Puigdemont, Junqueras y la renovación imposible
Los grandes artífices de los éxitos electorales y de movilización en la calle que durante años logró el independentismo catalán fueron Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. No solo ellos, pero sin ellos no se explica el procés. Ambos son también los nombres que se asocian al fracaso y la debilidad actual del movimiento. No solo por culpa suya, pero sin ellos tampoco se explican.
Puigdemont, que prometió que abandonaría la primera línea política, no lo ha hecho. Y además ha reforzado su liderazgo en Junts asumiendo el mayor cargo orgánico, la presidencia. Su ascendente entre la mayoría de cuadros y las bases es incuestionable aunque ese perfil netamente partidista hace que el aura de ‘presidente en el exilio’ le aleje de sectores que abrazan el independentismo pero no el catecismo ideológico de Junts.
Junqueras ha recuperado el cargo que ha ocupado durante 13 años y del que voluntariamente se descabalgó durante unos meses para convencer a la militancia de que el futuro de un partido fracturado y que acumula derrotas electorales, pasa de nuevo por él. Además, evitó de esta manera tener que aclarar cuál era su posición respecto a la investidura de Salvador Illa. Por más que estos meses se le ha preguntado, ha evitado aclarar si votó a favor o en contra del líder socialista.
La primera vez, cuando Junqueras asumió la presidencia también se encontró una formación desnortada y cuyos pactos con los socialistas, tras dos tripartitos en la Generalitat, les habían pasado factura. El escenario ahora no es tan distinto y la candidatura derrotada, avalada por Marta Rovira, ha dado señales de que no quiere ponérselo fácil en la nueva etapa. “El partido no puede ser una parroquia autoreferencial”, ha argumentado el candidato perdedor, Xavier Godàs, que asegura que los roviristas no van a organizarse como una corriente interna pero que tampoco van a dejar de discrepar con las decisiones que Junqueras adopte a partir de ahora.
Entre esas decisiones destaca decidir cuál será la estrategia a seguir en el Parlament, el Congreso o el Ayuntamiento de Barcelona. O lo que es lo mismo, si quieren complicarle la vida un poco a los socialistas o Illa, Sánchez y Collboni pueden estar tranquilos.
Preguntado en TV3, el presidente de ERC insistió en que su partido “no tiene ninguna prisa por que haya un gobierno del PP y Vox”. Y añadió que lo que esperan es que el PSOE cumpla “todos sus compromisos”. El principal y que también incumbe a Illa es el de dar los primeros pasos hacia la “financiación singular”, el anzuelo que permitió convencer a los militantes que valía la pena votar a favor del aspirante socialista.
El círculo endiablado en el que se encuentran ahora los republicanos es que para que esa financiación propia para Catalunya pueda prosperar (cosa nada fácil ni segura) se necesita que el Gobierno disponga de presupuestos. Y para poder aprobarlos hacen falta los votos de ERC. De momento y a la espera de ver cómo acaban las negociaciones, el mensaje que la nueva dirección de los republicanos ha lanzado este lunes a los socialistas por boca de la que será la número dos de Junqueras, Elisenda Alamany, es que “ERC ha vuelto y se hará respetar”.
Que Puigdemont aparezca como el que mayor rédito saca de sus diputados en Madrid es algo que no juega precisamente a favor de los intereses electorales de los republicanos. Lo que sí puede ayudarles es que Junts defienda cada vez más una posición nítidamente liberal en el ámbito económico porque eso permite reforzar el perfil de izquierdas de ERC, algo que Gabriel Rufián tiene más que claro e intenta subrayar en todas sus intervenciones parlamentarias.
En el caso del Parlament, donde Illa confía en poder sacar adelante sus cuentas con el apoyo de comuns y republicanos, el PSC va con todo el tiento que puede para no incomodar a ERC. Sabe que con Junts no puede contar y que aunque Puigdemont no ocupa el cargo de jefe de la oposición en el Parlament, los posconvergentes quieren también aparecer ante los votantes independentistas cómo los más duros frente a los socialistas. Eso y ningunear a Illa refiriéndose a él como “el president socialista de la Generalitat”.
3