Todo el mundo esperaba que en algún momento las manifestaciones multitudinarias de la Diada dejaran de celebrarse. Unos porque el movimiento independentista se hubiera agotado y otros porque la independencia se hubiese producido. Lo que nadie podía vaticinar es que el culpable de la primera Diada sin multitudes en casi una década sería una pandemia global.
El independentismo ha celebrado este viernes su 11 de septiembre más atípico, con actos de pequeño formato y restricciones sanitarias que, sin embargo, no han evitado que los partidarios de la secesión hayan podido volver a mostrar sus reivindicaciones. La alegría desbordante de otros años ha dado paso a la tristeza entre los que han salido a la calle.
Concepció y Montserrat, que han acudido “toda la vida” a las marchas de la Diada, aguardan en la cola para entrar en la concentración de la plaza Universidad. Han reservado su puesto por Internet y a la entrada dos voluntarios de la ANC les toman la temperatura y les dan gel hidroalcohólico. “Es todo muy extraño, triste y diferente. Por el virus y porque los partidos están divididos”, comenta Montserrat. “Sí, es muy triste lo que ocurre con los partidos. Solo se pelean entre ellos y miran solo por ellos mismos”, tercia Concepció.
En otra de las entradas a la plaza, Vicenç y Soledad comentan que están viviendo “muy mal” la Diada de este año: “Se para todo el movimiento, no podemos hacer manifestaciones ni llamar la atención al extranjero, porque en España es imposible”. “Si no fuera por los políticos ya seríamos independientes”, remacha Vicenç.
Unos metros más atrás de la fila, cuyos integrantes llevan todos mascarilla, Josep Maria y Montserrat también comparten un sentimiento de extrañeza. “Se echa de menos la gente, antes a las 16:00h. ya no podías dar un paso, y mira ahora”, dice Montserrat señalando una desierta Ronda de Sant Pau. “Por la mañana el Born y el centro también estaban desiertos”.
La pareja evoca las marchas que habían llenado el centro de Barcelona y lamenta las divergencias en el seno del soberanismo. “No nos gusta y no es lógico que estando en la cárcel se peleen entre ellos y no se arreglen”, sostiene Josep Maria. “La gente tenemos claro el objetivo, pero los políticos están preocupados por el poder”, apostilla. En la conversación salen las novedades editoriales de Carles Puigdemont. “No he leído los libros pero por lo que he oído Puigdemont se ha quedado a gusto”, resume Montserrat.
La Asamblea Nacional Catalana (ANC) ha concentrado a cerca de 59.000 personas en total en 131 puntos de Catalunya. Una cifra de participación mucho menor que otros años y una dispersión buscada para garantizar las condiciones sanitarias. La organización ha convocado a sus fieles ante edificios identificados con la administración general del Estado, como Hacienda, aduanas, Renfe o la Seguridad Social. El acto central se ha celebrado en la plaza Letamendi de Barcelona, sede de la Agencia Tributaria, a donde han acudido unas 200 personas, que han ocupado sillas separadas por la correspondiente distancia de seguridad.
En el acceso a la plaza Letamendi están Pol y Marc, dos hermanos que van a las manifestaciones de la Diada desde hace tres años. “Primero con nuestros padres y luego ya solos”, puntualizan los dos jóvenes. Ellos ni se han apuntado para poder entrar a la concentración. “Hemos decidido bajar para ver el ambiente, pero es muy raro, no hay casi nadie y da un poco de cosa acercarse”, constata Pol. “El año pasado estábamos más motivados y atentos a la tele por la sentencia y todo, pero este año con la COVID hemos desconectado un poco del procés”, explica Marc.
A unos metros, dos parejas de jubilados que han venido de Lleida comentan la situación. “Da mucha pena, hoy estamos en la calle pero cabreados”, empieza Melania. Rosa asienta con la cabeza. “Cabreados y decepcionados con los políticos y los medios”, continúa Pere. Su amigo Antoni remata: “Lo que hacen ahora los partidos no es política, es politiqueo para ganar las elecciones y colocarse en un buen sitio”.
Una de las polémicas de este año ha sido si las manifestaciones podían celebrarse o era un riesgo evitable en tiempo de pandemia. Algunos de los expertos más conocidos en Catalunya, como el jefe de Epidemiología del Hospital Clínic, Antoni Trilla, o el investigador Oriol Mitjà, se han mostrado poco partidarios de llevar a cabo actos públicos y concentraciones, no solo por el riesgo de los propios eventos, sino también debido a posibles situaciones de relajación en las inmediaciones o de saturación del transporte público.
También el propio secretario de Salut Pública del Govern, Josep Maria Argimon, ha tachado de “inoportuno” celebrar los eventos de la Diada. La propia Generalitat optó por desconvocar sus actos tradicionales, con la excepción de la ofrenda floral en el monumento de Rafael Casanova, una de las tradiciones más antiguas de la conmemoración, que también se ha llevado a cabo en un acto más reducido.