ANÁLISIS

Por qué ha caído Trapero

20 de diciembre de 2021 22:19 h

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El mito superó al policía y eso complicó mucho el trato con él. Este sería el resumen que varios cargos de la Generalitat hacen para explicar la destitución de Josep Lluís Trapero como major de los Mossos d'Esquadra. “Regresó resentido con todo y se encerró en un núcleo muy estrecho y pequeño”, explica una de estas fuentes. Un regreso que en realidad fue una restitución, hace un año y después de un calvario judicial. Trapero se convirtió de nuevo en el jefe de los Mossos tras ser absuelto por la Audiencia Nacional, en un proceso en el que la Fiscalía llegó a acusarle de rebelión y después de sedición.

Durante el convulso 2017 se le intentó otorgar un perfil político que él siempre rehuyó. Entonces y ahora, Trapero defiende que su único propósito es garantizar la aplicación de la ley. El motivo de las diferencias con la actual cúpula de Interior, controlada por ERC y con el consejero Joan Ignasi Elena al frente, no tienen que ver con el procés o sus coletazos. La razón son las diferencias a la hora de organizar el día a día y también la adaptación de los Mossos a un relevo generacional. “El major es muy rígido. Trabaja de manera muy individualizada y aplicando una visión muy jerarquizada que no dejaba espacio a una mayor transversalidad”, argumentan fuentes del departamento de Interior.

La relación fue complicada desde el inicio. Era la primera vez que ERC asumía la cartera de Interior y lo hizo después de que los republicanos cerrasen un acuerdo con la CUP en el que se acordaba que las brigadas de antidisturbios de los Mossos no intervendrían en desahucios de familias y personas vulnerables. Según fuentes de Interior “estaba costando mucho” que Trapero asumiese este cambio para que los Mossos se convirtiesen en una “policía social”, como la define el conseller Elena. El día después de la investidura de Pere Aragonès ya se comprobó que no sería fácil, puesto que la Brigada Móvil, conocida como la Brimo, participó de nuevo en un desahucio. Y este lunes, mientras se conocía la destitución del major, los antidisturbios estaban también presentes en el desalojo de una familia considerada vulnerable del piso del Eixample barcelonés en el que llevaba 25 años viviendo. 

Aragonès estaba al corriente desde el primer día de las dificultades de entendimiento entre los nuevos responsables de Interior y el major. “El president sabía que Trapero estaba cerrado en banda desde el principio”, afirman fuentes gubernamentales. La destitución hacía varias semanas que estaba decidida y al jefe de los Mossos no le cogió por sorpresa. Se le han ofrecido varias opciones para seguir trabajando en el departamento y él, tras señalar que siempre ha estado a disposición del cuerpo, pidió un poco de tiempo para decidir qué hará a partir de ahora. 

No se descarta que Trapero opte por aceptar alguna propuesta de la privada y haga como Ferran López, quien fuera su mano derecha y que decidió dejar de ser comisario para convertirse en jefe de seguridad del Barça. En el caso de López, su paso por el club blaugrana se limitó a unos meses. Fue apartado por la directiva de Joan Laporta tras la polémica por los fallos que se produjeron en un partido con el Real Madrid y que acabaron con decenas de aficionados increpando a algunos jugadores y atacando el coche del entonces entrenador, Ronald Koeman.

Trapero solo ha concedido una entrevista desde que regresó al cargo. Fue hace medio año y en TV-3. En una de las respuestas explicó cómo entendía él que debía ejercerse el liderazgo en un puesto como el suyo: “A mí los risueños tampoco me van, si no hay detrás nada. Y muchas veces en estos puestos de responsabilidad sobran risas, sobran palmaditas en la espalda y lo que hace falta es gente firme y coherente”. Él siempre ha defendido que los policías no trabajan como mossos sino que son mossos. Es su manera de sintetizar esa coherencia que reivindicó desde que empezó a vestir el uniforme hace más de tres décadas.

Los nuevos planes

El estilo de Trapero, más duro en la apariencia que en el trato directo, no encaja en los planes que el Govern tiene para los Mossos. Públicamente se niega que existan diferencias con el ya exmajor y en una comparecencia pública, el conseller de Interior argumentó la necesidad de dar paso a nuevas generaciones así como la de apostar por la paridad. El sustituto de Trapero es Josep Maria Estela, un mando que lleva 27 años en el cuerpo y tiene 51 años, cinco menos que el major.

Estela ha hecho más despacho que calle aunque conoce muy bien el territorio porque ha trabajado en seis de las nueve regiones policiales. No ostentará el título de major pero será el nuevo jefe de los Mossos. En Interior subrayan que su perfil ayudará a descentralizar más la toma de decisiones y que no todo pase por el Complejo Central Egara. Se le sitúa en la orbita de ERC aunque en el partido se niegan a hacer esta lectura. En su primera comparecencia ante los medios, Estela quiso presentarse como un mando que rehúye el protagonismo que voluntaria o involuntariamente tuvo su predecesor y alegó que quería que se hablase más “en primera persona del plural” que en “la primera del singular”.

Mientras internamente Estela ha anunciado la implantación de una “nueva cultura organizativa” en los Mossos, de cara al exterior el nuevo comisario jefe ha querido dejar claro que las épocas de tensión con el resto de cuerpos policiales y el distanciamiento con la judicatura debido al procés han quedado atrás. “Seguiremos trabajando para fortalecer el clima de confianza mutua y lealtad institucional con jueces y fiscales y la colaboración con Guardia Civil y Policía”, ha destacado en su primera rueda de prensa como responsable del cuerpo. En Interior subrayan también “la buena relación” que existe actualmente con el Gobierno central.

Para entender por qué el relevo de Trapero no ha desatado una crisis entre Junts y ERC ayuda saber que a sectores destacados del independentismo no gustaron nada las declaraciones en sede judicial del major, desmarcándose de la estrategia del secesionismo y desvelando que estaba dispuesto a detener a Carles Puigdemont (quien siempre ha hablado bien de él). Y también que la salida de Trapero ha supuesto el regreso de Eduard Sallent, comisario predilecto de sectores de la antigua Convergència que ya dirigió el cuerpo entre junio de 2019 y noviembre de 2020, en la etapa de Miquel Buch al frente de Interior. Fue destituido cuando Trapero regresó y la mala relación entre ambos es conocida. Ahora será el número dos en el nuevo organigrama.

El otro nombre destacado y menos controvertido que el de Sallent es el de Rosa Bosch, que sin ser comisaria se incorpora a la cúpula. En su hoja de méritos se subraya su buen trabajo en el ámbito de las relaciones institucionales y se confía en ella para “abrir” los Mossos y mejorar su imagen. Trabajo no le faltará.