La portada de mañana
Acceder
Feijóo confía en que los jueces tumben a Sánchez tras asumir "los números"
Una visión errónea de la situación económica lleva a un freno del consumo
OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

“Hará falta mucha pedagogía, y no solo en las escuelas, para que Ripoll ahora no dé un vuelco”

Si en Ripoll se acostaron el viernes sabiendo que varios de sus vecinos, muy jóvenes y de origen magrebí, habían perpetrado una masacre terrorista en la Rambla de Barcelona y en Cambrils, este sábado se han ido a la cama con la constatación de que en esta pequeña localidad prepirenaica de poco más de 10.000 habitantes se gestó una auténtica célula yihadista.

No cumple con el perfil de una banlieu, más bien es una modesta capital de comarca interior, la llamada cuna de la Catalunya Vella, que ahora trata de asumir cómo en pocos meses varios jóvenes a los que todo el mundo veía como apacibles y cordiales se radicalizaron hasta el punto de orquestar una matanza de 14 personas que todo apunta a que pudo ser mucho mayor.

“Yo fui al instituto con Youne, el que dicen que está fugado. Él fue con Mohamed Hichami, el Moha, y eran todos chicos muy normales”, cuentan Guillem y Martí. Inevitablemente, la palabra normal está en boca de cualquier vecino que los trató. “Hasta diría que nunca estuvieron entre los conflictivos del instituto”, añade Martí. Aunque desde entonces tampoco sabían mucho de ellos.

Ambos se han acercado hasta la concentración espontánea que familiares y allegados de los terroristas convocaron este sábado a las 19.00 frente al Ayuntamiento. Madres, hermanas, primas de los hermanos Hichami o de los Aboyaaqoub lloran desgarradas al tiempo que esgrimen mensajes contra el terrorismo. Los ripollencs observan la dura escena asumiendo que en el pueblo habrá un antes y un después de lo sucedido.

“Ripoll es un municipio donde la integración ha sido relativamente buena, con conflictos puntuales, pero nada fuera de lo normal”, evalúa la camarera de un bar cercano a la calle Progrés. En ella se encuentra la mezquita del centro islámico Annour, en la que trabajó hasta junio el imán sospechoso de liderar la célula, Abdelbaki Essati, y a la que acudían –aunque allá aseguran que no con demasiada frecuencia– algunos de los terroristas, como Moussa Oukabir, de 17 años, o los propios Hichami y Aboyaaqoub. La camarera coincide en su opinión con la teniente de alcaldía de Seguridad Ciudadana, Maria Dolors Vilalta (Convergència), “en estado de shock” por unos hechos que –dice– han sacudido la “pacífica convivencia” de Ripoll.

La única explicación que muchos encuentran a la rápida radicalización de estos jóvenes es la que manejan los Mossos en sus investigaciones, y que explicó a Catalunya Ràdio la prima de Youne Aboyaaqoub tras la concentración de la tarde del viernes. “Ha sido el imán quien los ha radicalizado. Antes no rezaban mucho pero hacía un tiempo que sí, lo que pasa es que pensamos que era cosa de la edad”, contaba.

Preguntando por ellos, parecería que a los jóvenes que la madrugada del viernes quisieron perpetrar una matanza en Cambrils los conocía todo el pueblo. Cualquiera recuerda haberlos visto en la escuela o alguna entidad deportiva. Todo lo contrario a lo que ocurre con el imán, a quien pocos le trataron fuera del colectivo islámico local.

“Era introspectivo y poco hablador”, en palabras de Hammou, secretario del centro islámico Annour, que asegura no conocer cuáles eran las actividades del imán fuera de la mezquita, en la que trabajaba seis días a la semana. Tampoco el que fue su compañero de piso los últimos cuatro meses, Nordine El Hagi. Él explica que tuvo con el imán pocas conversaciones más allá de las cotidianas, ni tampoco vio que llevara nadie a casa. “Este martes dijo que se iba de vacaciones a Marruecos”, asegura a este medio en un castellano precario.

No se llevó maletas, según dice, sino unicamente libros y una estufa. Esto es lo último que El Hagi supo de él. En la mezquita, el secretario Hammou cuenta que no le han visto desde que el pasado junio rescindieron su contrato porque quería irse tres meses de vacaciones a su país de origen.

