Ramon Simó (Tarragona, 1961) asumió la dirección del Grec hace cuatro años con el objetivo irrenunciable de acercar tanto como fuera posible la cultura en la ciudad de Barcelona. A pesar de la satisfacción por el trabajo hecho, tiene la sensación de que la cultura “ahora más que nunca” tiene un papel secundario. En esta entrevista da una pincelada a los principales reclamos de la 39ª edición de festival –que comenzó este 1 de julio y que se alargará hasta el 31–, pero sobre todo habla claro sobre cuál es el estado real de la cultura en Cataluña y alerta de la banalización que ha hecho últimamente Barcelona de sus iconos.
A usted le nombró el gobierno de Xavier Trias. ¿Le afecta el cambio de gobierno?
De momento no sabemos nada, no nos ha llegado las nuevas propuestas o lo que realmente se quiere hacer a partir de ahora. Pero es normal, como se suele decir, se les ha de dar cien días de confianza, aunque de momento parece que no se los estén dando. Hay que dejar el tiempo necesario para que las propuestas lleguen y lleguen bien. Esperamos que sea una oportunidad para hacer las cosas mejor. Hay mucho margen de mejora...
En 2011, el entonces jefe de filas del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, Jordi Martí, ahora gerente al equipo municipal de Colau, se quejó de su nombramiento, decía, “a dedo”…
No debe ser ningún problema. Se me ofreció el cargo después de una ronda de consultas, sonaban más nombres y finalmente se optó por una persona de mi perfil. Pienso que fue un proceso correcto, bastante deportivo. Este es mi cuarto Grec y mi apuesta es por cinco años, llegando a la 40ª edición del festival. De hecho, por concurso sólo se ha nombrado una vez al director del Grec, como fue el caso de Ricardo Szwarcer, mi predecesor.
¿El Ayuntamiento tiene suficiente margen político para marcar las líneas culturales de la ciudad? En cuestiones como el IVA tiene poco qué hacer...
El IVA no depende del Ayuntamiento, es cierto. Pero cada estamento tiene su responsabilidad y los municipios tienen la responsabilidad de facilitar el acceso a la cultura a sus ciudadanos. Esto no se puede dejar en manos de la autonomía, ni del Estado. Barcelona debe tener un modelo claro.
¿Cree que lo ha tenido históricamente?
En el caso del Grec ha sido una apuesta importante, sin duda. Pienso que marca un tiempo determinado en el calendario cultural de la ciudad. Es la puerta abierta a la creación durante el verano. Pienso que ha cumplido siempre con una de sus funciones: programar las mejores actuaciones del panorama internacional a un precio asequible. Y, aquí, vale la pena destacar la apuesta del Ayuntamiento que asume parte de la inversión.
En tiempos de crisis, los ciudadanos se miran más en qué se gastan el dinero. ¿Cómo lo acusa la cultura?
Es difícil. Hemos intentado hacer un cartel con opciones para todos los bolsillos. Nuestra humilde opinión es que no sólo nos lo debemos permitir, sino que debemos consumir cultura, en la medida que sea posible. Siempre he considerado la cultura es tan importante como la sanidad. La medicina te sana el cuerpo; el arte cura el alma.
¿Que nos encontramos este año en el Grec?
Este año incorporamos la compañía Chilena La Re-sentida, que no ha venido nunca a Barcelona y que propone un concepto de teatro muy cercano al nuestro. También tendremos la coreógrafa noruega Ina Christel Johannessen, que presenta The Guest; un tipo de trabajo muy peculiar; aparte de coproducciones internacionales hechas por gente de aquí; además de grandes nombres como Pipim Anton o la compañía Toneelgroep Amsterdam, que vendrá con La voix humaine. En definitiva, ofrecemos propuestas nuevas, vivas, que hablen de nuestro presente.
Y también algunos clásico, este año una de las novedades es Serrat...
