Quique Bassat (Barcelona, 45 años) es pediatra y epidemiólogo. Director en el Instituto de Salud Global de Barcelona de su programa de malaria, este médico e investigador ha seguido de cerca los planes de vuelta al colegio de las comunidades autónomas. A pocos días de que millones de alumnos españoles regresen a las aulas –la mayoría después de seis meses–, y ante el aumento de contagios, Bassat constata cómo las administraciones modifican a toda prisa sus planes de apertura por haber sido demasiado “optimistas” al elaborarlos en julio. Aun así, defiende que todavía hay tiempo para mejorar los protocolos y abrir los colegios de forma presencial para preservar el derecho a la educación.
Este pediatra ha participado recientemente en el estudio del Hospital Sant Joan de Déu que demuestra que los contagios en los campamentos de verano han sido muy inferiores a la media. Una noticia esperanzadora para docentes, familias y niños y niñas.
Con el aumento actual de contagios, ¿cree que los colegios están preparados para un inicio de curso presencial?
Estamos muy por encima de lo recomendable. Casi diez veces más de los contagios que tocarían para poder reabrir de forma segura. Pero eso no quiere decir que no se pueda. Las cifras empeoran y generan cierta incertidumbre sobre lo que pasará de aquí al 10 de septiembre. Y evidentemente si la cosa sigue empeorando como lo hace, nos alejaremos de un inicio 100% presencial. Pero sigo pensando que se puede hacer de forma segura. Teniendo en cuenta que los niños son menos vulnerables, se pueden establecer medidas que garanticen su derecho a volver presencialmente. La escuela no es sólo necesaria para los niños por lo educativo, sino también para su salud física y mental. Hay que hacer el esfuerzo hasta el final.
¿Qué medidas considera imprescindibles a día de hoy para la apertura de las escuelas?
El objetivo es lograr que ir a la escuela tenga un riesgo parecido a ir al supermercado o ir en transporte público. Habrá riesgo, pero hay que lograr que sea asumible y aceptable. Por un lado, mascarilla y distancia física. Y para los que estas medidas sean complicadas, como los niños más pequeños, tenemos los grupos estables de convivencia. Las famosas burbujas. Esto compartimentaliza el riesgo y, aunque haya casos en el grupo, permite rastrear y aislar de forma selectiva sin perjudicar al resto de clases.
Todas las comunidades recurrirán a los grupos burbuja, pero de entrada no se planteaban reducir el número de alumnos, que puede llegar a ser de más de 25 en Primaria o incluso 30 en la ESO. Ahora algunas administraciones están rebajando ratios. ¿Es importante la cantidad de niños por aula?
Sí. Evidentemente, no hay el mismo riesgo de transmisión en un grupo de 30 que en uno de ocho, diez o quince. Todavía no existe evidencia como para decir cuál es el tamaño adecuado, pero la intuición nos dice que debería ser más pequeño para ser más manejable. Cuanto más grande es el grupo, más personas tendrás que aislar. La logística es por lo tanto mucho más compleja. En un momento en que la incidencia era baja, cuando estábamos mejor, se generó una sensación de falsa seguridad que llevó a igualar el número de personas de un grupo burbuja al de una clase normal, porque esto simplifica la logística y permite no contratar a más personal. Fue la forma fácil de resolver el problema.
¿Se ha pecado por lo tanto de falta de previsión en la mayoría de planes educativos de reapertura?
Se ha pecado de exceso de optimismo. El exceso de optimismo ha aplazado la toma de decisiones sobre la apertura de las escuelas. Y la previsión sobre qué había que hacer. Como la situación ha sido buena durante los meses de verano, se ha dejado todo hasta el último momento. Y ahora es la tormenta perfecta. Todo el mundo se angustia y no hay plan B. Teníamos claro el plan A y sus medidas, pero si no son posibles, el plan B y el C no existen. También me parece que hay falta de previsión en la parte online. Las privadas se han movido porque tienen fondos para ello, pero la pública no está suficientemente preparada.
