Hacía siete meses que el líder de Junts no ofrecía una rueda de prensa. Este lunes compareció ante los medios aunque limitó las preguntas al único tema que quería abordar, algo que siempre cuesta entender pero es aún más incomprensible tratándose de un político que fue periodista. Puigdemont solo quería hablar del PSOE y es lo que hizo.
Junts buscaba dar un toque de atención a Pedro Sánchez aunque su petición, que el presidente del Gobierno se someta a una cuestión de confianza, quedó contestada en menos de una hora. Sánchez no lo hará. ¿Y entonces qué? Pues ya veremos. Los independentistas podrían intentar que aunque no haya cuestión de confianza, sí pueda celebrarse un debate. No llega ni a sucedáneo de lo reclamado por Puigdemont pero de esta manera todos los grupos podrían opinar y ellos tener una jornada de protagonismo. En todo caso, la Mesa sería la que tendría la última palabra para decidir si acepta o no ese debate.
Junts tiene una baza, la única, y es no aprobarle los Presupuestos al Gobierno y que este intente sobrevivir igualmente como pueda. La amenaza real, apoyar una moción de censura de la mano de Feijóo, no está en los planes de los independentistas puesto que significaría abrazar no solo al PP sino también a Vox. Desalojar así a Sánchez es una “fantasía” de los populares, tal y como la define el número dos de Junts, Jordi Turull, cada vez que se le pregunta por esta posibilidad.
Los posconvergentes han descubierto algo que ERC aprendió ya hace tiempo y es que eso de que el PSOE paga por adelantado no acostumbra a ser así. A veces porque no depende solo de la voluntad del Gobierno (el mejor ejemplo es la aplicación de la amnistía) y en otras ocasiones porque, por ejemplo, cuando se trata del cumplimiento de las inversiones del Estado en Catalunya, tanto populares como socialistas prometen unas cifras pero ejecutan otras que están siempre muy por debajo (el cálculo de Junts es que el año pasado no llegaron ni a la mitad).
“¿Cómo podemos negociar con estos incumplidores?”, se preguntó Puigdemont en referencia a su posible apoyo a las cuentas que les presente el Gobierno. Pese a la contundencia del líder de Junts al subrayar que “el crédito de Sánchez está en números rojos” es pronto para deducir que el Ejecutivo pueda irse olvidando de tener Presupuestos. La sospecha del PSOE es que Junts busca encarecer el precio de su apoyo a las cuentas. No sería nuevo que los posconvergentes pretendiesen evidenciar que ellos son capaces de torcer más a los socialistas mientras el resto de grupos que actúan como sus aliados se muestran más dóciles. Además, en clave catalana, el destinatario es el de siempre: ERC.
Tanto en el PSOE como en el PSC consideran que el órdago de Junts también tiene que ver con el proceso congresual de los republicanos. La militancia decidirá este sábado si unge de nuevo a Oriol Junqueras como presidente del partido. Él es el favorito y tiene todos los números para recuperar la presidencia de ERC. La primera votación sirvió para comprobar que el partido está dividido casi a mitades iguales entre los que quieren que Junqueras siga y los que rechazan que vuelva. Uno de los motivos de debate, como se ha visto durante estas semanas, es hasta qué punto su apoyo a los socialistas, sea en el Congreso, el Parlament o el Ayuntamiento de Barcelona, les desgasta cada vez más y si deberían subir el precio de sus votos.
Los de Puigdemont quieren demostrar que ellos siempre consiguen más que los republicanos y aseguran que no aflojarán en sus exigencias y que en negociaciones como la del traspaso de competencias en inmigración, una de las que está más avanzada, no se conforman con que el Gobierno central se limite a encargar la gestión a la Generalitat. Los independentistas exigen poder decidir sobre permisos de residencia, de reagrupamiento familiar, órdenes de expulsión o incluso control de fronteras.
Con un independentismo en minoría en todas las instituciones importantes de Catalunya, la única apuesta viable de Junts es aparecer como el partido que condiciona al Ejecutivo central a favor de Catalunya, quien es capaz de conseguir incluso más que el propio Govern del PSC. Esta es una vía que ya ensayó Artur Mas, con resultados irregulares, y también la que sirvió a un Íñigo Urkullu en la oposición para desgastar al entonces lehendakari Patxi López.
Aún hay una clave más que enlaza el gesto de Puigdemont de este lunes con la herencia de Convergència: para ocupar un espacio electoral amplio, tan eficaz es encontrar un relato que convenza a la mayoría como ser capaz de enviar muchos mensajes diferentes dirigidos a distintos sectores ideológicos, desde los empresarios que reclaman políticas económicas más favorables a sus intereses a los sectores duros del independentismo que abominan de los acuerdos con los socialistas.
Tras el congreso de Junts, el nuevo vicepresidente Toni Castellà ha concedido varias entrevistas en las que trataba de rebajar la tensión hacia el PSOE, trasladando a los agentes económicos la apuesta del partido por la estabilidad. Puigdemont este lunes se ha dirigido a otro tipo de votante, más de base, para manifestarse en sentido contrario. De momento ambos, sectores de orden e independentistas movilizados, se han quedado tranquilos con lo que han oído. Mañana ya veremos.