Los convulsos años de Illa en la alcaldía de La Roca: “Los plenos eran durísimos, tensos y bestias”
El 2 de mayo de 2005, un abogado entró al Ayuntamiento de La Roca del Vallès (Barcelona) para reunirse con su alcalde, Salvador Illa. Quería hablar con él sobre un proyecto que una gran empresa estaba instaurando en el municipio. Illa estuvo áspero desde el principio. Le recordó al letrado que, seis años antes, había asesorado al municipio vecino de Cardedeu en su oposición a un campo de golf que él defendía. “Desde ese momento eres persona non grata en este municipio”, le dijo el entonces alcalde. “Si tus clientes traen otro abogado, el proyecto seguirá adelante. Si no, que se olviden”. El letrado se quedó estupefacto.
El alcalde Illa estaba en ese momento al final de su carrera en política municipal. Según sus adversarios, se le veía quemado después de 10 años muy duros, cargados de tensión con la oposición y los municipios colindantes. Le quedaban pocos meses para saltar a un puesto de director general en el Departamento de Justicia de la Generalitat y pasar unos años en la trastienda del partido.
La carrera municipal del actual candidato del PSC había empezado de manera abrupta. Su antecesor murió de un infarto y se encontró de alcalde de un día para el otro en un municipio profundamente dividido. Illa llegó a ver cómo el pleno de su municipio aprobaba retirarle el salario de alcalde. Posteriormente fue desbancado del Ayuntamiento tras una polémica moción de censura con tránsfugas y querellas incluidas.
A los pocos meses, volvió a presentarse y logró la mayoría absoluta. La tensión, sin embargo, permaneció y no era extraño que la policía municipal tuviese que vigilar los plenos, explican distintos políticos del pueblo. “Fueron unos años cargados de tensión y con dos sectores totalmente enfrentados”, señala el actual alcalde, Albert Gil (ERC). “Cada vez era más difícil gobernar y llegó un momento en que estaba muy incómodo en su posición”.
Un pueblo con dos almas
La historia de Illa en La Roca del Vallès (10.753 habitantes) es muy distinta según a quién le preguntes. Algunos vecinos lo definen como un alcalde preocupado por sus ciudadanos, totalmente accesible e impulsor de la modernización del pueblo. Otros lo dibujan como un tipo altivo, distante, incapaz de asumir una sola crítica y que apenas se relacionaba con sus vecinos. En lo único en que coinciden todos es en que la desunión y la existencia de dos bloques muy marcados de vecinos condicionaron durante años la política municipal.
La Roca del Vallès es un municipio inusual. Recibe más de cuatro millones de turistas al año -gracias a un gran outlet de marcas de lujo en las afueras del pueblo- pero sus vecinos apenas se benefician del dinero de estos visitantes. Es un pueblo rural, con ganadería y olor a abono en sus afueras, pero también tiene industria y fábricas. Situado en la comarca del Vallès Oriental (a 40km de Barcelona), está más allá del llamado cinturón rojo barcelonés, pero lo suficientemente cerca como para que su influencia se perciba en el pueblo. En algunas zonas del municipio parece que estés en la Catalunya profunda, con calles adoquinadas y masías de principios del siglo XIX. En otras, podrías estar en cualquier ciudad de los suburbios de la capital catalana.
El resultado de estas dos realidades fueron dos bloques de ciudadanos totalmente antagónicos y enfrentados entre sí durante años. Un sector apoyaba al PSC y el otro, a la antigua Convergència (CDC). En algunas elecciones municipales, la diferencia entre ambos partidos era de 30 o 40 votos, que inclinaban la balanza hacia una formación u otra.
El municipio, además, tiene tres núcleos urbanos muy separados que abarcan una superficie de 37 km2 y obligan al alcalde a hacer equilibrios para contentar a las tres áreas. Un ejemplo: el pueblo tiene tres campos de fútbol de césped artificial, los mismos que Sant Cugat del Vallès con 80.000 habitantes más. Con una renta familiar ligeramente por encima de la media catalana, La Roca también hospeda la cárcel de Quatre Camins, si bien queda muy alejada del municipio. La prisión repercute ligeramente en el presupuesto municipal, de unos 13 millones de euros.
“En la Roca se vive muy bien”, explicaba el miércoles Félix García, de 84 años, llegado al pueblo desde Valladolid a finales de los 40. “Pero lo que ha habido aquí es mucha división”. García rechaza precisar un poco más o entrar a hablar de la política en el municipio. “Con los pocos que somos y no demasiado bien avenidos”, remacha. “Suerte que ahora está todo mejor”.
