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Jordi Sànchez, un activista histórico y símbolo del independentismo tranquilo

Jordi Sànchez (Barcelona, 1964) tenía mucho activismo político en la mochila antes de liderar la Assemblea Nacional Catalana (ANC) en 2015, aunque seguramente no imaginaba que acabaría en la cárcel por sedición. Su encarcelamiento junto al líder de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, ha devuelto a la primera línea informativa a las entidades independentistas.

Ambos están acusados de promover manifestaciones para impedir el trabajo de la Guardia Civil el pasado 20 de septiembre en su registro a la Conselleria de Economía. Todo lo contrario que las movilizaciones pacíficas de la Diada del último lustro organizadas por la ANC y Òmnium.

La militancia de Sànchez arrancó en los años ochenta en la Crida per la Solidaritat, organización nacionalista en defensa del catalán de la que fue portavoz hasta su disolución en 1993. De ahí pasó a la órbita de ICV. Además de dar clases de Ciencias Políticas en la universidad, en 2010 fue nombrado adjunto al Síndic de Greuges, el Defensor del Pueblo catalán.

Sànchez se puso al frente de la ANC en mayo de 2015. Sus dos elecciones como presidente de la entidad han sido polémicas, ya que, gracias al sistema electoral de la ANC, Sànchez ganó a pesar de no ser el candidato a la presidencia más votado por los militantes de base.

Al frente de la ANC, Sànchez se ha ganado la imagen de independentista de 'seny', especialista en tranquilizar a los soberanistas conservadores y a los jubilados que han evolucionado hacia el independentismo en los últimos años, a quienes se explica la ruptura con el Estado como una revolución de las sonrisas.

La ANC, entidad joven

A diferencia de Òmnium, con medio siglo de historia, la ANC se fundó en 2012, y su cúpula ha vivido en sus carnes la disputas soterrada entre ERC y Convergència por el liderazgo independentista. Esta contienda se ha reflejado en los dos presidentes de la entidad: Carme Forcadell y Jordi Sànchez.

El actual president de la ANC nunca ha presionado en público a Artur Mas o a Carles Puigdemont, a diferencia de su antecesora en la ANC. Carme Forcadell –más cercana a ERC– exigió en 2014 al expresident que pusiera urnas sí o sí el 9-N cuando Mas ya había decidido rebajar la consulta soberanista a un proceso participativo sin consecuencias.

Al contrario que su homólogo de Òmnium, Jordi Cuixart, Sànchez no ha escondido sus preferencias políticas cuando ha tenido ocasión. En una entrevista con este diario antes de las últimas elecciones catalanas de 2015, se decantó por Junts pel Sí frente a la CUP, la otra lista independentista que concurría a los comicios. Y en plena crisis por la negativa de los anticapitalistas a investir a Artur Mas, cargó duramente contra la CUP, un posicionamiento que no compartían todos los más de 40.000 socios de la entidad.

Pero todo esto ya es pasado. El encarcelamiento de Sànchez por sedición, delito penado hasta con 15 años de cárcel, ha provocado que el independentismo paralice temporalmente sus rencillas. Todos a una, al lado de los 'comuns', el PSC y los sindicatos, han criticado la prisión incondicional.

Las defensas de Sànchez y Cuixart discrepan tanto de los hechos como de los criterios por los que la magistrada Carmen Lamela les ha enviado a la cárcel, y lo argumentarán en el recurso que presentarán en los próximos días. Para empezar, porque ni Sànchez y Cuixart tienen intención de fugarse de Catalunya en pleno proceso soberanista, como sí sostiene la magistrada.

Sobre los hechos, en primer lugar, consideran que la concentración fue pacífica porque no hubo altercados, y recuerdan que la Guardia Civil logró salir del edificio. De hecho, el pasado 20 de septiembre algunos de los concentrados criticaron a Sànchez y Cuixart cuando, pasadas las diez de la noche, desconvocaron la protesta.

En contra de Sànchez y Cuixart juegan, entre otros aspectos, los mensajes de WhatsApp de Òmnium, en el que se indicaba que el motivo de las protestas era “parar” a la Guardia Civil. La contundencia de la magistrada no ha frenado a Òmnium y ANC, que este martes han conseguido que los ciudadanos llenen de velas el centro de las principales ciudades catalanas. Y así seguirán hasta sacar a sus líderes de la cárcel.