Una lista de 37 razones: así se vive el despertar feminista en un instituto de secundaria tras el 8M
Existe un antes y un después de la huelga del 8M para las alumnas del instituto Dominiques de l'Ensenyament de Barcelona. Y para los alumnos. Y puede que para muchos profesores. La suya es la historia del despertar feminista de un grupo de chicas que, a la vuelta de aquella histórica movilización, decidió plantarse ante los comportamientos machistas que recibían tanto en el centro como fuera de él y liderar un proceso de transformación que va camino de contagiar a todo el colegio.
“Las que fueron a la huelga vinieron luego a clase muy motivadas, y entre todas pedimos a los profesores que nos dejaran un espacio no mixto para que las chicas pudiéramos compartir lo que venimos sufriendo durante años”, relata Paula Ayuso. Fue un encuentro en el que las 40 alumnas de 4o de la ESO pusieron sobre la mesa comentarios, miradas, roces, palabras, que las hacían sentir incómodas como mujeres. “Vimos que todas hablábamos de lo mismo, algunas lloramos de emoción, hicimos el click”, relatan.
De allí salieron ellas con una lista anotada en un papel. 37 episodios machistas que habían sufrido en aulas y pasillos del instituto, pero sobre todo en la calle, en discotecas o con sus parejas. Un mes después, y tras varias sesiones de tutoría y talleres no mixtos para darles espacios de confianza, presentaron la lista ante los chicos. Aquella fue una sesión catártica, según relatan docentes y alumnos. “En mi clase estuvimos en silencio mucho rato después de leerlo”, señala Ayuso.
“Aquella sesión fue el click de los chicos, que empezaron a aceptar errores y predisponerse al cambio”, resume Xavier Badenes, uno de los tutores que ha propiciado este debate. El destino quiso que esa jornada coincidiera con la lectura de la sentencia de 'la manada'. Uno más de los sucesos de este año 2018 que han contribuido, junto con la manifestación del 8M, a que el debate sobre el feminismo o el acoso se haya colado en muchos ámbitos sociales en España, entre ellos las aulas de los institutos.
“La huelga ha sido un punto de inflexión para hacer que los alumnos, y también los profesores, vayamos tomando consciencia; es una cuestión muy presente en las vidas de los adolescentes, porque el instituto es su primer espacio de socialización mixto desde que conocen la sexualización y el deseo”, argumenta Badenes
Mireia Foradada, pedagoga y miembro del programa Paranys de l'amor, que durante años ha dado charlas sobre violencia machista en institutos, percibe un cambio en la “sensibilización” de los jóvenes, pero no una “transformación profunda”. “Muchas jóvenes parecen más empoderadas, saben qué pueden tolerar o qué no, cada vez hay menos lugar para expresiones machistas, pero hay que ver si esto acaba consolidándose y provocando cambios”, plantea esta educadora.
No salir a la pizarra por miedo a comentarios
Después de más de una decena de sesiones de tutoría, en las que han discutido sobre todo aquello que les angustia y como cambiarlo, las alumnas de 4º de este colegio concertado preparan una serie de talleres del mismo tipo para impartir a sus compañeras de 1º y 2º. “Nosotros no hemos tenido ni un año para trabajarlo, ojalá alguien me hubiera ayudado a cuestionarme si mi clase era machista nada más llegar a la ESO”, reflexiona Eli Gràcia.
Que alguien les hubiera avisado de que rechazar un acto tan anodino como salir a la pizarra por miedo a los comentarios no es algo normal. “Yo estuve una temporada sin hacerlo por miedo, y no es porque haya comentarios abiertos sobre tu culo, pero sí ruidos y risitas y todos nos entendemos. Es muy incómodo”, valora Gràcia.
Los 37 episodios concretos que compartieron con sus compañeros no saldrán de ese aula –su intención no es hacerlos públicos, sino provocar la reflexión–, pero preguntadas por ello tardan muy poco en encontrar otras situaciones de acoso, aunque sea de baja intensidad. “Tenemos 16 años y, seamos sinceros, nos tocamos mucho entre nosotros, pero algunas veces las chicas decimos que no queremos o no nos apetece, y ello no impide que de golpe alguien te toque el culo o se te arrime”, relata Ayuso.
“Esto no es grave, pero yo no tengo por qué vivirlo”, expresa esta alumna. Y una de sus compañeras añade: “Y mira que por lo que hablamos con otras amigas de fuera, nuestro instituto es mucho mejor en este sentido, y la mayoría de chicos de nuestra clase lo han recibido muy bien”.
