El plan de Puigdemont: la amnistía es solo el principio
Esta es una semana grande para Carles Puigdemont. Lleva seis años en Bélgica. Un tiempo en el que le han dicho de todo, desde las descalificaciones que en algunas ocasiones se toma con humor a los ninguneos como el de tildarlo de “anécdota”, en definición de Pedro Sánchez. “Su palabra vale lo que vale su declaración de independencia: es papel mojado”, añadió el líder del PSOE en la entrevista que concedió a elDiario.es en la reciente campaña electoral. Ahora una vicepresidenta del Gobierno se ha trasladado a Bruselas para reunirse con él y las cámaras vuelven a enfocarle.
“He actuado siempre con la mirada larga, a medio y largo plazos. No me he dedicado a responder uno por uno todos los ataques que he recibido y recibo”, señaló Puigdemont en ‘M’explico’, el libro autobiográfico en el que a partir de sus apuntes diarios relató su visión de lo que pasó en Catalunya entre 2016 y 2018. Es consciente de que ha llegado el momento que esperaba. Y al igual que Sánchez, él también se come sus palabras tras haber proclamado que los votos de Junts no servirían para investir al candidato del PSOE. Aún no sabemos qué acabará pasando pero en su intervención de este martes mostró su disposición a hacerle presidente a partir de unas condiciones que no son fáciles, pero tampoco imposibles.
El líder de Junts no reclamó para ya un referéndum de autodeterminación ni fijó fechas para su celebración (un error del que el independentismo parece haber aprendido). Ahora bien, que Puigdemont esté dispuesto a negociar, que lo está y por eso soslaya este obstáculo, no significa que el PSOE pueda dar por descontado su apoyo. Ha situado la amnistía como el punto de partida pero no se conformará solo con eso.
La cuestión es hasta dónde está dispuesto a llegar el líder socialista para amarrar los votos de Junts. Algo que, tratándose de Sánchez, solo él sabe. Es evidente que por temerario que sea no puede arriesgarse a aceptar una amnistía, ese pago por adelantado que exige el expresident para avenirse a negociar la investidura, sin asegurarse los apoyos necesarios para seguir en La Moncloa. Cosa distinta es qué podrá prometerles para que sea así y cuándo se daría a conocer. En este tipo de negociaciones, en las que la discreción es fundamental para que concluyan de manera exitosa, se acostumbran a pactar contenidos y calendarios que no siempre son públicos o que no se difunden en tiempo real.
Puigdemont subrayó en una intervención más que medida y, como es habitual en él, sin alargarse demasiado, que Junts no renuncia a la unilateralidad. Es un mensaje cuyo principal destinatario es ERC y el electorado independentista por más que pueda parecer que se lo dice al Gobierno. Al mismo tiempo, aseguró que todo lo que pida va a tener cabida en la Constitución (esto sí estaba dirigido al Ejecutivo).
Los juristas ya están preparados para saltar al campo y lo que los letrados del Congreso consideraron que era un indulto general encubierto cuando los partidos independentistas lo presentaron en una proposición que ni tan siquiera se llegó a tramitar la pasada legislatura (cosa que era lo que al PSOE le convenía entonces) será la base para el texto que volverá a llevarse a la Cámara. En la propuesta inicial, redactada por los juristas Joan Ridao y Joan Queralt, ahora senador de ERC, se incluía a los policías que tenían causas pendientes. Pero Junts y la CUP lo rechazaban y acabó desapareciendo del texto que se entregó en el Congreso.
Abonados a fechas históricas, aunque la mayoría no lo sean, y a otras simbólicas, el expresident ha esbozado su estrategia a pocos días de la celebración de la Diada, una jornada que es termómetro de la unidad independentista (en las últimas ediciones lo ha sido de la desunión) y del cabreo entre sus votantes, como bien sabe ERC. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, esta vez asistirá a la manifestación porque considera que “la presión” estará dirigida al Gobierno central. El año pasado optó por no ir y se ahorró la bronca con el argumento de que la marcha estaba planteada para ir “contra los partidos y las instituciones, no contra el Estado”. Puigdemont tiene muy presentes a los que saldrán de nuevo a la calle y de ahí una de las frases que deslizó al final de su intervención: “No hemos aguantado todos estos años para salvar una legislatura”.
Uno de los retos del PSOE es cómo negociar a dos bandas, con ERC y con Junts, sabiendo que estas formaciones siguen en una competición permanente que se agravará a medida que se acerquen las autonómicas, previstas para febrero de 2024 si Aragonès consigue su propósito de agotar la legislatura. Los republicanos se felicitan de que Puigdemont ahora se avenga a negociar con el Gobierno después de que haya despreciado todos los logros que el partido de Oriol Junqueras ha conseguido, desde la mesa de diálogo a los indultos y la reforma del Código Penal.
En su momento ya se reivindicó la presencia de un mediador (relator en argot independentista) pero el PSOE dijo que ni hablar y ERC lo aceptó. Puigdemont vuelve a reclamarlo porque es la manera de darle una mayor trascendencia a la negociación (sobre todo si se aceptase una figura reconocida a nivel internacional) y porque no solo se fía de muy poca gente, sino que no se fía nada de Sánchez.
Tras escuchar al expresident, en ERC recuerdan que el acuerdo que permitió crear la mesa partía del reconocimiento de “un conflicto político” en el que ambas partes se comprometían a que las medidas en las que se materialicen los acuerdos se someterían, en todo caso, “a consulta a la ciudadanía de Catalunya”. Y en ese saco, que es el mismo al que puede recurrir Puigdemont, cabe desde recuperar el Estatut recortado por el Constitucional (la única fórmula que hasta el momento el PSOE está dispuesto a plantearse) a otras fórmulas intermedias que impliquen mayor reconocimiento y más competencias y la más improbable, la de un referéndum de autodeterminación (una opción de la que el PSOE no quiere ni oír hablar).
En ‘La redención de las provincias’, el segundo volumen de los ‘Escritos políticos’ de Ortega y Gasset, que abarca la década entre 1918 y 1928, hay un fragmento en el que, refiriéndose a “la selva política de España”, el filósofo afirma que cuando las cosas no pasan un poco todos los días es que se acumulan para pasar todas en uno. Algo de eso sucedió el 1 de octubre de 2017. Puigdemont quiere ahora llevar a cabo la negociación que entonces imploró y que no consiguió porque el Gobierno de Rajoy, por un lado, y ERC, por otro, cada uno tensando hacia sus respectivos intereses, prefirieron dejarle solo para que se estrellase. Veremos qué pasa esta vez.
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