Convergència Democratica de Catalunya (CDC) celebró este sábado uno de los consejos nacionales más amargos que recuerdan. El intento de superar los fantasmas del pujolismo con un cambio de caras en la directiva está más en el terreno de los deseos que de las posibilidades. La crisis de CDC, el partido más grande de la coalición CiU, es profunda, está en medio de su episodio más virulento -la caída en desgracia de su tótem-, y tiene pocos visos de terminar pronto. Unió no está en un momento mucho mejor. Vista con desconfianza desde el soberanismo, la formación democristiana está desorientada en un proceso que le obliga a posicionarse, y los intentos de refundación de un espacio centrista dan buena cuenta de que la distancia con CDC comienza a ser insalvable. El trance de ambos partidos es la situación de la federación al completo, superponiendo siete crisis que han sacado a CiU del espacio histórico que ha ocupado como formación hegemónica de Catalunya.
1. Corrupción
En este momento CiU se halla inmersa en una crisis de enormes proporciones tras la confesión de Jordi Pujol de haber mantenido una cuenta sin regularizar durante 34 años. Lo que empezó como una inesperada autoinculpación de un delito fiscal ha levantado la veda y ha vuelto a poner sobre la mesa la sospecha de que CiU, y especialmente CDC, se han financiado sistemáticamente a través de comisiones pagadas por constructoras de obra pública, y que una parte de ese dinero se lo quedaba el hijo mayor del expresident catalán, Jordi Pujol Ferrusola, que actuaba como intermediario o conseguidor.
El caso Pujol es el último y el que más ha minado la imagen del partido, pero el rosario de casos de corrupción en el seno de la coalición nacionalista es mucho más amplio. El caso Palau, uno de los más conocidos, afecta directamente a CDC al considerar el juez que hay “indicios sólidos” para afirmar que el partido se lucró a través de donaciones al Palau de la Música. En concreto, el caso apunta a que Convergència habría recibido importantes sumas de dinero de Ferrovial a cambio de adjudicación de obra pública. El caso Caric en los años 80, el 'Casinos' en los 90, los más recientes Pallerols y Clotilde, la trama de las ITV -por las que está imputado el exsecretario general de CDC e hijo de Pujol, Oriol Pujol- o la vertiente catalana del caso Pokemon, engrosan una enorme lista de tramas que se entremezclan y hacen de CiU una formación sospechosa de prácticas corruptas generalizadas.
2. Resolución del proceso soberanista
La apuesta de Artur Mas por liderar un proceso para realizar una consulta soberanista está a punto de llegar a su cima. CiU y ERC firmaron un pacto al comienzo de la legislatura que incluía la convocatoria de una consulta sobre el futuro de Catalunya y los partidos soberanistas, CiU, ERC, ICV-EUiA y CUP, pusieron fecha en diciembre pasado a su realización, el 9 de noviembre del 2014. Sin embargo, a dos meses del día señalado, las dudas de que el Govern se capaz de cumplir su compromiso no paran de crecer. El Gobierno de Rajoy ya ha adelantado que impugnará la ley de Consultas ante el Constitucional, y si el marco legal previsto para la realización de la consulta es parado en el alto tribunal, las posibilidades de realizar la consulta de acuerdo a la legalidad tienden a 0.
Las salidas del Govern ante este escenario son, por un lado, saltarse el veto y realizar la consulta de todas formas, o incumplir el pacto de legislatura y convocar elecciones, por otro. Una tercera opción, más remota pero que ha tomado fuerza en las últimas semanas ante el ofrecimiento del PSC, es no hacer la consulta ni convocar elecciones y buscar un nuevo socio parlamentario que sostenga el Govern. En cualquiera de las opciones CiU tiene mucho que perder. De no celebrarse la consulta es previsible que una buena masa de electores soberanistas e independentistas se fuguen hacia ERC mientras que, en caso de que optara por saltarse el veto del Constitucional, las consecuencias podrían llegar a ser penales.
3. Divorcio entre Convergència y Unió
Las aguas bajan revueltas en la histórica buena relación entre CDC y UDC. Tras 36 años como socios, ambos partidos están hoy más distanciados que nunca a cuenta del proceso soberanista y los malos pronósticos electorales. La salida de Duran i Lleida, líder de Unió, de los cargos en la coalición hicieron palpables unas tensiones que en el verano fueron a más con el anuncio de los democristianos de que impulsarían un nuevo movimiento político centrista. Además, Duran se ha mostrado poco partidario de acudir a unas elecciones de carácter plebiscitario junto a un bloque que abogue por la declaración unilateral de independencia, y ni siquiera rechaza la idea de presentarse solo a las elecciones.
