El debate en Catalunya en torno a la candidatura conjunta entre CDC, ERC y las entidades soberanistas se ha enquistado en la dicotomía de si Junts Pel Sí es o no la lista de Artur Mas. A ese estado de la discusión ha contribuido con ánimo el resto de candidaturas, en especial Catalunya Sí Que Es Pot, que han centrado sus críticas sobre el hecho de que Mas sea el candidato a president yendo en el número 4, pero también la indefinición de Raúl Romeva y ERC durante tres semanas sobre si Mas era el candidato, un asunto que ha acabado explotándoles en la cara y ocupando portadas.
Dejando de lado el tema de la candidatura a la presidencia, sobre el que están cerca de agotarse los argumentos, en estos momentos Junts Pel Sí es ya un proyecto con diversos apoyos y compartido por varias formaciones y sensibilidades en el independentimo. Pero además de eso, Junts Pel Sí es una apuesta promovida por Convergència, un hito clave en su proceso de refundación y la primera fórmula electoral que ensayará tras el fin de una etapa de 37 años como CiU. Para Convergència más que para ningún otro partido, esta fórmula tiene una utilidad estratégica vital.
El precedente que no llegó a ser
La idea de una candidatura conjunta entre CDC y ERC nace entre el invierno y la primera de 2014 en los despachos de Convergència. Las encuestas iban mal, con un empate técnico entre CiU y ERC a 35 escaños, mientras Unió se desesperaba al ver que ERC ocupaba su tradicional lugar de socios preferentes de CDC. Las elecciones europeas serían la prueba de fuego de la federación nacionalista, donde podría ponerse de manifiesto como nunca antes su crisis. Fue entonces cuando tuvo lugar la primera intentona de coalición de la que, según diversas fuentes que los partidos no confirman, se llegaron incluso a negociar los nombres que la formarían.
Pese a lo avanzado de las negociaciones, finalmente ERC se echó atrás y decidió concurrir en solitario. La noche del 25 de mayo, los peores pronósticos se cumplieron para la federación nacionalista. CiU cedió por primera vez el primer puesto ante ERC, por escasos dos puntos. Sin embargo, la suma entre CiU y ERC quedó por encima del 45% de los votos, una cifra jamás alcanzada por el nacionalismo catalán.
Con esos resultados, en CiU saltaron todas las alarmas. La cosa todavía se complicó más en julio, cuando estalló el escándalo Pujol. Para el verano de 2014 la idea de la coalición con ERC había dejado de ser vista como una posibilidad para convertirse en una necesidad urgente, la única salida del partido ante el pronóstico de una caída en escaños de un 30% respecto a 2012 y de cerca de un 45% respecto a 2010.
Convergència buscaba con la coalición solucionar tres aspectos: En primer lugar, después de haber roto puentes con todas las formaciones quedando a expensas del apoyo parlamentario de los de Junqueras, necesitaba garantizarse continuidad y estabilidad en el gobierno al menos hasta 2016, una fecha señalada frecuentemente por Mas como horizonte personal. En segundo lugar, servía para neutralizar en las urnas a su principal competidor, ERC, en crecimiento disparado desde 2012 y la herida por donde CDC más sangraba. Por último, la cúpula del partido quería recuperar la centralidad perdida una vez el catalanismo se había convertido casi por completo en soberanismo.
Lista conjunta o muerte del 'procés'
El proceso participativo del 9-N fue calificado de éxito por sus promotores, pero también sirvió para constatar que no valía con una consulta sin garantías para legitimar la secesión, ni internamente en Catalunya ni en el panorama internacional. Las entidades soberanistas, ERC y la CUP apostaron entonces por el que había sido el plan B de Mas durante el verano: unas elecciones plebiscitarias. Pero el president puso sus condiciones.
El líder de CDC exigía formar una lista conjunta con ERC y las entidades como condición para estampar su firma sobre un decreto de convocatoria. Amenazaba con agotar la legislatura si Junqueras no se plegaba, lo que hubiese significado la muerte efectiva del procés soberanista. Para Esquerra las tesis de Mas eran inasumibles, pues consideraban que no era útil ni para ellos ni para el independentismo, que se vería lastrado en la fusión a la crisis electoral de Convergència. Lo veían poco menos que una opa hostil. En estos términos expuso Junqueras la situación ante su más estrecho grupo de colaboradores en su casa de Sant Vicenç dels Horts en una reunión mantenida a finales de noviembre.
Aquellos meses de tensión acabaron con un acuerdo entre Mas y Junqueras por el que las elecciones se celebrarían el 27-S a cambio de que ERC concurriera sin independientes de las entidades. Era una fórmula intermedia para CDC, porque le permitía neutralizar a Esquerra al dejarla fuera de la órbita de los movimientos. Junqueras dio entonces la discusión por cerrada, pero para Mas solo fue una tregua. A dos meses de la fecha pactada, el president volvió a la carga reclamando a la ANC y Òmnium ponerse al frente de su candidatura, y a ERC sumarse a esa lista. Las propuestas de otras formaciones fueron descartadas. La amenaza de no convocar el 27-S volvió a estar sobre la mesa.
Junts Pel Sí, una victoria personal de Mas
Diversas teorías se han esgrimido en los últimos días para explicar el cambio de parecer de Junqueras respecto a la coalición electoral, como razones de carácter personal, la presión mediática y social, o un cambio de estrategia de ERC, entre otras. “El miedo de Junqueras no era ponerse a una parte del movimiento independentista en contra, era que Mas le había demostrado en febrero algo que él entonces no creía, que estaba dispuesto a dejar morir el procés si no había lista conjunta”, asegura un colaborador del president de ERC, confirmando, de paso, que los republicanos entendieron la amenaza de no convocar el 27-S como una posibilidad muy real. El propio Junqueras lo explicó así delante de cerca de 200 personas en el Consell Nacional que debía dar luz verde a la coalición el pasado 19 de julio.
La candidatura de Junts Pel Sí es ahora un proyecto compartido, que congela la representación de cada partido entorno al peso que las encuestas les pronosticaban por separado esta primavera. Para Convergència, es el vehículo para refundarse legitimándose como principal partido del independentismo, como antes lo fue CiU del catalanismo. Un año después de que fuera ideada, Artur Mas ha conseguido poner en marcha su gran apuesta política: una nueva Convergència dentro de una coalición más amplia en la que es mayoritaria. La candidatura de Junts pel Sí el 27-S tiene hoy a tiro de piedra sacar a CDC de la crísis electoral más importante de su historia.