Ahora hacía siete años que no venía, pero será la cuarta o vez que nos visita. Siempre ha tenido mucha estima al festival, especialmente al antiguo Teatro Griego, un espacio emblemático de Barcelona, y de su verano. Nos llena de orgullo que haya querido celebrar su cumpleaños con nosotros, y será un placer tenerlo durante cinco conciertos.
¿Cuál es el modelo cultural que cree que debe tener Cataluña?
Debemos copiar modelos que nos sean cercanos, pero antes hay cosas que tenemos que mejorar. No lo hacemos todo muy bien, como se creen algunos. Nos hemos de asimilar a Bélgica, Flandes o Dinamarca. Estos países han hecho de la cultura un eje de su vida e incluso una herramienta de difusión económica muy importante. Flandes, por ejemplo, se vende como el país de la cultura.
Latinoamérica tiene una fuerte huella en el festival. ¿Su modelo también es una referencia?
Nos queda más lejos, tal vez. Aunque hacemos coproducciones con Ecuador o, el próximo año, hacemos espectáculos de gira por Brasil. Pero a nivel de modelo no creo que deba ser nuestro espejo. De hecho, bajo mi punto de vista, no hay que parecerse tampoco a ciudades que nos sacan ventaja, como Berlín, París, Londres o Nueva York. Ni tenemos los hábitos ciudadanos, ni la capacidad inversora. Hay que dotar Barcelona de un sistema más vivo, más ágil; con más trabajo en red y más coproducciones.
Uno de los últimos conflictos que vive la ciudad es la saturación turística. ¿Cómo se articula el turismo en clave de cultura?
No puedes atraer turismo cultural si tu ciudad no es lo suficientemente potente o sus habitantes no consumen cultura. Cataluña está subdesarrollada culturalmente. Hay gente que se enfada cuando lo digo, pero es lo que pienso. En cambio, en turismo banal, de low cost estamos muy desarrollados, somos líderes, pero en cultura estamos subdesarrollados. De acuerdo, tenemos cuatro iconos que sabemos explotar, como Gaudí, Sagrada Familia, el Barça, si me apuras... Pero para vender cultura debes tener una base cultural sólida propia. Y ni Cataluña ni Barcelona tienen esta base potente. No podemos competir con una ciudad media alemana a nivel cultural.
A menudo hay quien se llena la boca de que somos pioneros en cultura...
Sí, nos llenamos mucho la boca pero la gente de la cultura sabemos cómo cuesta sacar adelante proyectos culturales en Barcelona. ¡Cuesta mucho! Y cuesta mucho porque Barcelona no es una ciudad que destine un gran apoyo a la cultura, y porque la cultura no tiene un reconocimiento privilegiado. Básicamente no hemos conseguido que la cultura forme parte de la vida de las personas. Este es mi principal caballo de batalla y lo que me hace trabajar por el Grec.
¿Tan atrasados estamos?
Somos una ciudad que no puede mantener teatros con una programación estable de danza... ¡Sin un programa cultural potente! Lo estamos intentado, se está mejorando, se gana un poco año tras año, pero no hemos llegado al nivel deseable. Ni mucho menos. Tú vas a Paris y sabes que hay un montón de teatros soportados por la propia población. La gente va y, sobre todo, habla de ello.
¿Hay alternativa?
Admitiendo que eso no lo tenemos, que nos falta una base sólida, hay otro modelo posible. Si quieres que el turismo se interese por una cultura que no les puedes dar, hay que importar grandes proyectos de cultura internacional. Apostar por carteles internacionales, como hace el Primavera Sound o el Sonar. A partir de ahí, si el festival lo hace Barcelona o una isla desierta es secundario, lo que importa es el cartel. Pero debemos tener claro que, como sociedad, sufrimos un verdadero riesgo de aculturización, y que ahora más que nunca existe un desprecio general por la cultura, que se sigue viendo como algo accesorio y secundario.