María (nombre ficticio) espera nerviosa en el vestíbulo de la Ciudad de la Justicia de Barcelona. “La justicia funciona como el culo”, sentencia. Su pareja es uno de los 46 acusados en el juicio por el motín en la cárcel de Quatre Camins (Barcelona). La huelga de 'brazos caídos' de los internos sucedió en mayo de 2002 y han tenido que pasar 16 años para que llegue a juicio. Finalmente, este lunes se ha celebrado tan solo una de las diez vistas previstas porque las defensas han llegado a un pacto con la Fiscalía y la Generalitat.
El novio de María pasó 13 años en la cárcel. “Robos, juergas, descontrol...”, explica. Desde hace una década está en libertad y ambos regentan una tienda en una población del área metropolitana de Barcelona. El negocio les va bien, pero la perspectiva de un juicio durante diez días les truncaba el mes de mayo. No todos los acusados han seguido el mismo camino: 19 siguen cumpliendo condena en distintos centros penitenciarios.
María se enteró del juicio hace tres años. Los Mossos d'Esquadra se llevaron una mañana de julio a su novio cuando estaban, junto a sus tres hijos, de vacaciones en un camping en Tarragona. El propio exrecluso desconocía que estaba en busca y captura. Es una de las quejas de María sobre el funcionamiento de la justicia: las notificaciones, asegura, no siempre han llegado a su domicilio. El problema no sólo está en el juzgado: la abogada de oficio que atendía a su pareja renunció el pasado jueves. Según María, la letrada no quería desplazarse a Barcelona desde Granollers, población en cuyo juzgado penal se debía celebrar el juicio por ser la más próxima a Quatre Camins.
Y es que la vista oral se ha trasladado al auditorio de la Ciudad de la Justicia de la capital catalana porque los 47 acusados y sus defensas simplemente no cabían en el juzgado de Granollers. Los reclusos y los exreos protagonistas del motín se han sentado en el mismo banco que célebres acusados de guante blanco, como los saqueadores confesos del Palau de la Música, Fèlix Millet y Jordi Montull.
Esta coincidencia es, a juicio de María, una simple anécdota. No cree que la justicia sea igual para todos. “Es una injusticia total que este caso llegue a juicio después de tanto tiempo. Ha rehecho su vida y está limpio. Con los ricos no va así. Cuando saben que has sido preso, el trato es distinto. Él lo único que hizo fue subirse al tejado de la cárcel, no pegó a nadie”, asevera.
En el plano penal, en el caso inicialmente había 56 acusados. El fiscal pedía diez años de prisión para dos procesados y cinco para el resto. El paso del tiempo también se ha notado en este juicio: ocho acusados han muerto desde 2007, año en que la Fiscalía presentó su escrito de acusación. Otro ha sido declarado incapacitado para declarar en un juicio.
De los 46 que han quedado, quince han sido condenados a doce meses de prisión y a una multa de 180 euros por un delito de atentado con uso de instrumento peligroso en concurso con dos faltas de lesiones. Para el cabecilla del motín la pena asciende a 15 meses y 180 euros de multa por atentado y delito de lesiones. Además, tendrá que indemnizar con 7.230 euros por las lesiones causadas a un funcionario de prisiones.
Ninguno de ellos cumplirá la pena si no delinquen en dos años, comunican su domicilio al juzgado y pagan las indemnizaciones por los daños provocados en la cárcel y las lesiones a un mosso y un funcionario de prisiones, que suman 16.946,54 euros. El juez ha tenido en cuenta que han pasado 16 años desde los hechos. Otros 24 acusados han terminado absueltos. 23 porque los delitos han prescrito y otro exrecluso porque, en un fallo flagrante del juzgado, ha terminado acusado pese a que no declaró en fase de instrucción, lo que vulnera su derecho a la defensa.
Los internos protestaban en 2002 por un cambio en la política de beneficios penitenciarios. Se había suprimido la reducción de condena por trabajar en la cárcel, y encima los presos no cobraban. Fue una época difícil en este centro penitenciario, en el que sucedieron tres motines en tres días. 16 años después, María respira aliviada a la salida de los juzgados: “Yo estaba más nerviosa que él”. La sentencia es firme desde este mismo lunes. María y su novio vuelven a la tienda. Solo han tenido que cerrar una mañana.