“Que esto no salga de aquí”. Esta frase la tuvo que escuchar una adolescente Laura Vila de la boca de un médico. El supuesto secreto eran sus características sexuales, que no coincidían exactamente con lo que se supone que es una mujer, y que en aquella consulta tomaron forma de diagnóstico clínico: Síndrome de Morris. “Yo solo quería pertenecer al grupo de amigas, así guardé esa información y pasé muchos años sin ser yo misma”, reflexiona años después.
Vila, de 36 años, es una activista intersexual que hace tiempo que dejó de guardar ese secreto. Con el colectivo Que no salga de aquí, bautizado en sarcástico homenaje a la frase de ese médico, ha estrenado esta semana una obra que por primera vez lleva a escena su testimonio y el de distintas personas intersexuales, que relatan sus historias de silencio y violencia. La pieza se llama Hermafroditas a caballo o la rebelión del deseo y salió ovacionada de la Fira de Tàrrega (Lleida), a la espera de ser programada en otros teatros.
Se suele decir que la i de intersexuales es la letra más desconocida de las siglas LGTBI, aunque según la ONU un 1,7% de la población encaja en esa definición. Se trata de aquellas personas cuyas características sexuales –gónadas, genitales externos o internos, cromosomas sexuales u hormonas– se escapan del patrón binario que se corresponde con el macho o la hembra. Sus cuerpos son válidos y están sanos, pero a veces se les practican intervenciones quirúrgicas para corregirlos sin que haya necesariamente una razón médica detrás.
Laura Vila se enteró al final de la adolescencia de que era intersexual. Años después de que no le bajase la regla y de percibir que su desarrollo corporal era distinto al de sus amigas, inició un periplo de consulta médica en consulta, de cariotipo en ecografía, hasta que le dijeron que tenía testículos no descendidos. Sus cromosomas son XY.
La etiqueta de “monstruos”
“A nadie le explican en clase la realidad intersexual. En general tienes indicios, luego te llega el diagnóstico y eso es lo que te certifica como diferente. Como monstruo, porque esa es la etiqueta que recibimos y por eso lo escondemos”, relata Vila. Esta marca de una supuesta rareza, aunque se trate de cuerpos saludables –“y por lo tanto, deseables”, añade–, es lo que hace que salir del armario sea muy difícil. “Pero las cosas están cambiando. Hace cinco años no me imagino haciendo un espectáculo así. Ahora sí”, asegura.
El origen de Hermafroditas a caballo se remonta a una pequeña pieza que Vila interpretó en 2019 a propuesta de Miquel Missé, para el Cabaret Trans de Barcelona. A partir de ese momento se comenzó a conformar lentamente el proyecto, que la actriz ha llevado a cabo junto a la dramaturga Raquel Loscos y al historiador del arte Víctor Ramírez Tur, los dos directores de la obra.
A medio camino entre lo pedagógico y lo paródico, la obra huye de un formato melodramático pero sin ahorrar al espectador el testimonio de la propia Vila y de otras ocho personas intersexuales que fueron recopilando durante un proceso participativo y que presentan mediante proyecciones audiovisuales. “Nos parecía importante recoger realidades diversas y no una sola voz, para huir de esos productos LGTBI que se basan en una sola experiencia”, apunta Ramírez.
'¿Qué tiene debajo de las bragas?'
A partir de tres parodias de programas televisivos, que presenta Vila, se ahonda en algunas de las violencias sufridas por este colectivo. Quizás los más claros son el show Cortar y pegar, en alusión a las intervenciones quirúrgicas innecesarias, y Qué tiene debajo de las bragas. “Al compartir su realidad, esto quiere decir automáticamente que la gente quiere saber qué tienen debajo de las bragas y debajo de la piel. Esto es algo que no se le exige a nadie”, pone como ejemplo Ramírez.
La obra se suma además a la larga tradición de apropiarse de insultos y calificativos despectivos y reivindica la palabra hermafrodita. Como ocurre con maricón entre los homosexuales o nigga entre los afroamericanos. Esto, matiza Vila, es más una apuesta personal que algo que asuma el colectivo, si bien es cierto que los primeros activistas intersexuales en Estados Unidos se denominaron a si mismos Hermafrodites with Attitude (hermafroditas cabreados, en castellano).
“Es evidente que no hay personas humanas que puedan autofecundarse, pero hermafrodita es la palabra que se ha igualado al monstruo en nuestras historias. Yo cuando busqué mi diagnóstico en internet me salía esta palabra. Y lo que queremos es reapropiarnos de ella y llenarla de belleza”, apunta. No en vano parte de la obra explora también el papel que ha tenido en distintas creencias religiosas y para distintos historiadores el concepto del hermafrodita.
En pleno 2021, algunas cosas están cambiando. Sin ir más lejos, se ha aprobado la ley LGTBI y Trans, que prohíbe la cirugía en bebés para hacerles encajar en un género u otro, sin razones médicas de peso. También se permite a los progenitores alargar durante un año el plazo para especificar la mención de sexo de sus hijos en el registro. “No hay nadie que sea 100% macho o hembra. No es mi cuerpo lo que me hace diferente, porque yo salí de la consulta siendo la misma persona. Lo que me hace distinta es la violencia que he recibido”, recuerda Vila.