El “revolucionario” Robert Gerhard: el compositor exiliado del franquismo que fue pionero de la música electrónica
“Uno de los grandes compositores del siglo XX, un gigante”. “No hay un compositor en la historia de la música occidental con una evolución tan grande”. “Un vanguardista”. “Un revolucionario”. Así describen algunos musicólogos a una figura poco conocida –y mucho menos escuchada– en España, la del músico catalán Robert Gerhard. Este creador de dimensión internacional se exilió en Reino Unido tras la Guerra Civil y, quizás por ello, y también porque parte de su obra quedó enterrada entre archivos, nunca ha obtenido en su país natal el reconocimiento que los expertos le atribuyen.
Más de 50 años después de su muerte en 1970, el legado de Gerhard emerge de la mano de un talentoso cuarteto de cuerda de Tarragona, el Cuarteto Gerhard, y del documental Revolutionary Quartet, el enigma Gerhard, que pone la obra del compositor catalán en su sitio. Desde sus cuatro sinfonías, sus piezas más destacadas, hasta la búsqueda de nuevos sonidos experimentales que lo sitúa como uno de los precursores de lo que con el tiempo se conocería como música electrónica. Su obra influenció a pioneros de los 60 como Delia Derbyshire –autora de la música de la serie Doctor Who– o el dúo Silver Apples.
Nacido en Valls, Tarragona, en 1896, de padre suizo y madre francesa, Robert Gerhard Ottenwaelder se formó con los mejores. Su padre, que se dedicaba al comercio del vino, quería que siguiera la tradición familiar, y por ello lo envió a estudiar a Lausana (Suiza), pero él se decantó por los estudios musicales, que inició en Munich. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, justo cuando entraba en la adultez, se vio obligado a regresar a Catalunya. Y allí comenzó sus estudios de piano, con el leridano Enric Granados, y de composición, con Felip Pedrell –maestro de otros genios como Isaac Albéniz o Manuel de Falla.
El documental, que se estrena esta semana en el Festival In-Edit de Barcelona, rescata un episodio que define la determinación de Gerhard para convertirse en un compositor de primer nivel. Con 27 años, y tras un primer período formativo, le escribe una larga carta al compositor vienés Arnold Schönberg, padre del dodecafonismo, pidiéndole que le acoja como alumno. “Es uno de los documentos musicales más importantes del siglo XX, sinceramente. Es un alegato musical, casi un testamento curiosamente cuando empieza la carrera”, sostiene el compositor y musicólogo Carlos Duque.
En la misiva, Gerhard confiesa estar en un estado de depresión, le describe sus trabajos hasta la fecha y se muestra seguro de que en Schönberg encontrará la exigencia que necesita para lograr su potencial. Y tal debió ser el impacto de la carta en el músico vienés que no solo lo aceptó como pupilo, sino que al tener que huir años después de la Alemania nazi, puesto que era judío, se llevó con él solo unas cuantas partituras y el manuscrito que le había mandado Gerhard.
Implicación en la República y exilio a Reino Unido
A su regreso a España, en 1929, Gerhard se propuso convertir Barcelona en una capital musicalmente vibrante como otras ciudades europeas, pero chocó con la dictadura de Primo de Rivera. En esa época, su estilo ya era una mezcla entre la música culta de Schönberg y la popular de Pedrell, con adaptaciones de sardanas o incluso de los balls de bastons (danza de bastones). Durante la Segunda República, se identificó políticamente con el Gobierno y trabajó para instituciones como la Escuela Normal. Pero el estallido de la Guerra Civil le llevó al exilio en Varsovia, primero, y en París, después, antes de aceptar la invitación de la Universidad de Cambridge.
Sin trabajo estable y en plena Segunda Guerra Mundial, Gerhard “sobrevivió haciendo música para teatro y para la radio, haciendo programas de folclore” en la BBC, relata en el documental el músico y profesor Gregorio García Karman. “Eran trabajos que daban para lo que daban”, añade Oriol Pérez Treviño, que recuerda que el compositor de Valls también recibió la ayuda económica desde Barcelona del ingeniero y melómano Ricard Gomis.
Aunque regresó de visita a España en muchas ocasiones, Gerhard permaneció en el exilio británico y sus composiciones desaparecieron del panorama musical español. Fuera del país, y a pesar de su precaria situación, vivió hitos notables, como la publicación de sus sinfonías. Desde la primera (1952-1953), financiada por Gomis y estrenada con éxito en el Festival Sociedad Internacional de Música Contemporánea en Baden Baden, hasta la cuarta (1966-1977), encargada por Leonard Bernstein para el 150 aniversario de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, una de las más importantes del mundo.
“Esa sinfonía [la cuarta] es el compendio final de su trayectoria como explorador; es una sinfonía que ralla la abstracción, que no olvida sus orígenes, y sobre todo esa capacidad de síntesis donde todos los elementos fundamentales reflejan la naturaleza de la música de su última época”, describe en la película el director de orquesta Edmon Colomer.
El legado electrónico de Gerhard
Al avanzar hacia la vejez, Gerhard todavía tuvo tiempo y energía para entregarse a la búsqueda de nuevos sonidos. Un viaje hacia la música electrónica cuya dimensión no se llegó a conocer hasta que los estudiosos de su obra se adentraron en el archivo que había legado su familia a la Universidad de Cambridge. “No se le conoce como uno de los pioneros de la música electrónica, como tampoco se le conoce como el compositor que más desarrolló el serialismo en la historia, porque su obra ha quedado inédita, encerrada en un cajón”, constata Duque.
Este musicólogo fue uno de los profesionales que consultó la documentación y la colección de cintas que había dejado Gerhard en Cambridge. “Nos dejaron unos equipos de bobina abierta en la universidad, escuchamos algunas cintas durante un par de días y lo que escuchamos nos dejó sorprendidos”, relata el musicólogo. “Estábamos escuchando parte de la historia de la música electrónica en Europa. Como descubrir El Dorado”, cuenta.
En una época en la que solo existían los sonidos orquestales y los de la naturaleza o de la calle, Gerhard empezó a usar las nuevas tecnologías incorporando sonidos como podían ser el de un abrir y cerrar de puertas o unos platos rompiéndose. “Si eliminas los experimentos de Gerhard y los del laboratorio de la BBC, quizás hoy no existirían Debora Derbyshire, Silver Apples o incluso los Beasty Boys o el sampleado”, concluye el artista y compositor de electrónica Colin Benders.
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