Un joven talentoso
Quien atrajo a un joven Salvador Illa al PSC fue Joan Pujol, alcalde durante dos legislaturas con el PSC y después con Convergència. Pujol fue primero compañero y después rival de Illa en el pleno del Ayuntamiento. “En esa época me fijaba en los jóvenes que despuntaban y él era el que más brillaba”, rememora desde Cal Parquero, el restaurante de comida tradicional que regenta. “Con 18 o 19 años ya era igual que ahora”.
Atraído por Pujol, Illa fue nombrado en 1987 concejal de cultura con apenas 21 años. Hijo de un trabajador de la fábrica textil del pueblo y de una ama de casa, Illa abandonaría la política local al poco tiempo para sacarse la carrera de Filosofía y realizar el servicio militar. Regresó años más tarde para ir de 'número dos' en la candidatura de Romà Planas, una institución en el pueblo y en la política catalana de la Transición.
Planas era hijo de un exalcalde de la Roca y exalto cargo republicano. Creció en el exilio francés, donde se convirtió en uno de los principales activistas del catalanismo. Íntimo amigo de Raimon Obiols y Joan Reventós (los dos primeros líderes del PSC), desde 1961 se convirtió en la sombra y secretario personal de Josep Tarradellas hasta el punto de que se le considera uno de los artífices de su regreso a Catalunya en octubre de 1977.
Tras una intensa vida política y personal, Planas estaba ya de vuelta de todo en 1995, cuando ganó la alcaldía de La Roca por 150 votos (dicen en el pueblo que se presentó casi como un favor para el PSC). Apenas tres meses después de llegar al cargo moriría de un infarto mientras estaba en su despacho. Illa, con 29 años y sin haberse presentado como candidato, se convertía en el nuevo alcalde del municipio.
Los años más duros
Empezarían los años más duros de Illa en la política local, aunque también cosecharía éxitos. Imberbe, sin ascendencia en el partido ni experiencia de gestión, el joven filósofo no contaba con el respeto de un pleno que podía ser hostil. “Todos sabíamos que era muy válido, pero es cierto que en aquel momento algunos en la oposición lo veían como un marrec [niñato]”, recuerda Pujol.
Tres años después de su llegada a la alcaldía llegaría uno de los mayores via crucis de Illa. En mayo de 1998, un concejal tránsfuga de Iniciativa per Catalunya - Els Verds (IC-EV) abandonó su equipo y firmó una moción de censura junto a dos concejales de CDC y tres más de la candidatura Independientes de la Torreta, que representaba a uno de los núcleos urbanos del municipio. “Desde que llegó nos opusimos a mucho de lo que quería hacer”, admite uno de sus adversarios de entonces, que prefiere no ser citado. Otros, sin embargo, recuerdan que ese mismo año la oposición ni siquiera había votado en contra de los presupuestos del alcalde.
La moción era kafkiana. Los dos concejales de CDC fueron expulsados de su partido, que no apoyaba el movimiento. El concejal tránsfuga de IC-EV, además, tenía abierto un procedimiento judicial por agresiones tras una pelea con uno de los concejales de la Torreta que también apoyaban la moción. Se hacían llamar Nueva Mayoría Democrática (NMD). El PSC veía “movimientos oscuros” detrás de la moción y se negaba a convocar el debate de la moción de censura que iba a suponer el final del mandato de Illa.
Ante la negativa del PSC a convocar el debate, la nueva mayoría rebelde se conjuró en octubre de ese año para retirarle el sueldo a Illa. El alcalde se quedó sin su salario de 230.000 pesetas (1.382 euros) mensuales y respondió que seguiría dedicándose exclusivamente a su tarea sin cobrar. Los grupos que le apoyaban le ofrecieron su asignación mensual. Los partidos que querían echarlo, además, se dedicaban a tumbar sistemáticamente todas las votaciones que el PSC trataba de aprobar.
No fue hasta finales de enero de 1999 que el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) obligó a Illa a convocar el pleno de la moción de censura en un plazo de 15 días. El 7 de febrero, nueve meses después de que se firmara la moción, el alcalde fue desbancado. Pocos meses después, en junio, Illa se volvió a presentar en coalición con otro grupo local y logró la mayoría absoluta.
“La moción de censura le reforzó porque se evidenció que sus opositores no tenían proyecto”, señala el exalcalde Pujol, que recuerda lo meticuloso que era Illa con su trabajo. Gil, el alcalde actual, opina de manera similar. “Creo que le sirvió para reforzar su perfil, pero pasó a ser una persona aún más fría y desconfiada”.
