En 1979 el Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC), los comunistas catalanes, ganaron las primeras elecciones municipales que se hicieron con voluntad de ser democráticas en Santa Coloma de Gramenet. El alcalde resultante fue Lluís Hernàndez, un sacerdote, que se mantuvo en el cargo hasta el año 1991. Hoy hemos tenido noticia de su muerte. Eugeni Madueño escribió hace un par de años un gran reportaje sobre su figura con motivo de la última misa que oficiaba. No dejen de leerlo. Eugeni, además de periodista, es un vecino de Santa Coloma de Gramanet con sus orígenes en el pueblo de El Garabato. Una de las miles y miles de personas que llegaron a los suburbios de Barcelona durante nos años cincuenta y sesenta y que acabaron dando vida allí donde había poco más que tierra y barro, cuando llovía, en las ciudades que hoy conocemos. La población crecía, la economía también, pero las condiciones de vida eran muy duras. Viviendas humildes, sin agua corriente, ni luz, ni gas, ni transporte... La movilización ciudadana también comenzó a crecer, y personas como Lluís Hernàndez tuvieron mucho que ver con ello.
El 23 de febrero de 1971 unas 2.000 personas se concentraron en la plaza frente al ayuntamiento tras el incendio que a finales de 1970 había quemado el ambulatorio de Santa Coloma. La octavilla que los había convocado terminaba diciendo:
¡NO QUEREMOS UN AMBULATORIO! porque…. a/ no queremos que ninguno de nuestros hijos nazca en el interior de un taxi, o en el dispensario municipal, con los peligros que esto supone b/ no queremos ir con los niños en brazos de Santa Coloma a Badalona cuando les han de hacer un análisis o para que les miren por la pantalla de rayos X c/ no queremos ir deambulando de un sitio para otro, enfermos, perjudicando aun más nuestra salud y gastando más dinero…
El nuevo centro llegaría en abril de 1972 después de movilizaciones que llegaron a congregar 10.000 personas y que la Guardia Civil no tuvo problemas en reprimir. La Santa Coloma luchadora surgía del barro donde vivían las personas que desde diferentes lugares de España habían ido llegado.
En uno de esos barrios que crecían, en Fondo, en marzo de 1969 desde la Parroquia de San Juan Bautista, se distribuye una hoja informativa mecanografiada. Es uno de tantos barrios humildes, con muchas necesidades, surgidos de las migraciones internas de los años cincuenta y sesenta. Lluís Hernàndez era el de Los Olivos desde que había llegado a Santa Coloma. La hoja lleva por título “¿Por qué no hay bendición de ramos en nuestra parroquia?”. En la octavilla se informa de que no se celebrará la festividad. Se destaca como razón más importante que la bendición ha perdido su carácter religioso para convertirse en una simple fiesta; en muchos casos es un evento de lujo y gastos. No quieren que la Iglesia transmita esta imagen, debe ser más evangélica. Entienden que Cristo la quiere sencilla y pobre. La gente tiene que verla como un lugar donde encontrar apoyo en los momentos de sufrimiento o lucha. No es un lugar al que se va en ocasiones de grandes solemnidades. Reconocen que les duele el cambio. Lamentan que esta decisión puede entristecer sobre todo a las madres que tanta ilusión ponen en las cosas de sus hijos. Pero mucho más importante es lo que se puede ganar. La decisión no pretende ser exclusiva de esta parroquia, forma parte del trabajo conjunto de las parroquias de Santa Coloma.
Cuatro años después un boletín informativo se hacía llegar a todas las familias de Santa Coloma. Desde el 1 de enero 1973 regirían cambios significativos respecto de bautizos, comuniones, bodas y entierros. Los cambios se habían acordado en la asamblea de sacerdotes, religiosos y cristianos de la población. Buscaban que las decisiones que se tomaran fueran más pensadas, reflexionadas, no fruto de la costumbre de la tradición, de lo dirán los demás... Entienden que en las parroquias se debe trabajar por una mayor libertad y responsabilidad de las personas.
