La primera semana del juicio al major de los Mossos d'Esquadra, Josep Lluís Trapero, ha dejado algo más que la recopilación de alegatos defensivos de los cuatro acusados. Ya desde la primera sesión, cuando la Fiscalía, sin que ninguna defensa lo sacara a colación, advirtió de que este no era un “juicio a los Mossos d'Esquadra” como cuerpo policial, el modelo de orden público y seguridad de la Policía catalana ha sobrevolado la sala de vistas de la sede la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares (Madrid).
El major, a lo largo de sus once horas de declaración, quiso extender su defensa personal a la de un modelo policial que implantó a finales de 2013, no sin dificultades internas, y cuyos fundamentos, a criterio del Ministerio Público, sirvieron para que los Mossos permitieran el 1-O en vez de impedirlo. Las palabras “mediación”, “congruencia”, “oportunidad” y “proporcionalidad” aparecieron en varios tramos de la declaración de Trapero y más que lo harán durante las próximas semanas, con las testificales de los mandos máximos de todos los cuerpos policiales del operativo del 20-S y el 1-O.
El cambio de filosofía en los dispositivos de orden público no vino por casualidad, sino después de una serie de actuaciones muy contundentes de los Mossos d'Esquadra –el desalojo del 15-M en la plaza Catalunya o en el intento de bloqueo del Parlament o las intervenciones en altercados durante las huelgas generales– que habían provocado un reguero de imputaciones de agentes y la erosión de la imagen del cuerpo. Se encargó de recordarlo el propio Trapero: “La BRIMO [antidisturbios de los Mossos] eran 300 efectivos y había 60 imputados”.
La gota que colmó el vaso fue la mutilación ocular que agentes del cuerpo –a día de hoy, todavía desconocidos– provocaron a Ester Quintana. Fue entonces cuando las fuerzas de izquierda forzaron la creación de una comisión que derivó en la prohibición de las balas de goma y en un nuevo modelo de orden público basado en la mediación y la planificación, el mantenimiento de la distancia con las concentraciones, la movilidad de las unidades policiales y la carga como última opción, similares a los empleados en Alemania o los países nórdicos.
El exdiputado de ICV Jaume Bosch, autor de La nostra policia (Eumo, 2018) y que participó en la citada comisión, resalta que los trabajos parlamentarios discurrieron en paralelo a un proceso de “autocrítica y reflexión” auspiciado por Trapero dentro del propio cuerpo de Mossos. El major relató en el juicio que antes del nuevo modelo, los agentes “disolvían manifestaciones y terminaban afectando a personas que no habían hecho nada, lo que generaba mucha incomprensión. ”No sé si por impotencia o por qué“, agregó respecto a la actuación de los agentes.
Bosch también destaca que la voluntad policial de cambiar las cosas estuvo acompañada por el impulso político del conseller de Interior Ramon Espadaler, al contrario que durante la etapa de Felip Puig en Interior. “La etapa de Puig fue negra”, destaca Bosch, que también recuerda que los cambios instaurados por Trapero no siempre fueron “bien entendidos” dentro del cuerpo, debido a un “corporativismo mal entendido”. Finalmente fueron aceptados, si bien el sindicato policial mayoritario en los Mossos pidió volver a utilizar balas de goma tras los altercados que siguieron a la sentencia del procés.
“No cambiaremos el modelo policial que tenemos: 2013 añadimos la mediación y siempre hablamos con los manifestantes, sean de la ideología que sean”, reivindicó Trapero ante la insistencia del fiscal Miguel Ángel Carballo en situar al exlíder de la ANC Jordi Sànchez como sustituto de los Mossos en la protesta del 20-S en Economía. “La filosofía de la mediación debe instalarse en todos los funcionarios policiales, no solo en los de la unidad de mediación”, abundó el major.
“¿No era todo una excusa para evitar cumplir con el mandato judicial?”, reprochó el fiscal Carballo a Trapero después de que el major defendiera que la actuación de los Mossos no quiso aparentar el cumplimiento de la orden judicial para en realidad facilitar la votación, sino que buscó en todo momento impedir el 1-O. La reiteración del fiscal no hizo variar la posición del major. “Un policía debe tener presente la congruencia, oportunidad y proporcionalidad desde que va a la academia, pero el 1-O es uno de esos días en que es especialmente importante tenerlos presentes. Si no teníamos presente la proporcionalidad con 2,3 millones de personas en la calle, podíamos sufrir cualquier desgracia”, aseveró.
La trinchera cavada por el major en torno al modelo policial de los Mossos no estuvo exenta de autocrítica, pero no por la falta de actuación que le reprocha la Fiscalía, sino porque las previsiones de la Policía autonómica sobre el nivel de resistencia de los votantes en los centros no se cumplieron. Todo ello a la espera de que esta próxima semana arrecien los ataques a la actuación de los Mossos por parte de la némesis del major, el exalto cargo del Ministerio del Interior y coordinador policial del 1-O, Diego Pérez de los Cobos. El coordinador recordó en su testifical en el Supremo una frase que le dijo al major antes del 1-O, que ya entreveía su enfrentamiento: “Cumplir la orden judicial de impedir el referéndum era lo sustantivo y no podíamos confundirlo con lo adjetivo, la forma de cómo hacerlo”.