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ANÁLISIS

Por qué se va Jordi Sànchez

4 de abril de 2022 22:24 h

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Jordi Cuixart abandonó la presidencia de Òmnium porque tenía claro que hacían falta nuevos liderazgos. El exlíder de la ANC, Jordi Sànchez, que a diferencia de Cuixart sí se dejó tentar por la política partidista, no seguirá al frente de la secretaría general de Junts por la falta de apoyos. Sin Sànchez y Cuixart no hubiese habido referéndum del 1-O. No fue solo cosa suya, pero sin la ANC y Òmnium y sin el papel, a menudo de mediadores, que los ‘jordis’ ejercieron entre las diferentes familias del independentismo y muy especialmente entre ERC y el espacio posconvergente, es más que probable que ni hubiese habido urnas ni tampoco votación. 

Cuixart ya en la cárcel defendía la necesidad de nuevos referentes para un escenario distinto aunque solo él se ha apartado por voluntad propia. Carles Puigdemont sigue ejerciendo un liderazgo más moral que efectivo en el partido que él creó pero del que nunca se ha ocupado. Su prioridad es siempre la siguiente batalla judicial porque entiende que es donde se pueden obtener las victorias políticas y más ahora que se acerca la última, la de la inmunidad, que deberá resolverse antes del verano y que es la que le puede permitir plantearse un regreso. Por el contrario, Oriol Junqueras tutela todo lo que le dejan en ERC y trabaja desde hace meses en la configuración de la estrategia de cara a las municipales. La diferencia entre Puigdemont y Junqueras es que, mientras el primero ungió a Sànchez y después se ha desentendido de las peleas entre las distintas familias de Junts, el líder republicano peca de todo lo contrario, de no dejar que nada se mueva en el partido sin que él lo sepa. Con dos estilos diferentes pero ambos siguen siendo nombres imprescindibles para entender las estrategias de sus respectivas formaciones.

Sànchez era un hombre de Artur Mas y próximo a David Madí. Puigdemont le escogió para ser secretario general de Junts porque se aplacaba así la guerra interna entre las distintas corrientes del nuevo partido. Pero la solución no llegó ni a tregua. El expresidente de la ANC no era un pata negra convergente (como lo son Jordi Turull o Josep Rull) ni tampoco un ‘legitimista’, que es como optaron por autodefinirse los próximos a Quim Torra o Laura Borràs y cuyo discurso es fácil confundir con el populismo. Sànchez no era de nadie y a su falta de apoyos sumó lo que sus detractores resumen como falta de capacidad para escuchar y consensuar decisiones, ya fuesen nombramientos pactados con ERC y el PSC o fichajes para candidaturas municipales. El escenario de muchos de los desencuentros fueron las reuniones de la ejecutiva de los lunes. Unos se quejaban de que Sànchez se limitaba a informarles de acuerdos a los que había llegado sin antes consultarles mientras que él apelaba a su autoridad y a que no quería que le desautorizasen como secretario general. Así fueron pasando los meses y creciendo el malestar. 

En declaraciones a TV3, Sànchez consideró este lunes que en la dirección ha sobrado vanidad y ha faltado lealtad. No señaló directamente a nadie pero, como apunta un exdirigente del partido, es una cúpula con varios reinos de taifas. La ejecutiva está integrada por 20 personas y las dos más importantes son el presidente y el secretario general. Varios dirigentes que han hablado con Puigdemont confirman que su voluntad, si no cambia de opinión en el último momento, es dejar la presidencia del partido. Es algo que desde hace semanas se da por hecho en las conversaciones internas y, aunque los estatutos no establecen cuándo debe renovarse la cúpula (se olvidaron de ponerlo), se infería que el congreso debía servir también para cambiar la dirección. 

Pese a las dudas sobre el calendario, finalmente el cónclave se ha fijado para la primera quincena de junio. El baile sobre los nombres de la nueva cúpula ya empezó hace tiempo. La primera incógnita era si Sànchez se apartaría o le obligarían a irse y esta duda ya quedó resuelta este fin de semana cuando el secretario general anunció que daba el paso atrás. Intenta así que sea más fácil una lista de consenso que evite una mayor fractura interna. El primer nombre en las quinielas es el de Jordi Turull, que esta vez, a diferencia de lo que pasó en el congreso fundacional del PDeCAT, contaría con el apoyo del sector de Rull (ambos hicieron las paces en la cárcel y les une su rechazo a Sànchez). El exconsejero de Presidència no quiere volver a fracasar y antes medirá sus fuerzas. Tiene respaldo entre una parte importante de la militancia y un sector del Govern (el representado por la consellera de Justicia, Lourdes Ciuró, y otros cargos repartidos entre departamentos). En su contra juega el hecho de que lleva más de tres décadas en política, se le identifica con la Convergència de los Pujol (Jordi y Oriol) y está por ver cuál sería ahora su relación con la CUP después de que los anticapitalistas se negaran a votarle en la investidura pese a saber que estaba a punto de entrar de nuevo en la cárcel.

Laura Borràs podría jugar un papel en la nueva estructura y el que más le encaja es el de la presidencia del partido, aunque sus maniobras en el Parlament le han granjeado más de una crítica también entre los suyos. Uno de los nombres próximos a Borràs y que podría ganar peso en la nueva etapa es Jaume Alonso-Cuevillas, diputado y abogado que pese a estar en esta corriente ha dado muestras más que sobradas de que no es de los dispuestos a desobedecer la ley. A diferencia de otros, no disfraza su pragmatismo con grandes discursos que no se corresponden después con los hechos. El ejemplo más reciente fue la decisión de retirar el escaño del diputado de la CUP Pau Juvillà cuando las palabras de la presidenta fueron por un lado y los hechos por otro.    

Más allá de los equilibrios orgánicos, hay otro interrogante aún no despejado pero que ronda ya en muchas cabezas del partido. ¿Quién encabezará la lista en las próximas autonómicas? Borràs tendría todos los números para repetir como candidata, como incluso reconocen sus detractores, si no fuese porque es posible que para entonces ya haya sido juzgada y es posible que inhabilitada por la justicia. De ahí que los movimientos en el banquillo hayan empezado y con dos nombres nuevos: Jaume Giró (que aún no es militante pero lo será) y Victòria Alsina, que como consellera de Exteriors está sumando fans dentro y fuera del partido.

Giró es conseller de Economia porque Sànchez lo propuso y Puigdemont lo bendijo. No se ha querido alinear con ninguna familia y eso de momento le juega a favor porque todas le respetan. Puede exhibir su cuadratura del círculo particular después de que gracias a ERC logró pactar con los comuns los presupuestos que había negociado con la CUP y que este grupo finalmente se negó a apoyar. Se ha convertido en el referente de Junts en el Govern pese a que el llamado a serlo era el vicepresidente, Jordi Puigneró. La consellera Alsina, al igual que Giró, es un perfil que gusta a los sectores más pragmáticos y además no crea animadversión en el resto. Es mujer y aún no ha cumplido los 40 años. No tiene prisa y eso también puede jugarle a favor.