A preguntas de las decenas de periodistas que tomaron la mezquita de la calle Progrés este sábado en busca de respuestas sobre el imán, el presidente de la asociación, Ali Yassine, proclama que “jamás en la mezquita entraron discursos radicales” e informa de que los jóvenes terroristas sólo habían acudido puntualmente al local, sobre todo en días de oración como el viernes. Aun así, nombres como el de Youne Aboyaaqoub aparecen todavía entre los más de cien que se cuentan en el panel de pagos de cuotas mensuales –voluntarias, según la asociación– que cuelga de la pared de la sala de rezo. Al lado de su nombre no hay marcado ningún pago.

Temor al conflicto en Ripoll

Al mediodía, mientras los miembros de la mezquita atienden a los periodistas “desde las ocho de la mañana y sin comer”, según Hammou, una mujer entra en el portal de al lado con sus dos hijas, su marido, y una bolsa de la compra colgando del brazo. El Batoul Attou, de 44 años, se para en la puerta para contar lo bien que se ha sentido en Ripoll desde que llegó en 2008, habiendo salido dos años atrás de Nador, en Marruecos. “Aquí siempre he tenido trabajo, en la limpieza de hogares, y buena relación con la gente, nunca problemas de convivencia”, explica.

El Batoul es una más de las más de 500 personas que componen la comunidad musulmana de Ripoll, un nutrido colectivo que supone cerca del 5% de la población local. Al afirmar que nunca le ha faltado empleo, esta mujer de origen marroquí ilustra unas cifras de paro que alejan esta capital de comarca de los típicas metrópolis urbanas a las que se asocian las bolsas de radicalización islámica. En la comarca del Ripollès sólo el 8% de la población activa está sin trabajo. Una industria sólida y un creciente turismo de montaña –2.361 plazas de hotel y 4.809 plazas de camping– han permitido a esta región sobrevivir mejor a la crisis.

Tampoco el discurso xenófobo, al menos en el espacio público, había arraigado en Ripoll tanto como en urbes como Badalona o Vic, u otras ciudades francesas y del resto de Europa. El partido racista Plataforma per Catalunya (PxC) perdió en 2015 el único concejal que había conseguido en 2011. “Hará falta mucha pedagogía, y no solo en las escuelas, para que esto ahora no dé un vuelco”, se lamenta la propietaria del establecimiento cercano a la mezquita. Estos días Ripoll ha amanecido con pegatinas en farolas y basuras en las que se leía “Basta de islamización, Catalunya catalana”. También asegura esta mujer que entre la gente que increpó a los detenidos el viernes en Ripoll se encontraban varios miembros de PxC.

“Miedo no tengo, pero sí vergüenza”, cuenta El Batoul mientras sus hijas le piden que vaya abriendo la puerta de casa. “Vergüenza porque soy marroquí, igual que ellos, y algunos me van a señalar por la calle sólo por esto”. El secretario de la mezquita de Annour, Hamoun, se muestra más optimista al afirmar que “la gente que no es racista entenderá que estos chicos no han hecho nada en nombre del islam”.

Sin embargo, frente a ese mismo local, unas horas más tarde, una pareja de jubilados se detiene ante la puerta a charlar. “Con todo lo que les damos, pagas, hospitales, no sé cómo se han atrevido”, le suelta uno al otro.

Horas después, los propios familiares y la comunidad islámica local se concentraron en la plaza del Ayuntamiento con carteles que decían “no en mi nombre”.

Una escisión y varias dudas

Ripoll fue tomada por la policía el viernes, por los periodistas de medio mundo el sábado, y en las terrazas y los bares, la mayoría llenos, continuaban las conversaciones sobre lo sucedido. El recuento habla por sí solo: los cinco terroristas muertos en Cambrils vivían en Ripoll y la vecina Ribes de Freser; el huido Youne, el imán –también en busca y captura– y los cuatro detenidos también son de la localidad. Aunque lo que recorría las conversaciones eran sobre todo las dudas. ¿Cómo se radicalizaron los jóvenes? ¿Fue en la mezquita? ¿Dónde, si no? ¿Cómo ha podido suceder sin que nadie lo percibiera? ¿Qué ha fallado?

No ayuda a resolverlo la poca concordancia entre la versión que maneja la policía y la que difunde la asociación islámica sobre la relación del imán con su mezquita y con la otra que hay en Ripoll, en la que trabajó antes. Mientras fuentes de la investigación plantean que un enfrentamiento entre dos grupos de la mezquita propició la llegada de Abdelbaki Es Satty, estos lo niegan.

Rechazan también que hubiera discrepancias ideológicas con la otra mezquita, de la que dicen que se escindieron simplemente porque necesitaban más espacio para cobijar a toda su comunidad, algo que no se podía en el local antiguo. eldiario.es ha tratado de contactar con miembros de ese otro centro a lo largo de estos días, pero su local permaneció cerrado durante todo el sábado.