“Si nos vamos será como echar sal al campo que acabamos de sembrar”. Con esta metáfora agrícola anticipaba un alto cargo de Junts partidario de quedarse en el Govern el escenario que se ha acabado imponiendo en la consulta interna: portazo a Pere Aragonès y salida del Ejecutivo. La victoria del Juntexit aboca al president de la Generalitat a gobernar con solo 33 diputados de los 135 que hay en el Parlament y a negociaciones con el PSC y los comuns para sacar adelante la legislatura, que los republicanos insisten en querer finalizar cuando toca, en 2025. “Continuaré gobernando, no abandonaré a la ciudadanía”, ha aseverado Aragonès este viernes para descartar el adelanto electoral.
El resultado de la votación interna de Junts tiene aroma de cambio de etapa. Para empezar, porque pone fin a doce años en el Govern de Convergència y las distintas marcas que la sucedieron, lo que permite volver a perfilar pactos entre las tres fuerzas de izquierda. En lo que a procés se refiere, las posiciones más rupturistas de la mal avenida familia independentista han decidido salir del Ejecutivo para quedarse en la oposición. ERC tiene ahora vía libre para afrontar sin codazos de su socio la estrategia de negociación con el Gobierno de Pedro Sánchez.
A nivel de Govern, los proyectos de ley listos para ser aprobados y enviados al Parlament se acumulaban en las mesas de los consellers de Junts que ahora deberán poner sus cosas en cajas de cartón. Entre todos ellos destacan los presupuestos de 2023, que llevaban la firma de unos de los dirigentes de Junts que más se ha destacado por la permanencia en el Ejecutivo, el titular de Economía, Jaume Giró.
Con todo el trabajo técnico realizado, será su sucesor republicano el encargado de presentarlos en el Parlament previsiblemente este mes de octubre si Aragonès quiere que estén en vigor el 1 de enero del próximo año. A partir de entonces se intensificará una negociación con PSC y comuns que ya arrancó el propio Giró y que, según verbalizó el ya exconseller, se encontraba bastante avanzada.
Fiel a su estilo de oposición tranquila pero clara, el líder del PSC, Salvador Illa, ha mantenido la mano tendida al Govern para aprobar los próximos presupuestos pese al clima de inestabilidad generado por la consulta de Junts. En el debate de política general de finales de septiembre Illa ya avanzó que apoyaría, aunque veía insuficientes, las medidas anticrisis anunciadas por Aragonès.
Pese a la buena voluntad, a día de hoy el apoyo parlamentario que el PSC puede prestar a Aragonès se limita a los presupuestos de 2023 y al contexto de crisis energética y económica. Difícilmente el margen que puedan dar los socialistas al Govern se extenderá más allá de estas cuentas, ya que el objetivo de Illa es perfilarse ante la ciudadanía como la alternativa a Aragonès y superar en escaños a ERC, tal y como pronostican los sondeos. En las últimas elecciones empataron a 33 diputados.
Minutos después de conocerse la salida de Junts del Govern, desde la cumbre europea de Praga el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha abogado por la estabilidad del Govern de Catalunya. “Vamos a tender la mano en el encuentro de la sociedad catalana”, ha apostillado.
Aragonès: “No abandonaré a la ciudadanía”
Por su lado, en comparecencia desde el Palau de la Generalitat, Aragonès ha enfatizado que su intención no es adelantar elecciones sino nombrar nuevos consellers para lograr un Govern “compactado al 100%” y afrontar tanto la crisis económica como la resolución del conflicto con el Estado. No ha dado pistas Aragonès de si las nuevas carteras las ostentarán solo miembros de ERC o se incluirán independientes, y en un último reproche a sus exsocios ha remarcado que su función es estar al frente del Ejecutivo: “A la ciudadanía no se la sirve abandonando responsabilidades y yo no lo haré, no abandonaré a la ciudadanía”
Además de los socialistas, para aprobar las cuentas Aragonès también necesita del concurso de los ocho diputado de los comuns, que congelaron la negociación presupuestaria a la espera del resultado de la crisis de Junts. La líder de los comuns en el Parlament, Jéssica Albiach, ha evitado adelantar escenarios hasta que Aragonès les presente su oferta, pero ha recordado que su grupo ya ha apoyado los últimos dos presupuestos.
“La mayoría progresista sigue estando disponible y el Govern sabe que cuando la ciudadanía lo ha necesitado hemos estado ahí”, ha aseverado Albiach en TV3, donde ha reclamado un giro a la izquierda.
En suma, este otoño puede perfilarse una triple alianza presupuestaria en Moncloa y los dos lados de la plaza Sant Jaume, habida cuenta de que ERC, PSC y comuns se necesitan los unos a los otros para sacar adelante las cuentas del Estado, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona.
La colaboración entre fuerzas de izquierda es más incierta una vez aprobadas las cuentas de 2023. La campaña electoral de las municipales del próximo mes de mayo está a la vuelta de la esquina y se espera una guerra sin cuartel entre los tres partidos por la alcaldía de Barcelona, mientras ERC y PSC pugnarán por ser el primer partido en Catalunya. El resultado de los comicios fijará una eventual futura colaboración.
Fin a diez años de acuerdos independentistas
ERC y las distintas marcas convergentes venían colaborando desde 2012, cuando Artur Mas despachó el pacto con el PP con el que inauguró en 2010 la vuelta de Convergència a la Generalitat para inaugurar el procés y buscar a los de Oriol Junqueras como socios. Tras tres años en los que ERC brindó apoyo parlamentario a un Ejecutivo en solitario de Mas, el president logró someter a los republicanos y conformar la lista de Junts pel Sí, que fracasó en su objetivo de lograr la mayoría independentista.
Después de que la CUP apeara a Artur Mas en 2015, Oriol Junqueras se convirtió en el vicepresidente de Carles Puigdemont. La pugna entre socios ya era palpable pero el pegamento del referéndum del 1-O logró mantenerlos unidos. Tras el 155, los republicanos no lograron el ansiado 'sorpasso' a los posconvergentes en las elecciones convocadas por Mariano Rajoy y se tuvieron que conformar de nuevo con la vicepresidencia del Govern de Quim Torra, que recayó en Aragonès. Ya entonces el divorcio y las diferencias estratégicas entre socios eran públicas.
Sí se impuso ERC en las elecciones del año pasado, a las que sucedió una dura negociación de tres meses en las que dirigentes de Junts como Laura Borràs ya se mostraron reacios a entrar en el Govern. Un año y tres meses después, sus tesis se han impuesto. ERC quiere evitar ahora quedar cautiva de los votos socialistas y aboga por la geometría variable, incluso con votos de Junts.
Con todo, se antoja difícil que los de Laura Borràs, reforzada tras esta crisis, presten apoyo a un Govern de 33 diputados que su lideresa ha considerado este viernes que tiene “la legitimidad democrática en entredicho”. “No sabemos cómo serán los presupuestos que se presentarán en el Parlament”, ha terciado el secretario general de Junts, Jordi Turull, ya enfundado definitivamente en el traje de oposición.