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Las tres novedades que trae Ciudadanos a la nueva política

Ciudadanos tiene origen en Catalunya, donde lleva casi 9 años de trayectoria ocupando una posición muy concreta entre el electorado, un socioliberalismo de componente claramente españolista opuesto al nacionalismo catalán y de fuerte oposición a los dos grandes partidos catalanes, CiU y PSC. Pese a esto, su explosión ha tenido lugar en los últimos 4 años, en paralelo al proceso soberanista y a un cambio drástico en el sistema de partidos catalán que ha hecho hundirse al PSC, alzar a ERC y dejar tocado a CiU, permitiendo a C's hacerse con la 3ª/4ª posición. La actuación de Ciutadans en Catalunya nos puede dar pistas sobre el tipo de partido que será Ciudadanos en España, pero es un error trasladar completamente la óptica de un partido a otro. Los de Rivera están construyendo un partido nuevo en un momento en el que lo nuevo en política tiene premio y, de consolidarse, pueden cambiar sustancialmente lo que hasta ahora se ha conocido como nueva política

Un nuevo partido de centro-derecha en la era de lo nuevo

Si algo ha demostrado Ciutadans, tanto en su andadura catalana y como en su reciente expansión territorial, es ser un partido flexible, con una enorme capacidad de adaptación al tablero y que crece a costa de una ferrea oposición al statu quo partidista. Esas son precisamente sus principales fortalezas en el inicio de su andadura española. Aún con todas las dificultades para definir la nueva política, parece evidente que Ciudadanos es un partido que sabe hacerse con la “gramática” de la nueva política, empleando el concepto de Francisco Jurado.

También es un partido de objetivos similares a los que hasta ahora se ha venido llamando nueva política. Ciudadanos no llega al escenario español a apuntalar el sistema de partidos actual. Hay quien piensa que los de Rivera, por ser una opción que carga hacia el centro-derecha, tienen como meta apuntalar a un PP en caída libre. Pero la lógica que impera en el ascenso de Ciudadanos es la de la sustitución de élites. Unas élites políticas tradicionales se dan por amortizadas y caen, o se dejan caer, mientras unas nuevas vienen a ocupar su lugar. En esta lógica, servir como muleta de un PP en horas bajas es una estrategia con poco recorrido.

En una lectura bajo el foco de viejo/nuevo, a “lo nuevo” pactar con “lo viejo” le supondría, por un lado, perder la imagen rupturista que buena parte de su electorado busca, y por otro cerrarse las posibilidades de crecimiento, puesto que su electorado potencial lo es ahora de “lo viejo”.

Lo relevante en todo esto es que Ciudadanos tiene fuertes incentivos para apuntar al PP y a la parte del PSOE que no cae en Podemos. No pueden descartarse pactos en algún momento con el PP o con el PSOE, porque las circunstancias y las aritméticas son impredecibles, pero la intención parece ser más ponérselo difícil a los dos grandes que no despejarles el camino.

Un nuevo ariete contra un sistema de partidos que se desmorona

En España está ocurriendo una quiebra en el sistema de partidos conocido hasta el momento. El PSOE cae, el PP también y emerge con fuerza Podemos. Hasta ahora podía pronosticarse que el eje que estaba precipitando este cambio era el viejo/nuevo, pero era un solo partido el que ascendía y atraía a un electorado principalmente de izquierdas, tal como explica José Fernández-Albertos. El fuerte desembarco de Ciudadanos, sobre todo si logra crecer y consolidarse, le quitaría a la izquierda encarnada en Podemos la exclusividad de “lo nuevo”. Esto a priori supone un problema para Podemos, que pese a sus esfuerzos por evitarlo quedaría posicionado en el eje izquierda/derecha y deberá repartirse el botín del electorado de “lo nuevo” con otra formación. Dependiendo del crecimiento de Ciudadanos, a Podemos se le cierra un campo importante para captar voto.

Nada de esto impide que a medio y largo plazo el principal partido interesado en un ascenso de Ciudadanos sea Podemos. Le es útil como ariete contra los dos partidos tradicionales en un electorado al que Podemos no llegaba y le podría permitirle acceder al gobierno sin necesidad de hacer pactos difíciles de vender con PP o PSOE. Por último, la existencia de un partido como Ciudadanos legitima el discurso de Podemos al haber un segundo actor ahondando en el escenario al que llaman “crisis de régimen”, que se traduce en una sustitución de actores.

Una consecuencia de esto puede verse por ejemplo en los careos televisivos entre ambas formaciones, donde lejos de intentar desacreditarse se refuerzan el uno al otro (“nosotros, los partidos de la nueva política” contra “ellos, los de la vieja”). Es una lógica muy similar a la empleada durante décadas por PP y PSOE para marcar los límites de lo permisible dentro de una estabilidad del régimen representada por ellos. En el actual escenario de cambio, si el PP y el PSOE son el régimen, Podemos y Ciudadanos son lo que viene a romper y sustituir ese régimen y, ahí, mejor dos partidos que uno y mejor para ampliar el campo del nuevo régimen y evitarle la desventaja de quedar restringido a una opción ideológica.

El actor que puede decantar la balanza sobre la deuda

Ciudadanos es un partido en pleno desarrollo y por tanto aún le queda mucho por definir e incluso algunas posturas ya mostradas puede cambiar con el paso del tiempo. Pero la gran dicotomía que tiene ante sí es qué tipo de partido quiere ser. Si piensa ser un partido de los llamados “antisistema” o si solo está mimetizándose con el momento político en el que le ha tocado irrumpir.

Esa decisión tiene que ver con propuestas, actitudes y retórica a emplear, pero sobre todo tiene que ver con su postura respecto a la espina dorsal del debate sureuropeo: qué hacer con la deuda. En este momento las opciones políticas de los países del sur se dividen entre las que consideran que la deuda soberana hay que pagarla a toda costa y los que consideran que la deuda es impagable al menos en su forma actual y que su pago no puede significar una drástica reducción de derechos para las sociedades.

En este debate, Ciudadanos aún no ha mostrado claramente su postura, aunque el fichaje de economistas como Luís Garicano para elaborar su programa económico puede dar pistas de por dónde van.

El partido de Albert Rivera puede optar por ser un partido que, desde posiciones de centro-derecha, intente horadar el discurso imperante sobre la deuda en Europa, como, salvando las distancias, está haciendo ANEL, la formación que formó gobierno junto a Syriza tras las últimas elecciones griegas. En este caso, la quiebra del sistema de partidos español significaría también la ruptura de la supremacía política de la deuda.

Por el contrario, si finalmente la postura de Ciudadanos acaba siendo que no hace falta hacer nada con la deuda, romperá otro vínculo más: el que unía la nueva política con las propuestas anti austeridad. En este escenario, dando por hecho que Ciudadanos logra consolidarse como recambio en la derecha, la supremacía de la deuda estará casi garantizada pese al hundimiento de los partidos tradicionales a no ser que Podemos logre algo parecido a una mayoría absoluta, algo que no parece cercano.