La extrema derecha en el ojo ajeno
El compañero Miquel Ramos, buen conocedor de la extrema derecha en España, alertó el lunes en redes del fenómeno al que estamos asistiendo desde hace unos días en Catalunya después de la victoria de un partido xenófobo en la población de Ripoll. “Tras negar que exista extrema derecha independentista, ahora, cuando ha sacado representación, comienza el proceso de limpiar su imagen. El mismo guion que con la extrema derecha española y que con el resto de extremas derechas de todas partes. Tocará ver dónde se sitúa cada uno ahora”.
Cualquiera que haya seguido la trayectoria de Ramos, las amenazas que ha recibido por plantar cara a Vox y otras formaciones como España 2000, sabría que si hay alguien con conocimiento y autoridad para advertir de cómo empiezan los procesos de blanqueo de siglas de la extrema derecha es este periodista valenciano. A él, y a los que nos hemos atrevido a calificar a Aliança Catalana como lo que es, un partido xenófobo, nos han insultado en redes con pretendidas lecciones de ‘catalanidad’, a la vez que nos han acusado de no criticar los discursos de Vox y sí hacerlo con los de esta formación.
Las amenazas de querellas de dirigentes del partido de Abascal por informaciones que hemos publicado en este diario o el veto a entrar en su sede son respuesta suficiente para acallar estas falsas acusaciones que solo pueden estar formuladas desde el desconocimiento o la mala fe.
En redes y desde algunas tribunas se ha presentado a la ganadora de las elecciones en Ripoll, Sílvia Orriols, como una afable madre de familia numerosa y una ‘patriota’. Lo primero es cierto. Lo segundo es, como mínimo, cuestionable a no ser que el concepto que se tenga de Catalunya sea parecido al de la Francia de Éric Zemmour, aquella que acusa a la inmigración de ser un enemigo político. En nombre de una bandera y una lengua se apela a un esencialismo que asusta. Como recuerda el activista Jordi Armadans, la extrema derecha es extrema derecha, hable la lengua que hable.
“No se llama inmigración, se llama invasión. Y no es natural, está orquestada”, escribió Orriols en un tuit a mediados de mayo.
“Se trata de una inmigración masiva promovida por los poderes, las élites y las oligarquías políticas españolas y europeas. Estamos ante una invasión migratoria”, afirmó el líder de Vox, Santiago Abascal, durante una visita a Canarias.
En las redes se ha recordado también que los argumentos de la candidata de Aliança Catalana son como los que utiliza Salvini en Italia:
“No somos la derecha ni la izquierda, somos nacionalistas catalanes, algo que un acomplejado no puede entender…”, escribió Orriols en el 2019.
“Derecha e izquierda a menudo son solo etiquetas vacías, la Liga está abierta a la contribución de personalidades de las más variadas orientaciones culturales y tiene una sola estrella polar: la prioridad es el bien de los italianos”, escribió Matteo Salvini en el 2020.
Los mensajes de dirigentes de Vox, ya antes de obtener representación institucional, circulaban por Whatsapp como lo hacen ahora los discursos de Orriols. Se sembró lo que después se ha ido recogiendo. El resto lo hicieron los medios que lejos de alertar del riesgo que implicaba el auge de la extrema derecha optaron por perfiles amables de sus dirigentes o por regalarles espacio de manera acrítica porque daban audiencia. No es muy distinto de lo que está pasando ahora con algunos medios y Aliança Catalana.
El sábado por la noche se entrevistó en la cadena 8TV a Orriols. Es una televisión con una audiencia irrisoria, que está en preconcurso de acreedores y que aspira, de momento sin éxito, a convertirse en referente de los votantes independentistas que consideran que TV3 no responde a sus expectativas. El sábado logró un récord de audiencia y ha anunciado que el próximo fin de semana volverá a contar con la política de Ripoll. La entrevistará Pilar Rahola, que ha abogado por una “conversación pausada” en la que Orriols “podrá explicarse bien”.
Esta misma estrategia, regalar minutos a la extrema derecha, fue la que engordó a Vox. El compañero Ferran Casas lo resumía así con acierto tras conocerse que la política xenófoba regresará este fin de semana al mismo plató: “Aquí hay quien, para flotar, quiere emularlo en pequeño y con más familiaridad. Los que callan o pagan tal vez en unos años lo lamentarán y perjudicará a todo el país”.
El argumento que se utiliza para elogiar o disculpar las tesis de Orriols es que la izquierda es permisiva con los conflictos derivados de la convivencia, no siempre fácil, en ciudades o barrios con porcentajes altos de migración. Más aún en poblaciones como Ripoll, donde el trabajo comunitario y de los servicios sociales no pudo evitar la radicalización de un grupo de jóvenes que se convirtieron en terroristas.
Negar que puedan existir problemas es una equivocación que no ayuda a encontrar las soluciones. Amplificar los argumentos racistas y que enfrentan a un pueblo bajo falsas proclamas de ‘ellos contra nosotros’ es un error que como sociedad siempre se paga muy caro.
Que la extrema derecha que representa Sílvia Orriols siga siendo minoritaria en Catalunya depende sobre todo del resto de formaciones, especialmente de las independentistas. Es algo que el PP y sus tentáculos mediáticos no hicieron con Vox. Que al menos sirva de lección.
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