4. Crisis del modelo del nacionalismo autonomista
El nacionalismo catalán que había funcionado durante tres décadas da claros visos de estar entrando en barrena. La posición histórica de CiU había sido el nacionalismo moderado, aceptando sin reservas el modelo autonómico español, lo que había situado en un espacio hegemónico en el centroderecha. Pero el fracaso del Estatut, la crisis económica y la vuelta al gobierno del PP con un programa recentralizador ha hecho bascular a la sociedad catalana hacia otros modelos territoriales, dejando el autonomismo centrista en su peor situación en la historia desde el 78. El proceso soberanista es heredero de esa nueva situación en la que CiU se recoloca a trompicones, dejando a parte de sus votantes a uno y otro lado.
5. Crisis de los gobiernos que recortan
Desde que en 2009 comenzara el ciclo de la austeridad impuesta desde la UE hay una tendencia que se ha repetido con pocas excepciones: los gobiernos que aplican las medidas de austeridad, especialmente duras en la periferia, no aguantan unas elecciones. La ciudadanía sureuropea está cargando sobre su espalda tanto la pérdida de derechos laborales vía reducción de salarios y paro como el recorte de servicios públicos, dos losas que con frecuencia hacen pagar a sus gobernantes en las urnas.En Portugal, el primer ministro José Sócrates y su Partido Socialista salieron del gobierno en 2011 con el peor resultado del partido en dos décadas, situación similar a la española. Un año después, en Grecia, el PASOK cayó en las elecciones de 2012 del gobierno a la tercera posición y Sarkozy perdió la presidencia de la República. Un batacazo similar se llevó Silvio Berlusconi en la Italia de 2013. Las europeas del pasado mayo vinieron a consolidar la tendencia apuntada.
Catalunya no es una excepción. La federación nacionalista perdió 12 escaños en 2012 pero pudo continuar en el gobierno gracias a un pacto de legislatura con ERC. Si bien por un lado Esquerra obligó al Govern a aprobar nuevos impuestos en clave redistributiva, lo cierto es que los recortes han continuado inmisericordes los últimos dos años. CiU es consciente de que la situación social es extrema y que lo que salvaron por los pelos en las últimas elecciones podrían no repetirlo en las siguientes.
6. Estrecho margen de maniobra para pactar
La CiU liderada por Mas ha quemado puentes con todas las formaciones con las que históricamente había tenido buena relación. El PP catalán, partido con el pactó con frecuencia en la primera legislatura, es ahora un enemigo declarado por la oposición frontal a la consulta desde el Gobierno. También la buena relación con el PSC -la conocida sociovergencia- se ha visto degradada por el procés, aunque la llegada de Iceta a la primera secretaria ha servido para rebajar la tensión.
En el lado soberanista, los partidos con los que pactó la consulta en diciembre, ERC, ICV-EUiA y CUP, podrían dar la espalda a CiU si el Govern no cumple el compromiso. Por el momento las aguas están calmadas, pero su actual socio, Esquerra, escenificó a finales de verano una tensión creciente cuando varios consejeros del Govern mostraron dudas sobre la consulta.
De cara a una próxima legislatura, y ante una previsible caída electoral, para CiU no será fácil encontrar tantas fórmulas de pacto como encontraba cuando era percibido como 'pal de paller', también del sistema de partidos catalanes.
7. Crisis electoral
La superposición de las anteriores seis patatas calientes es suficiente para hundir a CiU en la peor de las crisis que puede tener un partido: la electoral. Los sondeos vienen ascendiendo de mal a muy mal en los últimos dos años, y el sorpasso de ERC en las europeas confirmaron los peores presagios de los nacionalistas. El último barómetro del CEO (Centre d'Estudis d'Opinió), hecho público a principios de verano, vaticinaba un nuevo batacazo de la federación nacionalista, que bajaría de los 50 diputados actuales en el Parlament a 35-37, siendo superada por ERC, con 38-39. El CIS apuntaba la misma tendencia en los resultados ofrecidos para el Congreso en julio, que dejaba a CiU en 2,9% del voto estatal mientras que a ERC lo situaba en el 3,3%. Si las predicciones demoscópicas son acertadas, los nacionalistas obtendrían su peor resultado histórico y habrían perdido el 50% de su representación parlamentaria en solo 4 años.