En 1979 el mismo boletín que anunciaba los cambios en las celebraciones comunicaba que Lluís Hernàndez, uno de los rectores de las parroquias, se presentaba como cabeza de lista para las elecciones municipales. Se presentaba por el PSUC, y no sería el único. El boletín era una carta de los sacerdotes de Santa Coloma a su compañero. No todos compartían su decisión. Sin embargo compartían la opción tomada en favor de los pobres, de una sociedad más solidaria, de la clase obrera. Se expresaron en estos términos. Algunos tenían dudas sobre la elección del partido. No tienían claro que esto se pudiera conseguir mejor desde esa opción. Todos estaban por el vínculo necesario entre la Iglesia y la clase obrera. Un vínculo que la Iglesia había roto en demasiadas ocasiones para estar hipotecada con la clase poderosa. Declaraban que son muchos los que no quieren esta hipoteca y trabajaron para deshacerla. Coincidieron en que el gesto de Hernàndez les ayudaba de una manera decisiva. Y fue alcalde en contra de muchas voces y poderes, que no les acabaron de entender nunca ni como curas ni como políticos
Las historias colectivas y subalternas
Leemos a Eugeni y tampoco deberíamos dejar de leer la aportación que ha hecho otra periodista, Odei Antxustegi-Etxearte. Odei, también de Santa Coloma, es de la generación de la hija de Eugeni. La suya es una obra clave para entender la historia contemporánea de esta ciudad, de la lucha de aquellos años. El título es bastante explícito y esclarecedor. De suburbio a ciudad. El Plan Popular de Santa Coloma de Gramenet. Su libro, publicado hace pocos meses, es una viva crónica de la vida de este suburbio metropolitano, de la movilización ciudadana que con el Plan Popular como herramienta se tiró a transformar la ciudad y las vidas de su gente.
“El Plan Popular no se entiende sin la ciudad y sus habitantes. No menospreciemos a sus protagonistas, Xavier Valls, Grama, y su fundador, Jaime P. Sayrach, los compañeros profesionales de Valls, los dirigentes sociales que emergieron. Pero el sustrato fue una ciudad injusta y unos miles de personas que se levantaron para hacer justicia y convertirse en ciudadanos de pleno derecho”. El libro del Odei tiene un prólogo de Jordi Borja lleno de reflexiones interesantes, esta es una de ellas. Nos debería hacer pensar en la necesidad de las historias colectivas y subalternas que hay que escribir, analizar, recordar, transmitir... Santa Coloma se convirtió en un referente de la movilización social contra el franquismo y por la consecución de una vida plena de dignidad.
Jaime P. Sayrach, sacerdote como él, candidato a las elecciones como él, concejal con él, presentó el libro. Hace años que buscaba que se escribiera, que estudiara lo que se hizo. Quiere que esa movilización tenga continuidad. El sacerdote Sayrach escribía lo siguiente en febrero de 1979 para entender las motivaciones de Lluís Hernàndez y las de mucha gente que no paraba de hacer para convertir las afueras en ciudad:
“El compromiso al que ahora llega mi compañero no le viene de imprevisto, no es la explosión súbita de una vocación imprevista, o de una su vocación peculiar. Mi amigo llega habiendo hecho un largo camino, de muchos años, siguiendo la línea común que hace más de diez años hizo la Iglesia en Santa Coloma y que ahora sus compañeros de partido al escojerlo, se lo reconocen. Sacerdotes y cristianos interpelados por la cruda realidad que nos rodeaba, desde el corazón de la fe sentimos que no podíamos celebrar nuestra fe en Jesús y la comunión, si esta fe no se traducía en un amor seriamente comprometido con los pobres. El testimonio de los militantes ”ateos“ que luchaban por los demás, exponiendo su libertad y hasta su vida, era para nosotros, una invitación al compromiso”.
Este texto se puede recuperar a Jaume P. Sayrach, La esperanza de una iglesia pobre y evangélica. Santa Coloma de Gramenet (1965-1980)