Una comparación corrió como la pólvora entre los círculos simpatizantes de Junts per Catalunya este domingo, tras conocerse la victoria de Laura Borràs en las primarias. “El efecto Kamala acaba de comenzar en Catalunya” o “Laura Borràs nuestra Kamala Harris a la catalana” eran algunos de los mensajes de apoyo, varios de ellos procedentes de cuentas cercanas a la propia candidata. Con más o menos acierto, el partido trataba de reflejarse en la victoria demócrata en Estados Unidos trazando un paralelismo entre el tándem de Joe Biden con Kamala Harris y el que pretenden formar entre Carles Puigdemont y Laura Borràs, siendo ellas en ambos casos las que se presentan como sucesoras naturales del primero.
Las similitudes entre los dos tándems seguramente no pasan de aquí pero en esta comparación Junts destapa una de las principales cartas que quiere jugar en esta campaña: el hecho de que una mujer sea por primera vez una candidata con opciones de convertirse en presidenta de la Generalitat y que, a pesar de ir detrás de un hombre, se presente como el futuro del proyecto político. Y eso pese a que fue otra mujer, Inés Arrimadas, quien ganó las elecciones en 2017. Pero, en ese caso, nunca estuvo al alcance de Ciudadanos sumar una mayoría de investidura superior a la de los independentistas.
Borràs cree posible revertir las encuestas y batir a su máximo rival, Pere Aragonès, que aparece en cabeza en la carrera presidencial. La receta de la aspirante de Junts es una apuesta clara por el discurso independentista duro y, de paso, por sembrar la duda sobre el compromiso soberanista del resto. Este mismo lunes la ganadora de las primarias afirmaba que “no todos los votos independentistas son igual de independentistas” y que, para demostrar el compromiso con la secesión “no hay que decirlo, hay que hacerlo”. La ya proclamada candidata a la presidencia por Junts esquiva además dar por hecho su apoyo a Aragonès si es él quien queda por delante y exige que antes ERC se comprometa con un Govern “netamente independentista”.
En el mensaje contra ERC y, de refilón, contra el PDeCAT, resuenan ecos del pensamiento de Torra, que convirtió la batalla política con sus socios en la partitura de una legislatura en la que, por otra parte, desde el Govern no se consiguió ningún avance respecto a la agenda independentista.
Borràs es del círculo político más cercano al último president, un grupo en el que también figuran el vicepresident del Parlament, Josep Costa, y diputados como Francesc de Dalmases o Aurora Madaula, entre otros. Todos ellos están alineados en la familia política del “torrismo”, que ha acabado ganando la partida tanto a los moderados de Damià Calvet, perdedor de las primarias, como a la corriente más cercana a Carles Puigdemont, que ha quedado desplazada del proceso por incomparecencia. Torra, el llamado 'president vicario', el que parecía predestinado a pasar por el Palau de la Generalitat sin pena ni gloria, ha acabado fundando una saga que ha demostrado poder pugnar de tú a tú por el liderazgo del movimiento con el del 'president legítimo' de Waterloo.
Además, la nueva candidata cuenta con una diferencia fundamental respecto a Torra: el carisma entre las bases y su previsible buen arrastre electoral. Al menos eso sostienen sus partidarios, que exhiben el resultado obtenido por la diputada en las primarias del pasado fin de semana, donde el 76% de los 3.898 participantes optaron por la papeleta que llevaba su nombre. Pero un proceso interno no son unas elecciones y, mientras en JxCat hablaban de Kamala Harris, en ERC recordaban que Borràs no es precisamente una rival desconocida para ellos y que Gabriel Rufián la ha superado con holgura dos veces consecutivas.
Sin embargo, unas elecciones al Congreso tampoco son lo mismo que unas al Parlament y si algo ha demostrado el electorado catalán durante décadas es que puede haber un voto dual y diferenciado según la contienda. Por eso, la elección de Borràs tiene una implicación clara y seguramente natural dado el proyecto político de Junts: una vez descartado un perfil competitivo en economía o capacidad de gestión, como era el de Calvet, su campaña se basará en en hablar de independencia, independencia y, si queda algo de tiempo, de independencia. Es esta cuestión en la que Borràs es más convincente y el eje en el que Junts tiene más fácil superar a Esquerra, después del giro pragmático de los republicanos.
Otro puntal en la estrategia para convertir la campaña en un monográfico sobre la cuestión nacional sería colocar a Puigdemont en la primera posición de la lista. Esta es una opción que el eurodiputado no descarta pero que aún no ha confirmado. Lo que sí tienen claro en el cuartel general de Waterloo es que, esta vez, Puigdemont no amagará ni con ser candidato a la investidura, como ya ha avanzado, ni tampoco tomará posesión de su escaño en el Parlament. La prioridad ahora para el líder de Junts está en el Parlamento Europeo, donde disfruta de inmunidad comunitaria y desde dónde considera que puede plantar la batalla política y judicial en el ámbito internacional.
Para los simpatizantes y votantes de Junts la capacidad de perseverancia de Puigdemont, quien se presenta habitualmente como el hombre que mantiene viva la batalla por la independencia, siempre ha sido magnética. Prueba de ello es que las elecciones europeas de mayo de 2019, en las que el expresident encabezaba la lista y prometía “internacionalizar” el procés, han sido las que mejor le han ido a su formación, con un 28,5% de los votos. Pero el crédito del líder de Junts se apaga en la política interior y durante los últimos meses la palabra de Puigdemont ha pasado de ser incontestable a encontrarse con más de una reticencia. La relación con Torra se enfrió en la etapa final de su mandato y la comunicación entre Borràs y Waterloo no ha sido fluida en los últimos tiempos.
En esta tesitura y dado el tirón de Borràs entre los suyos, un buen resultado electoral de la candidata podría eclipsar definitivamente el liderazgo de Puigdemont. Y más aún si la hoy diputada consigue hacerse con la presidencia de la Generalitat. Si Torra pese a su promesa inicial acabó siendo insumiso en parte a los designios de su antecesor, en los planes iniciales de Borràs no entra ser una presidenta sustituta ni subordinada.
No menos importante es la situación procesal de Borràs. La elegida candidata de Junts a la presidencia está imputada por un presunto caso de corrupción vinculado a su etapa al frente de la Institució de les Lletres Catalanes (ILC). Por su condición de aforada, el Tribunal Supremo la investiga por delitos de prevaricación, fraude, malversación y falsedad documental debido a una serie de contratos que el ILC adjudicó para diferentes trabajos informáticos entre 2012 y 2016. Según la tesis de la Fiscalía, Borràs habría fraccionado estas contrataciones para poder otorgarlos a dedo y favorecer a una persona de su confianza, por lo que sobre la candidata pende la posibilidad de una inhabilitación.
La inhabilitación es, precisamente, la misma pena que apartó a Torra de la presidencia en septiembre pasado. Sin embargo, lo que en otro partido descartaría a Borràs de la carrera por la presidencia, en Junts se considera un mérito, en tanto que una prueba de la “persecución política” que la diputada denuncia.