Illa regresó al poder, pero las tensiones no abandonaron La Roca. El alcalde se enfrentaba continuamente a las querellas que la oposición había presentado contra él -llegaron presentarse seis por presuntas irregularidades- y los enfrentamientos eran habituales. “Los plenos eran durísimos, tensos y bestias”, explica el actual alcalde de ERC, que llegó al pueblo a principios de los 2000. “Se decían cosas muy contundentes y las descalificaciones eran habituales, tanto de los otros partidos como de los vecinos que solían llenar todas las sillas”. Tras ganar de nuevo en 2003, en 2005 abandonó la legislatura a medias y dejó la alcaldía en manos de su número dos, Miquel Estapé.
El legado del alcalde
Los vecinos de La Roca critican y alaban aspectos de la gestión de Illa cuando estuvo al frente del municipio. “Ayudó mucho a que esto fuese más moderno, antes era un pueblo de vacas”, señala Rogelio Benito, 79 años, camionero jubilado. El PSC de La Roca no ha respondido a las peticiones de comentario de elDiario.es. Desde el partido, no obstante, reivindican en sus comunicaciones la construcción de varios centros de salud, el impulso del pabellón y la piscina municipales y la construcción de la biblioteca pública durante el mandato de Illa, entre otros aspectos.
Los jóvenes apenas lo recuerdan -dejó de ser alcalde hace ya 15 años- y no pueden opinar de su legado. “Todos sabemos que es de aquí, pero poco más te podemos decir”, respondía un grupo de chicas que pasaba la mañana en la plaza del Ayuntamiento. “En mi casa siempre dicen que fue muy bueno para La Roca”, añadía una.
“Creo que fue un buen gestor de cara a la galería”, opina el actual alcalde. “Pero nos dejó temas urbanísticos muy complejos que a día de hoy todavía estamos arreglando”. Gil aplaude la reconversión del centro de la ciudad que emprendió Illa, pero reprocha los sobrecostes en el pabellón. También critica el controvertido proyecto del campo de golf y una reconversión de unos terrenos que salpicó al concejal de urbanismo de Illa porque afectaba en parte a unos terrenos de su padre.
Hay otro gran proyecto en La Roca que se inauguró durante el mandato de Illa, aunque quien lo empezó fue su antecesor en el cargo, Joan Pujol. Es el gran outlet La Roca Village, que atrae a 4,4 millones de visitantes -casi tantos como la Sagrada Familia- y convierte al pueblo en el segundo municipio más visitado de Catalunya después de Barcelona. El problema, señalan todos los vecinos, es que casi ninguno de estos visitantes acaba en el pueblo. El centro comercial queda al lado de la autopista y cuenta con multitud de restaurantes. Los visitantes llegan en coche, compran, comen y se van sin haber pisado el municipio.
“Si tuviera que vivir de los que vienen al centro comercial estaría en la ruina”, señala el propietario de El Café, situado en la plaza principal del pueblo. “Como máximo llega algún despistado preguntando y poco más”.
Todos los vecinos coinciden en que el proyecto de La Roca Village se vendió como la gallina de los huevos de oro para el pueblo y en verdad nunca ha repercutido demasiado. Gil, el alcalde, destaca que el centro comercial contribuye a financiar algunos servicios del pueblo y poco más. “El mayor impacto que tiene el centro comercial es que a veces se crean problemas de movilidad”, señala. “Se vendió como si fuese una cosa para el pueblo pero después a nadie le ha beneficiado”. Pujol, alcalde cuando se impulsó inicialmente el proyecto y propietario de un restaurante, opina igual. “Ahora que ya está, bienvenido sea”, explica. “Pero es una leyenda urbana lo de que el outlet nos iba beneficiar”.
¿Un roquerol [gentilicio de La Roca] de presidente de la Generalitat? La respuesta depende de a quién le preguntes. Los más independentistas no lo pueden ni ver. Pero a algunos antiguos adversarios, como al propio Pujol, les haría incluso ilusión. “Yo fui su opositor después de años trabajando juntos”, finaliza. “En el fondo estoy contento de que pueda llegar lo más arriba posible porque se lo merece”.
Lo que todos celebran en el pueblo, en todo caso, es que las agrias diferencias entre los partidos formen parte del pasado. En la legislatura anterior, incluso ERC y el PSC llegaron a un pacto para repartirse la alcaldía durante la legislatura. “Ya lo dije el día que anunciamos el pacto con los socialistas”, señala el actual alcalde. “Si hemos podido hacerlo es porque en el PSC de la Roca hay gente nueva con nombre y apellido”, concluye. “Si hubiese sido el PSC de Illa o el de Iceta no hubiese sido posible”.
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