Algunas comunidades plantean el uso de mascarilla ahora incluso dentro de los grupos burbuja. Estas diferencias han existido también en países como Alemania. ¿A usted qué le parece?
A favor siempre de la mascarilla. Es un mal menor, a nadie le gusta, pero es de lo poco que funciona. Y los niños son los primeros que lo entienden y que no se quejan. Nos quejamos más los adultos.
El problema es que su uso choca a veces con los criterios pedagógicos. Algunos maestros creen que dar clase con mascarilla a niños de 7 u 8 años hace casi imposible la comunicación.
No es cierto. Se ha hecho en otros países. Es más difícil pero no imposible. ¡Tampoco van dentro de una escafandra! Es una mascarilla de tela y puedes hablar, se te entiende.
Una medida novedosa son los cribados que ha planteado la Generalitat en los colegios, con medio millón de PCR en dos meses. ¿Es realmente útil para evitar contagios?
No te lo sé responder. El cribado precoz es útil en cualquier población, porque te ayuda a anticiparte a la evolución de la epidemia. Pero no sé si como lugares centinela son buenos, está por ver. Además, el test que hay que hacer es relativamente invasivo y los niños no son los más adecuados para ello. Les puedes hacer una, pero a la segunda te dirán que tururú. Hacerlo a profesores regularmente tendría más sentido.
¿Habría que optar por dar clases al aire libre?
Totalmente. Tenemos dos meses en los que todavía se está muy bien en el exterior, donde el virus se transmite menos. Los estudios han cuantificado que el virus se transmite casi 15 veces más en el interior. Bienvenido todo lo que se pueda hacer al aire libre. Igual que mientras puedas tener las ventanas abiertas, hazlo.
¿Los grupos burbuja tienen sentido si luego los niños van a hacer actividades extraescolares y se mezclan con los de otros grupos?
Siguen teniendo sentido, sí. Los niños pueden formar parte de varios grupos burbuja, el del colegio, el de taekwondo y el de música. Cuando se hace el estudio de contactos, hay que tener en cuenta en cuántas burbujas está. Pero es que el niño tiene derecho a hacer tantas cosas como hacemos los adultos.
Preocupa a algunos docentes que las familias lleven a los niños a clase aun teniendo fiebre, como ocurría hasta ahora a veces. Sobre todo aquellos que no se pueden ausentar del trabajo y no tienen familia o dinero para un canguro. ¿Deben ser los progenitores los responsables de no llevar a los niños al colegio con síntomas o se debería tomar la temperatura a la entrada?
Los pediatras hemos dicho siempre que un niño enfermo no debe ir al colegio. Esta recomendación es todavía más urgente implementarla bien ahora. Un control en la entrada del colegio puede funcionar muy bien, pero fastidiarás al padre que haya llevado al niño con síntomas. Si les das la responsabilidad a los progenitores y les haces firmar un contrato de responsabilidad, se la transfieres a ellos, que son los que mejor conocen al niño. Habrá quien le de el antitérmico antes de salir de casa, pero creo que estamos suficientemente concienciados de que no puede haber la misma laxitud que en el pasado.
Mucho se ha publicado sobre el papel de los niños en la transmisión del virus, pero ninguno ha acabado de resolver definitivamente la incógnita. Con lo que sabemos, cuál cree que es su capacidad de contagiar y contagiarse?
El resumen rápido es que no sabemos nada. El lento es que hemos pasado de verlos como supercontagiadores a dudar de que contagiasen. Ahora sabemos que sí pueden contagiar. Lo que no sabemos es cuan eficaces son haciéndolo, si lo hacen más o menos que los adultos. La evidencia nos hace pensar que lo son menos. Pocos brotes se han iniciado en niños, casi toda la literatura científica identifica a los adultos en este sentido. Pero también es cierto que la mayoría de niños infectados no tienen síntomas.