100.000 votos. Esa es la cifra que el PSC calcula que perdió el día que Miquel Iceta explicó que era partidario de indultar a los políticos catalanes que estuviesen en la cárcel. No era la primera vez que lo decía porque antes ya había expresado esa misma opinión en dos entrevistas, primero en el Ara y después en eldiario.es. Pero ese 13 de diciembre, cuando lo repitió a preguntas de Jordi Basté, pasó algo distinto. Su máximo adversario, Ciudadanos, activó la maquinaria para reprochar al líder socialista su supuesta tibieza con los dirigentes independentistas.
Iceta justificó la propuesta en la necesidad de “cerrar heridas” que tuviesen un origen político y recordó que en todo caso para que pueda concederse un indulto debe haber una condena previa. Los matices sirvieron de poco.
Las redes y tertulias se hicieron eco inmediato de sus palabras. Albert Rivera disparó en Twitter: “Si quieren prohibir los indultos a políticos por malversación o prevaricación, vote C's. Si quieren indultos a políticos, vote PSC-PSOE”. Mensaje claro y directo para el electorado antiindependentista más visceral.
El PSOE, pensando también en sus propios intereses, más allá del escenario catalán, avisó poco rato después a los medios que discrepaba de lo dicho por Iceta a primera hora de ese martes. Una campaña que había empezado más que bien para el PSC se truncaba justo en el ecuador, cuando, según muchos expertos, los electores deciden su voto. Y más en una campaña como la del 21D, en la que el nivel de catalanes que se definía como indeciso no tenía precedentes con otras contiendas electorales.
Dos días después, tras el revuelo creado y, sobre todo, viendo el descenso en los trackings electorales, Iceta rectificó: “Sin duda, se trata de una propuesta prematura y aquí debe quedar eso, pero me comprometo, si soy presidente, a tomar todas las decisiones y emprender todas las iniciativas que favorezcan la reconciliación”.
El candidato socialista frenó las críticas pero no la estampida de votantes. “Son 100.000 votos que se fueron directamente a Ciudadanos”, asegura un dirigente del PSC bregado en análisis electorales y muchas campañas a sus espaldas. Eran, añade, votantes procedentes de Podemos que Iceta había conseguido atraer pero que ese día perdió en favor de Inés Arrimadas. El 21D el PSC obtuvo 602.969 votos mientras que Arrimadas consiguió el apoyo de 1.102.099 catalanes.
Respaldo de nuevos electores
La conclusión de los socialistas catalanes es que la campaña de Iceta, basada en subrayar la idea de la reconciliación e intentando marcar un perfil propio respecto a la dureza de Ciudadanos y el PP consiguió calar entre “las clases medias que quieren una solución al conflicto” pero alejó a los votantes que solo querían dejar claro su rechazo al secesionismo.
Esa frágil frontera entre el electorado de Ciudadanos y el PSC condicionará también las estrategias a seguir en la nueva legislatura. De las primeras declaraciones públicas de unos y otros ha quedado claro que hay un mensaje común: arrinconar al grupo de los comunes en el flanco de los independentistas. El ejemplo más evidente ha sido el apoyo de los socialistas a José María Espejo-Saavedra, el candidato de Ciudadanos a presidir la Mesa del Parlament, pese a que no tiene apoyos suficientes para lograrlo.
La esperanza del PSC, más allá de las dinámicas parlamentarias, es que ese electorado metropolitano que procedía de Podemos en las últimas generales y que esta vez se ha ido a Ciudadanos, en las municipales vuelva a votar a un alcalde socialista.