De su periplo por institutos de toda Barcelona, la pedagoga Foradada identifica sobre todo dos principales tipos de discriminación de género. El primero, la que tiene que ver con el juicio del físico. “La presión puede ser brutal, sobre todo la gordofobia, pero también el rechazo a la que no tiene mucho pecho o a la que es demasiado andrógina”, detalla. El segundo es el llamado 'estigma de puta'. “El miedo a que me llamen puta por relacionarme sexualmente de forma libre o por vestir de forma supuestamente provocativa”, prosigue Foradada. Y añade un tercero, el que viene del profesorado. “Muchas veces es el docente el que le dice a la alumna que va provocando y que se cambie”, sostiene.
En el caso de Dominiques, el trabajo se ha centrado en la relación entre chicos y chicas, pero ello ha conducido a que identifiquen el machismo también cuando viene del centro. “El otro día pidieron por megafonía cuatro chicos fuertes para mover unas mesas, no volverá a ocurrir”, bromean las alumnas.
El impacto en los chicos: “Te quedas sin palabras”
Enric Chueca explica que él siempre se había tenido por un joven concienciado, con muchas amigas que ya le habían confesado algunos problemas, pero ello no le evitó la sorpresa el día que les sacaron la lista. “Nos quedamos sin respiración; aunque algo ya me lo esperaba, me impactó igual”, relata.
“La mayoría de jóvenes no se sienten interpelados en su día a día cuando se habla de machismo; cambiar esto es fundamental”, sostiene Gemma Altell, psicóloga en la Fundació Surt. Es lo que le pasó por ejemplo a David Gracián, según explica él mismo: “Al principio de las sesiones me lo tomaba que no me gustaba, a nadie le gusta que le llamen machista, y menos si está a favor de la igualdad, pero es que las historias nos impactaron tanto que vimos que había que cambiar cosas”, sostiene.
Su compañero Chueca toma su argumento y lo amplía: “Hemos ampliado nuestro conocimiento, antes había conductas que no sabíamos que eran machistas y ahora sí”. “Teníamos inculcadas cosas a nivel micro como tender a levantar la voz cuando habla una chica como si tu opinión fuera más importante”, expone. Este y otros ejemplos son los que ellos también abordarán con los pequeños del instituto.
El trabajo con los chicos es casi más delicado que el de las chicas, porque en su caso no solo deben aprender a distinguir los tics machistas y el acoso, sino aplicárselo a su día a día. “Hay varias fases en ellos. Primero, negar que sean un grupo machista, luego minimizarlo, y al final empezar a comprenderlo y adoptar una voluntad de cambio”, analiza el tutor, que añade que en su caso hay alumnos en cada una de ellas, y sobre todo muchos casos “esperanzadores” que han hecho todo el recorrido.
Para ello Badenes estima necesarios ejercicios como el de que las chicas les confrontaran con sus 37 razones. “Son sus compañeras de toda la vida, sus propias amigas, las que se lo dicen y comparten emociones”, expone el docente.
La discriminación de género en la era de las redes
Una de las asignaturas pendientes que según las jóvenes de Dominiques todavía no han abordado lo suficiente es la vertiente del machismo en las relaciones de pareja. Una encuesta del CIS encendió todas las alarmas en 2015 al constatar que uno de cada tres jóvenes percibe como “aceptables” o “inevitables” conductas como controlar los horarios, amistades o actividades del otro.
“La adolescencia se construye sobre modelos del amor romántico, de mujer sumisa, como las películas de Disney o Crepúsculo, aunque esto se afianza sobre todo en una etapa más infantil”, desarrolla Altell. Badenes lo vive en su día a día en el aula: “Hemos tenido algunos casos graves de relaciones de pareja en el que ellas están demasiado pendientes del móvil por si él ha visto el whatsapp y no ha contestado, o celosía en chicos por el comportamiento de su pareja”.
“La necesidad de control de los chicos a veces es mayor que antes porque se encuentran más descolocados sobre cuál debe ser su rol ante unas chicas cada vez más autónomas”, sostiene Altell. Ante esto, tanto las alumnas de Dominiques como los profesionales coinciden en que quizás habría que adelantar las charlas y debates sobre relaciones a final de Primaria o al principio de la ESO para anticipar futuros problemas. Y añaden que hay que tener en cuenta el uso de las redes sociales,
“La tecnología lo amplifica todo, también la capacidad de control”, alerta Altell. Pero las redes también tienen su lado positivo, y no es menor, según la pedagoga Foradada. “Permite que el mensaje feminista llegue vía Youtube o Instagram a edades más tempranas que antes”, celebra. “Yo tuve entré en contacto con el feminismo de más mayor, leyendo libros y yendo a debates, pero ahora hay vídeos virales sobre el 'no es no' o memes riéndose de los tics machistas por todas partes”, concluye la pedagoga.