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“Ojalá sea la última manifestación de la Diada, pero si hace falta seguiremos viniendo”

Una manifestante se hace una foto en el passeig de Sant Joan

Andrea Pérez / Sandra Lázaro (fotos)

“Cada año les decimos que es el último año” explica Josep Trepant, y dirige la mirada hacia su hijo, Pere, que ha encontrado un rincón donde sentarse y pasar el rato pintando la parte de atrás de su cartulina en forma de punto, antes de que tenga lugar la acción de la manifestación independentista convocada por la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural en medio de un paseo de Sant Joan y un paseo de Lluís Companys atestados. Este año, la respuesta de Pere a su padre ha sido: “Esto ya me lo habías dicho el año pasado”.

Trepant espera que esta sea la última manifestación masiva: “Si fuera por mí, esto lo hubiéramos terminado hace unos años, pero hay gente que quiere probarlo todo”, asegura. Y denuncia que las movilizaciones no son la fórmula ideal para evaluar el apoyo al proceso de independencia: “La única forma de contarnos no tendría que ser con manifestaciones, sino votando”, afirma. Pero cree que cada cual tiene sus ritmos. Hoy se ha encontrado con nueve compañeros más de Barcelona para asistir a la movilización. Uno de ellos, Jordi Nadal, quien también considera que “el problema es esta diversidad de ritmos y que todo acabe confluyendo en una cosa positiva y de futuro”.

Barcelona, la última al coger el relevo de las otras cuatro ciudades, ha esperado su turno envuelta de calor humano, climático y textil en un acto que se ha llevado a cabo con el corazón en un puño, quitando hierro al hecho que la estrenada descentralización pueda sesgar las lecturas sobre el apoyo a esta multitudinaria manifestación repartida en hasta cinco puntos diferentes. Y es que a las 17:14h las campanas de la Seu Vella de Lleida han anunciado el inicio de la acción que ha tomado el relevo en Berga, Salt, Tarragona y, finalmente, en la capital para pedir una República Catalana, una denominación que, este año más que nunca, quiere interpelar al mayor número posible de actores políticos y sociales para culminar “rápido y bien” –tal como se había referido Jordi Sànchez, presidente del ANC– un proceso que, aun así, tiene su relato en disputa.

“Nos gustaría que fuera la última, pero si tenemos que ir a una próxima, iremos”, dice Àngela Biscarri, del barrio barcelonés de Horta. Josep Felip Manzano, que la acompaña, asegura que esta será la última movilización: “¡Si el presidente Puigdemont dice que esto ya está, es que se ha acabado!”. Manzano reflexiona que les parece bien cualquier fuerza política que posibilite la desconexión política con España, que confía “incluso en la CUP, que ya es confiar”, dice en relación a sus diferencias con los anticapitalistas.

Después del manifiesto leído por el cineasta independiente y Cruz de Sant Jordi Pere Portabella, el inicio de una canción marcaba la hora de levantar los puntos de cartulina que la organización había repartido previamente a los asistentes para simular el latido de un corazón. La acción fue precedida de algunas falsas alarmas por parte de los manifestantes que, apretujados, probaban de escuchar las indicaciones de los altavoces. Seguidamente, un cohete elevado simultáneamente en las cinco ciudades escogidas indicaba el inicio de la movilización conjunta. De nuevo, el latido de las arterias catalanas seleccionadas para una nueva demostración de fuerza: el quinto capítulo de un ciclo político que se inició el 2012 y que, de momento, todavía no ha anunciado la última emisión.

Ariadna Isern, del Secretariado Nacional del ANC, explica que “el mensaje está claro indiferentemente de si hay actor al otro lado”, y considera que la unilateralidad será la única vía para conseguir que los ciudadanos de Cataluña ejerzan su derecho a la autodeterminación: “Es vivir en el mundo del 'tutifruti' pensar que habrá una vía democrática para poder votar”, reflexiona Isern, quien cree que el hecho de escoger una fórmula descentralizada es una deuda con los diferentes territorios catalanes; visión que comparte Clara Dachs, regidora de la CUP en La Garriga: “Cataluña somos todos los pueblos que la forman, no sólo Barcelona o las capitales”. Y remarca también una necesaria unilateralidad: “Las relaciones con las estructuras de estado españolas se tienen que acabar, tenemos que empezar a crear las nuestras”, argumenta. Si esto se produjera, Miriam Gabusi, que viene cada año desde Argentina porque cree que su abuela (catalana) “hubiera estado aquí”, cree que Cataluña podría ser un “buen modelo para el mundo”.

Acabada la acción conjunta, en todo momento acompañada por los pilares que los castellers iban levantando para simbolizar los pilares de la futura República Catalana, los manifestantes han empezado a moverse en todas las direcciones posibles, generando un colapso que, entre las señales que hacían otros ciudadanos desde los balcones y la paciencia de los asistentes, se ha podido deshacer con algún mareo por el camino. Las colas se han parado tímidamente en el momento en que se ha producido la cantada conjunta del himno de los Segadores, un instante en que incluso las personas que seguían avanzando en busca de una salida a la aglomeración, intentaban hacerlo con la mano al pecho o acompasando el movimiento de los labios con la letra de la canción.

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