en el Palau de la Generalitat se insistía en que debían centrarse en trabajar y aislarse de las polémicas partidistas. Algo que es evidente que no ha conseguido, pese a que en los últimos tiempos Aragonès ha subrayado en más de una intervención que es especialmente importante dedicarse a gestionar en un momento de crisis económica como la actual.

24 horas después de que el president saliese del Parlament sin disimular el enfado con sus socios, la cúpula de Junts, con Turull, Borràs y el hasta ayer vicepresidente, abandonaba el Palau de la Generalitat con caras largas. Ahora Junts deberá decidir si sigue en el Ejecutivo y, de hacerlo, proponer un nombre para ocupar el puesto de Puigneró. No está claro que el sustituto o sustituta vaya a hacerle la vida más fácil a ERC. El Govern sigue roto aunque haya logrado sobrevivir un poco más.