No se sabía ni cuándo ni cómo, pero el Govern tenía asumido que antes del 1 de octubre podía pasar de todo y siempre insistía en que tenía planes alternativos para hacer frente a los envites judiciales y los procedentes del Gobierno central, incluida, como así ha sido, una intervención económica de la Generalitat.
Pero el golpe asestado este miércoles a los planes del Ejecutivo catalán es más que un revés. El 2O-S se ha descabezado la organización política y logística del referéndum. Lo que tal vez no calculó el juez que ha dirigido la operación ni tampoco Mariano Rajoy es la respuesta que sus decisiones iban a tener en la calle.
Entre los 14 detenidos destaca un nombre: Josep María Jové. El número dos del vicepresidente, Oriol Junqueras, era el coordinador técnico del referéndum. En los últimos meses se ha encargado de pilotar las reuniones con los secretarios de los diferentes departamentos para diseñar el 1 de octubre.
El cerebro del referéndum era Jové. Junto a él se han detenido a otros altos cargos de la Generalitat, entre ellos, el director de estrategia del Centre de Tecnologies de la Informació (CTTI), Josuè Sallent. El cometido de este organismo era el de planificar y gestionar los servicios informáticos imprescindibles para asegurarse desde la base de datos del censo al recuento del resultado.
“El CTTI es el cortafuegos que necesitaba el Gobierno central para parar el referéndum”, resume uno de los técnicos que participó en la organización del 9-N. Para rematar la operación, la Guardia Civil también ha detenido a una directiva de la empresa informática T-Systems. Porque los ciudadanos podrán imprimirse papeletas el 1 de octubre, incluso se pueden fabricar urnas domésticas, pero lo que no podrá haber es un centro informático alternativo.
¿Una gran plaza Tahrir?
En público el Govern insiste en que el referéndum se celebrará, que pronto se dará a conocer el censo y que habrá urnas. En privado se asume que la coletilla preferida de Junqueras, ese “se votará como siempre” es hoy una entelequia. Otra cosa es que se intente que el 1 de octubre se coloquen puntos de votación y se consiga la imagen de colas de personas con la papeleta en la mano.
El independentismo lo fía todo a la respuesta en la calle. De momento ha logrado que la movilización obtenga apoyos más allá de sus siglas. El contundente mensaje de Ada Colau pidiendo a los barceloneses que se manifiesten para frenar la “deriva represora de Rajoy” y el respaldo de los principales sindicatos, Comisiones Obreras y la UGT, a las concentraciones anunciadas por las entidades soberanistas favorece el discurso de Carles Puigdemont. La estrategia consensuada no es otra que apelar a la defensa del autogobierno y sus instituciones.
Su discurso ha calado también, o sobre todo, en la calle puesto que hasta 40.000 personas han ocupado este miércoles el centro de Barcelona, principalmente frente a las puertas de la sede de la Conselleria de Economia, pero también repartidos por otros puntos de la ciudad. Del mismo modo, en diversas ciudades catalanas se han producido protestas. Y no serán las últimas porque tanto la Assemblea Nacional Catalana como Òmnium han pedido que de aquí al 1 de octubre se mantenga el pulso en la calle.
Los dirigentes independentistas están ya diseñando el calendario de movilizaciones. De entrada, este jueves se ha previsto una concentración frente al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya y la previsión es que este domingo haya concentraciones frente a todos los ayuntamientos. La apelación insistente por parte de los organizadores, desde la CUP a los miembros del Govern, es que las protestas sean pacíficas y se frene cualquier conato violento.
Una de sus obsesiones es transmitir a nivel internacional la imagen de movimiento pacífico que han conseguido mantener hasta ahora. Esa es también su fuerza para sumar a su causa a aquellos ciudadanos, catalanes o no, que sin ser independentistas no están de acuerdo con la respuesta que Rajoy ha dado al desafío secesionista.